miércoles, septiembre 04, 2019

Cuaderno de Viaje: Crucero por el Mediterráneo (11-18 de agosto de 2019)


Lo general

Después de los anteriores Cuadernos de Viaje que escribimos en este humilde blog ya os habréis dado cuenta de que a C. y a mí lo que nos suele gustar es viajar a un sitio fijo y, desde allí, ir moviéndonos para conocerlo mejor. Ese modo de viajar ya os lo habíamos contado en nuestros textos sobre Nueva York, Londres, Madrid, Puerto Rico o Barcelona.

Sin embargo, este año, para variar, decidimos hacer un tipo de viaje muy diferente, para saber qué se siente cuando no tenemos que pensar nada y nos lo dan todo hecho. Por eso nos decidimos por un crucero con el que, saliendo de Venecia, pasamos por Bari, Olimpia, Santorini, Atenas, Corfú, Kotor (Montenegro) y de vuelta a Venecia. Por eso, como el modelo de viaje fue bastante diferente a lo habitual, este texto va a ser muy distinto también.

Y por eso, en primer lugar, me gustaría comentar cuales son las principales diferencias que encontramos entre estos dos tipos de viaje. Por un lado, un crucero supone que nos estamos moviendo y que cada día estamos en un puerto diferente, lo que implica que no llegamos a conocer ningún lugar de manera profunda. No obstante, esto puede ser interesante, porque nos permite conocer, aunque sea de manera superficial, sitios a los que, más adelante, podemos estar interesados en volver para verlos como se merecen. En este viaje fueron Kotor (Montenegro), Atenas, Olimpia y Venecia. Otros sitios, como Corfú, no nos gustaron tanto,  aunque en este caso creemos que fue por la propia organización de la excursión que nos ofrecieron para conocerlos. 

Por otro lado, el crucero es una buena forma de conocer gente. Compartir excursiones o mesa en las cenas sirve para conocer a más gente del barco y compartir experiencias. De hecho, conocimos a bastante gente muy maja durante el viaje (por cierto, un saludo para ellos).

En lo que se refiere al cansancio del viaje, fue muy parecido al de otros viajes anteriores, pero sí que hubo una diferencia: frente a nuestras aventuras por, por ejemplo, Nueva York, si bien tuvimos que madrugar mucho para conocer cada lugar, sí nos ahorramos organizar cada actividad por nuestra cuenta antes de iniciar el viaje, porque las excursiones nos las buscaba el barco. Y, en lo que se refiere a las comidas, fue más o menos lo mismo.

Lo concreto (e interesante)

Después de todo este rollo, ahora toca hablar de lo que suelen ser nuestros cuadernos de viaje, es decir, el relato de nuestras aventuras, aunque, como decimos, de forma un poco diferente. Así, después de salir de Venecia, llegamos a Bari, cuyo casco viejo visitamos, acercándonos a la basílica de San Nicolás, con su parte católica y su cripta ortodoxa, y también a su catedral. 



Ya en Grecia empezamos nuestro periplo visitando los restos de Olimpia, con una guía que nos habló tanto de la Historia de ese lugar como de la sociedad griega actual y el modo en el que le afectó la crisis. Las ruinas de Olimpia fueron una de esas cosas que me hicieron recordar por qué soy profesor de Historia y por qué dediqué bastante tiempo de mi vida a la Arqueología. Luego, tuvimos tiempo de hacer algunas compras.



Combinando lo meramente turístico con lo cultural, nuestro segundo día en Grecia lo pasamos recorriendo Santorini, con sus pintorescos edificios, sus calles empinadas… y un sol verdaderamente de justicia. Fue un día de transición para recorrer sin rumbo unos pueblos que, de otra manera, no habríamos tenido interés por conocer. Allí nos acercamos a una antigua fortaleza veneciana y visitamos templos católicos y ortodoxos, contemplando las diferencias entre la iconografía de las iglesias. 


De vuelta a lo propiamente cultural, el siguiente día lo pasamos en Atenas. Una visita a la Acrópolis que hicimos muy temprano para evitar el calor (y las mareas de gente) hizo que ese historiador que vive dentro de mí se estremeciera al ver esos restos. Luego, a media mañana, recorrimos solamente una pequeña parte del museo de Atenas, pero que fue suficiente como para que nos quedaran ganas de volver. Ese día comimos en Atenas, probando la moussaka, el vino griego y, de postre, la baklava. Todo muy recomendable.Y también tuvimos algo de tiempo de hacer compras.


El día que menos nos interesó fue el que fuimos a Corfú, porque lo más interesante, que era el pueblo, apenas lo vimos, y el resto de la excursión, no del todo bien organizada, fue poco aprovechable.

Pero, sin embargo, nuestra siguiente escala fue en el gran descubrimiento del viaje: Kotor, en Montenegro. Desde la entrada a través de sus murallas medievales hasta que volvimos al barco tuvimos oportunidad de recorrer sus callejuelas, conocer su Museo Marítimo o darnos cuenta también de que es una ciudad llena de gatos. De allí, fuimos a Perast, para conocer un par de templos, y todavía nos dio tiempo a regresar a Kotor donde tomamos unas cervezas locales antes de volver al barco. 


 Y nuestro último día lo pasamos en Venecia, donde finalizó el crucero (igual que había empezado) y donde cogimos el avión. Pero antes tuvimos tiempo de visitar una fábrica de vidrio en Murano y callejear por Venecia, haciendo fotos al Palacio Ducal, a la basílica de San Marcos, y también a puentes como el de los Suspiros o el de Rialto.


En resumen

Un viaje muy rápido, en el que conocimos someramente varios lugares que, seguramente, volveremos a visitar más temprano que tarde. No se pudo profundizar en ningún lugar, pero, por lo menos, ya sabemos cómo se podría enfocar una visita individual a cada sitio.
Y, cuando volvamos a cada sitio, seguramente os lo contaremos también.

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