Preparativos:
Una
vez más, la idea original de pasar el doce de octubre tuvo que cambiarse, y
así, de pensar en ir a Sevilla, al final nos decidimos por ir a Barcelona, y el
motivo, esta vez, fue claramente uno económico: los vuelos a Sevilla nos salían
escandalosamente caros, así que nos planteamos un destino más barato. O mejor
dicho, uno en el que los vuelos y el alojamiento nos resultaran más baratos.
Así que la noche del once de octubre nos acostamos pronto, que al día siguiente
había que madrugar.
Día
12:
El
despertador sonó muy temprano el viernes, tal vez demasiado. Pero claro, para
coger el avión a la hora que teníamos pensado, teníamos que coger un autobús
también muy pronto, así que cuando todavía no había amanecido, nos dirigimos a
la estación de autobuses (encontrándonos con un colega por el camino). Un
autobús al aeropuerto, un vuelo que salió con alrededor de media hora de
retraso y a media mañana estábamos en Barcelona.
Pillamos
la Travel Card, una tarjeta turística que nos permitía usar el transporte
público de la ciudad, y nos zambullimos en el metro, muy limpio y eficiente. Llegamos al hotel,
dejamos las maletas en su consigna y a callejear.
Lo
primero que vimos fue que el recinto modernista de San Pau estaba muy cerca del
hotel, así que allí nos dirigimos, para echarle un vistazo, aunque sin entrar.
Luego, nos adentramos en la avenida de Gaudí, que nos llevaría directamente a
la Sagrada Familia, y justo en ella nos encontramos con un antiguo compañero de
instituto. Si es que al final nos encontramos con gente en todas partes.
Llegamos
a la Sagrada Familia, pero en realidad la entrada para verla la teníamos para
el día siguiente, así que simplemente habíamos ido para saber como llegar y
tener claro que se podía llegar sin problemas desde el hotel. Después, buscamos
donde comer y volvimos al hotel a descansar.
Por
la tarde volvimos al metro para acercarnos hasta el Museo Egipcio, no sin antes
pasar por delante de la Casa Milá. En el Museo estuvimos un buen rato
recorriendo sus salas, muy bien explicadas y muy claras. De allí, nos acercamos
hasta la Casa Batlló.
Luego,
después de tanta cultura, nos fuimos hasta una cervecería que nos habían
recomendado para tomar algo, y luego a otra para cenar y seguir tomando birras.
Al metro y al hotel a descansar, que estábamos destrozados.
Día
13:
El
sábado amaneció gris y amenazando lluvia, pero eso no impidió que, después de
desayunar, cogiésemos el autobús para subir hasta el Parque Güell. Como
llegamos antes de la hora a la que teníamos la entrada a la Casa Museo de
Gaudí, estuvimos un rato largo recorriendo el parque y admirando los diseños de
Gaudí. Luego a la Casa Museo, en la que pudimos conocer más la obra de este
artista, y en la que, al final, nos acabamos comprando un par de
libros. No tenemos remedio.
Autobús
otra vez y volvimos al hotel para dejar lo que habíamos comprado. Otra vez al
metro, para acercarnos al centro. En una pastelería compramos unos dulces de
piñones típicos de la fiesta de Difuntos para controlar la gusa. Nos pusimos a
patear la Rambla de Catalunya y entonces vimos un sitio con buena pinta para
tomar una cerveza. Durante el tiempo que estuvimos allí, la lluvia descargó con
fuerza, así que finalmente decidimos comer también allí.
Esquivando
como podíamos la lluvia, salimos de allí en dirección a la Sagrada Familia, y
no nos quedó más remedio que buscar un sitio cerca del templo para poder
tomar un café y esperar a que escampara. Por fin, la lluvia paró y pudimos dar una vuelta
alrededor de la Sagrada Familia antes de entrar. Y justo al dar la vuelta vimos
una tienda de turrones y chocolates de la que habíamos oído hablar y que nos
dio una idea para después de la visita.
Entramos
en la Sagrada Familia y estuvimos un rato muy largo visitándola. La cantidad de
detalles, la simbología, la luz de su interior… todo es muy diferente a
cualquier otra iglesia que podamos conocer. No nos dejó indiferentes.
De
allí salimos y, antes de volver al hotel, nos metimos en la tienda que habíamos
visto antes, que el chocolate también es algo muy interesante, ¿verdad?
Al
hotel al descansar un buen rato, que para el resto del día no tenemos nada
mejor que hacer.
Eran
alrededor de las siete o las ocho cuando volvimos a salir del hotel para
lanzarnos al metro, en dirección al Mercado de la Boquería. Justo salimos del
metro allí mismo y nos dimos cuenta de que el Mercado está justo enfrente del
Museo Erótico. No entramos, que seguro que hubiera sido divertido…
Una
breve mirada a un Mercado que estaba ya cerrando y buscamos una cervecería que
nos habían recomendado para tomar algo. Luego, a otra para, además de tomar
cerveza, cenar algo.
Día
14:
No
madrugamos demasiado, que tampoco había demasiada prisa. Después de desayunar y
de recoger nuestras maletas nos lanzamos al metro por última vez para ir al
aeropuerto. Esta vez el avión salió más o menos a su hora, así que a eso de las
dos y media estábamos en Asturias. Comimos algo rápido, cogimos un autobús y a
las cuatro ya estábamos en casa metiendo ropa sucia en la lavadora.
En
definitiva:
Barcelona
es una ciudad muy chula, con mucho que ver y en la que echamos de menos el tener
algo más de tiempo para visitarla en condiciones. El legado de Gaudí está en
casi cada esquina de la ciudad, y eso hace que sea una ciudad cargada de
encanto.
Mucho
nos tememos que más pronto que tarde vamos a volver…