Después de lo
bien que lo habíamos pasado el año pasado cuando visitamos por primera vez Londres,
C. y yo habíamos decidido que teníamos que volver, así que algo de tiempo libre
durante el puente de diciembre y nada mejor que hacer nos animaron a volver
allí, así que el día de la Constitución lo dedicamos a hacer maletas, que al
día siguiente nos íbamos.
No hizo falta
madrugar demasiado ni agobiarse mucho el primer día. Algo de comer en el
aeropuerto, un placentero viaje en avión durante el cual incluso pudimos
dormitar algo, y muy pronto estuvimos en el Reino Unido. Después, cogimos el
Gatwick Express y nos plantamos en Londres, y muy pronto, en metro, llegamos al
mismo hotel en el que habíamos estado el año pasado, muy cerca del Museo Británico y al lado de una boca de metro. Lo primero que me llamó la atención
esta vez fue el hecho de que en la estación de metro que estaba más cerca de
nuestro hotel había un cartel anunciando la autobiografía de Bruce Dickinson,
el cantante de Iron Maiden. Sinceramente, dudo mucho que alguna vez podamos ver
algo así en nuestro país. Desgraciadamente.
Después de
deshacer los equipajes decidimos ir hacia Hyde Park, por un lado porque el año
pasado no habíamos ido, y por otro porque allí había un megamercadillo de
Navidad, el Winter Wonderland, en el que, además de adornos navideños de
artesanía y comida, también había atracciones para los más pequeños.
Deambulamos por
allí, visitamos todo lo que nos dio tiempo, para luego cenar unas bratswursts y
unas cervezas (recordemos que este tipo de mercadillos son típicos de Alemania)
en un lugar en el que actuaba un dúo que hacía versiones de temas pop bastante
ligeritos. Otra vez al metro y al hotel a descansar.
Segundo día:
El segundo día
madrugamos porque nos apetecía ir a visitar uno de los lugares que el año
pasado habíamos dejado para mejor ocasión: el museo de Sherlock Holmes, en el
221b de Baker Street, que, al menos a mí, me apetecía mucho ver.
Como llegamos
pronto, no tuvimos que tragarnos ninguna cola, así que muy pronto pudimos
entrar a ver una recreación muy chula de lo que serían las habitaciones que
compartieron Holmes y Watson, en la cual todas las piezas son de la época.
Además, en sus pisos superiores, hay un museo de cera con las representaciones
de algunos personajes en su forma más reconocible, pero en la que, sin embargo,
eché de menos alguna de Mycroft Holmes.
Pasamos por la
tienda de recuerdos y en ella nos gastamos poco, pero sí que tuve una primera
tentación de volverme loco gastando.
De allí, nos
metimos en la tienda de los Beatles, que está justo al lado, y también por una
tienda de merchandising musical que está en la acera de enfrente, para gastar
unas pocas libras en música.
De nuevo al
metro, y nos fuimos hacia el barrio de Camden, en el que tampoco habíamos
estado antes, y allí callejeamos, vimos puestos, entramos en tiendas de discos,
de instrumentos, de ropa de cuero, alguna librería… todo ello antes de entrar en el mercadillo,
en el que nos pasamos un rato bastante largo mirando de todo un poco. Después,
otra vez al metro y nos dirigimos hacia el Soho.
Después de
recorrer Oxford Street y de comer unos platos de fish and chips con cerveza artesana en un
pub cercano, entramos en una enorme juguetería de nada menos que seis pisos,
Hamleys, que recorrimos entera, volviendo a nuestra infancia y disfrutando al
ver como los trabajadores hacían demostraciones de juguetes para regocijo de
los niños.
Luego, paseamos por las
calles del Soho, como Carnaby Street, viendo los teatros, mirando escaparates y
entrando en alguna tienda de discos, como Reckless Records. Y caminando,
caminando, llegamos hasta Leicester Square, y allí estuvimos en la tienda de
M&M’s (cuatro pisos), la de Lego (solo dos, qué poca cosa) y en un
mercadillo navideño que había allí.
Desde allí nos
fuimos a Chinatown, y después de patearlo, nos fuimos al metro para ir hacia el
hotel. Cenamos en la misma calle en la que está la boca de metro y a descansar,
que mañana también tenemos mucho que hacer.
Tercer día:
Quisimos
madrugar un poco menos que el día anterior porque lo que queríamos hacer no suponía
demasiado lío: nos apetecía acercarnos hasta la Bermondsey Beer Mile, que, para
quien no lo sepa, es una ruta que recorre la zona en la que se concentran
varias fábricas de cervezas artesanas. Desde luego, no queríamos hacerla
entera, y de hecho, nos conformábamos con ver una o dos fábricas, así que
fuimos a ver The Kernel Brewery, la primera que se abrió allí. Sin embargo,
como C. y yo no seríamos nosotros si nos orientáramos bien a la primera,
primero nos equivocamos de calle y luego pasamos de largo la fábrica.
Por fin llegamos
y uno de los empleados, muy majo, nos la enseñó y la explicó muy claramente. Luego
abrió unas botellas y nos dio a probar tres variedades de sus cervezas, y
también a una pareja de reporteros de Brew TV que estaban por allí.
Salimos de allí
y fuimos a otra fábrica, esta vez a Brew by Numbers, donde después de probar algunas
cervezas, nos tomamos una pinta de una de ellas. Los reporteros volvían a estar
allí, nos propusieron que nos sentáramos con ellos, nos pusimos a hablar… Y a
partir de ese momento, la expedición cervecera estuvo compuesta por cuatro
personas.
Nuestra siguiente
parada fue The Bottleshop, y allí tomamos otra, hablando con ellos de cerveza y
de música. Luego fuimos a otra fábrica cercana, Anspach & Hobday, donde
probamos sus variedades, alguna sorprendente, tomamos una pinta y los
reporteros grabaron una breve entrevista.
Cuando nos
íbamos, una carrera de gente disfrazada de Santa Claus pasó por delante de la
fábrica y en el fragor, C. y yo perdimos a nuestros acompañantes, así que a la
quinta fábrica, la Southwark Brewing Company, fuimos nosotros solos.
Después de esa
última cerveza, como estábamos cerca del Tower Bridge, nos fuimos a comer algo y
ya por la tarde a ver un pequeño mercadillo que había por allí montado. De ahí,
otra vez al metro para ir al hotel a descansar.
Cuarto día:
El domingo era
nuestro día de volver a casa, y amaneció nevando, lo que hizo que nuestras
fotos fueran muy vistosas. Con cuidado de no resbalar, nos fuimos hacia el
Museo Británico, que está cerca del hotel, pasando por delante de la Escuela de
Ciencias Sociales, Historia y Filosofía de la Universidad de Londres.
En el Museo
recorrimos salas que no habíamos visto y alguna que sí, y en la tienda nos
dimos un último homenaje londinense comprando varios libros que sobrecargaron
mi maleta.
A la vuelta al
hotel, nos encontramos que la nieve nos complicaba un poco lo de llegar al aeropuerto,
pero al final lo conseguimos. Eso sí, para encontrarnos con que nuestro vuelo
se cancelaba.
Pero lo que pasó
a partir de ese momento, ya es otra historia…
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