jueves, agosto 24, 2017

Cuaderno de viaje international edition: Nueva York y Puerto Rico (9-17 de agosto de 2017) Segunda parte



12 de agosto:
A pesar de que acabábamos de ducharnos, cuando nos subimos a la furgoneta que nos llevó al aeropuerto no teníamos muy claro ni qué hora era ni dónde estábamos, así que llegamos en “modo zombi” allí. Facturamos y descubrimos que finalmente vamos a salir en un vuelo anterior, así que decidimos tomárnoslo con tranquilidad. Un café para despejarnos y pronto al avión, que son cuatro horas hasta San Juan, capital de Puerto Rico.
Como volamos antes de lo previsto, nuestro transporte hasta el hotel no estaba preparado, pero pronto lo pudimos solucionar y llegamos a un pintoresco hotel en el Viejo San Juan, mientras veíamos a través de las ventanillas de la furgoneta pintadas contra la presencia estadounidense en Puerto Rico. Nuestra habitación todavía no estaba lista, así que, después de dejar las maletas en la consigna del hotel, nos fuimos a un restaurante cercano que nos habían recomendado para comer algo típico. Nos decidimos por un mofongo de carne y un ponche de la casa para beber, y de postre un bizcocho típico llamado tres leches.
De vuelta al hotel, vimos que en la habitación nos habían puesto una botella de agua y una fresquera llena de hielo, cosa que agradecimos mucho. Nos duchamos y descansamos un rato antes de salir a explorar el Viejo San Juan. Poco a poco fuimos viendo el distrito histórico de la ciudad, paseando, por ejemplo, por el Paseo de la Princesa, donde ese día había un mercadillo de artesanía, y viendo a un saxofonista que tocaba en la calle con mucho arte. Por la noche, antes de cenar, nos fuimos a un sitio en el que se comercializaba todo tipo de tabaco, pero en el que también se podía beber, y empezamos a conocer las cervezas locales, en este caso la Magna. Luego, fuimos a cenar a un restaurante italiano donde tomamos unas empanadillas y un calzone, también con cerveza.

13 de agosto:
Aunque no madrugamos tanto como cuando estábamos en Nueva York, sí que nos levantamos más o menos pronto para desayunar en el hotel y luego acercarnos hasta una playa cercana, justo delante del Capitolio de Puerto Rico, en la que estuvimos un rato no muy largo antes de volver al hotel, ducharnos y seguir conociendo la gastronomía de la isla en un restaurante cercano en el que las paredes estaban decoradas como si fuesen las páginas de un cuaderno y en el que nos informaron de que todos los martes por la tarde (y hasta la madrugada)  hay lecturas poéticas. Comimos un mero y bebimos cerveza Medalla, aunque luego, en lugar de decantarnos por un postre típico nos tomamos un postre que nos resultó mucho más decepcionante de lo que esperábamos.
Después de descansar en el hotel, porque el calor era muy grande, volvimos a recorrer el Viejo San Juan, pasando por sitios como la Universidad Carlos Albizu o la Plaza Mayor y viendo a un violinista que tocaba temas como el “Despacito”. Después, cenamos unas arepas de pescado y bebimos una cerveza Medalla para luego tomar un trozo de tarta de queso con guayaba. Tomamos una piña colada y una margarita en un local cercano al hotel, y luego fuimos hacia allí para descansar.

14 de agosto:
De nuevo madrugamos un poco para ir la playa, a la que se llega pasando por la plaza de Colón, y el rato que estuvimos allí lo pasamos sobre todo bañándonos en las cálidas aguas de la costa puertorriqueña. De vuelta al hotel a ducharnos para después salir a comer. Esta vez optamos por un restaurante en el que pincharon el “Despacito” tres veces seguidas (¿qué música tendrían el año pasado?), y allí comimos un mofongo de pescado regado con cerveza Medalla y de postre un flan de coco. Luego, al hotel a descansar y dejar que pasen las horas de más calor.
Por la tarde seguimos recorriendo el Viejo San Juan, pasando por una librería que nos había llamado la atención el día anterior, en la que me compré un par de libros de literatura puertorriqueña de los que puede que os hable más adelante. Después de hacer algunas compras más, fuimos al hotel a dejar lo que habíamos comprado y volvimos a salir a pasear por el barrio viejo, subiendo más hacia el norte. Una inesperada lluvia nos llevó a refugiarnos en un pequeño bar en el que seguimos degustando las cervezas locales. Luego, nos acercamos a un restaurante cercano al hotel para cenar, en este caso unos surullitos de maíz y una ropavieja con tostones, todo ello con cerveza. Volvimos al hotel a descansar.

15 de agosto:
Como no nos apetecía ir a la playa, nos levantamos con el tiempo justo para ducharnos y desayunar, justo antes de salir a recorrer el Viejo San Juan y hacer algunas compras. Sin embargo, antes de eso pudimos ver un desfile militar que pasó por delante del hotel y durante el cual una de las chicas que trabajaban en la recepción se refirió a los soldados como unos “idiotas colonizados”.

Esa mañana decidimos recorrer las fortificaciones, viendo su entrada y algunos de los castillos que se encuentran en la zona. Luego, comimos en un sitio por delante del cual habíamos pasado anteriormente unas masitas de dorado y un arroz con marisco, acompañados de cerveza Magna. De postre tomamos unos flanes de vainilla y de queso que compartimos.
Por la tarde seguimos recorriendo el barrio, recorriendo la muralla por su parte interior mientras escuchábamos el canto de los coquíes, que es como se conoce a las ranas que viven aquí. Durante este largo paseo pudimos ver pintadas contra la presencia estadounidense, y nos acercamos al Convento carmelita, a la iglesia de San José, por la que ya habíamos pasado esa mañana, o por la Catedral de San Juan. Y también pasamos por la residencia del Gobernador y por el Museo de Las Américas, donde estuvimos hablando con su guarda.
Antes de volver al hotel pasamos por el café en el que habíamos comido el domingo para cenar un mero regado con cerveza Magna, justo antes de disfrutar de las lecturas poéticas que había esa noche. Después, al hotel de nuevo, que mañana volvemos a casa.

16 de agosto:
Después de desayunar, al aeropuerto, para viajar durante cuatro horas a Nueva York. Allí, unos sándwiches de pastrami nos hicieron soportar hasta la hora de nuestro vuelo a Madrid (otras ocho horas).
Era por la mañana en España cuando tocamos tierra en Madrid, y en Barajas todavía tuvimos que esperar un rato para coger nuestro autobús, rato durante el cual, conocimos a una chica colombiana que estaba esperando a sus padres que llegaban de su país y que nos contaba que había estudiado en el mismo colegio que Sofía Vergara.
Por fin nos subimos al bus, pero todavía viajamos más de seis horas hasta Oviedo, porque, por un motivo que aún no entendemos, el autobús que sale de Barajas después está parado tres cuartos de hora en la Estación Sur de Autobuses. El cansancio de tanto viaje hizo que al día siguiente nos despertásemos a eso de la una de la tarde.

Conclusión:

Tanto Nueva York como el Viejo San Juan son dos sitios de los que nos enamoramos y a los que prometemos volver más pronto que tarde. 
Y os lo contaremos.

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