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lunes, febrero 24, 2020

Comercio de armas: la economía de la muerte


La venta de armas mueve cada año grandes cantidades de dinero, a la vez que ocasiona la muerte de cientos de miles de personas.

Entre las muchas actividades económicas que existen en el mundo, una de las más importantes es el comercio. Y una de sus vertientes más lucrativas es el comercio de armas. Sin embargo, la venta de armas no se limita solo a la venta legal, sino que el comercio ilegal es, si cabe, mucho más importante desde el punto de vista económico que el legal.

El comercio legal de armas

A nivel internacional, el comercio de armas en general está controlado por los Estados Unidos, Rusia, el Reino Unido y Francia, aunque países como Bélgica o España también tienen importantes intereses en él. En lo que se refiere concretamente a las armas ligeras, este comercio está controlado de nuevo por los Estados Unidos, seguidos de Italia. En general, los países del llamado G-8 son los principales exportadores de munición y materiales para los conflictos armados del mundo.
Durante el año 2002 hubo alrededor de seiscientos millones de armas ligeras y de pequeño calibre en el mundo, que fueron responsables de unas 300.000 muertes en conflictos armados, sobre todo en el Tercer Mundo. Y las municiones para estas armas ligeras también proceden del mundo desarrollado y, por ejemplo, España es el octavo exportador mundial de este tipo de municiones, y el primero en exportarlas hacia el África Subsahariana.
Se produce así una interesante paradoja y es que las mismas armas que matan a personas en los países subdesarrollados alimentan a familias "respetables" en el Primer Mundo.

El comercio ilegal de armas

A los lugares a los que el comercio legal de armas no puede llegar debido a la existencia de restricciones o embargos, llega el tráfico ilegal, que suministra armamento a países sometidos a embargo, a guerrillas y a grupos terroristas.
A partir de 1989, con el final de la Guerra Fría, quedó un enorme stock de armamento, tanto de procedencia norteamericana como de procedencia soviética, que en ese momento resultaba innecesario a corto plazo. De este modo, ese armamento empezó a ser utilizado como un elemento de intercambio en el mercado negro, comerciando ilegalmente con unas armas que llegaron a zonas en conflicto, sobre todo en África, donde se venden con el beneplácito de gobiernos corruptos y de empresarios sin escrúpulos. De hecho, los alrededor de treinta conflictos armados que hay en el mundo, sobre todo en África y Asia, son el mercado ideal para este tipo de armas.
Este tráfico ilegal está facilitado por dos circunstancias: Por un lado, por una globalización que pone a disposición de los traficantes los instrumentos necesarios para contactar con los potenciales compradores (y viceversa), y por otro lado, por la corrupción de los países del Tercer Mundo, que es la que permite desarrollar ese comercio. Se desarrollan así unos intercambios totalmente incontrolables, que permiten que haya millones de armas ilegales en el mundo.
En América Latina este tráfico ilegal está fortaleciendo las estructuras del crimen organizado. Por ejemplo, en México, la entrada de armas ilegales procedentes de los Estados Unidos, gracias a una corrupción que está a ambos lados de la frontera, está permitiendo que los cárteles de la droga se armen. En Brasil, por su parte, la entrada ilegal de armas está facilitada por la falta de integración entre el ejército y la Policía Federal, que son las fuerzas encargadas de controlar el tráfico de armas en el país.

El tráfico de armas y los derechos humanos

Como hizo notar Roberto Saviano en su obra Gomorra, de la misma manera que el precio de la comida en un restaurante de la cadena Macdonald's sirve para conocer el nivel de desarrollo del país en que dicho restaurante se encuentre (es lo que los analistas conocen como "índice Big Mac"), el precio al que se puede obtener una metralleta AK-47, el célebre Kaláshnikov, permite saber hasta qué punto se violan los derechos humanos en determinados países. De esta manera, cuanto más corrompido se halle un Estado, menos dinero hará falta para obtener esa arma.
Baste un ejemplo: en Yemen se pueden adquirir AK-47 usados por tan solo seis dólares.

Rifle de asalto AK-47.
Imagen de dominio público de Ickybicky tomada de aquí.


Este texto fue publicado originalmente en la web www.suite101.net el 4 de abril de 2011.


miércoles, diciembre 18, 2019

Ni logos ni shock


Este año va a ser el año que más haya leído en toda mi vida. De hecho, cuando todavía faltan un par de semanas para que el año finalice, ya leí más de lo que nunca había leído. De entre todos los libros que cayeron en mis manos, los que marcaron el principio y el final del verano fueron dos de los libros más importantes escritos por la periodista y activista canadiense Naomi Klein, No logo, y La doctrina del shock.
En estos dos libros y con un compromiso social muy claro, la autora nos deja claras una serie de cuestiones que nos deben hacer reflexionar sobre el funcionamiento del capitalismo en la actualidad.
En No logo, la autora nos habla del poder de las marcas a la hora de incentivar el consumismo en la gente, así como de la explotación a la que someten a sus trabajadores. Con este texto, la autora nos presenta una reflexión muy interesante sobre las estrategias de las marcas para conseguir que los consumidores las adquieran. Pero además, también nos advierte de las estrategias de explotación laboral que llevan a cabo, y nos explica que, cuando los consumidores las conocen, también son más conscientes de que esas compañías no son totalmente de fiar.
Por su parte, en La doctrina del shock, la autora nos explica cómo las teorías de libre mercado preconizadas por Milton Friedman y la Escuela de Chicago ffque fueron llevadas a cabo en momentos de crisis extrema que permitieron aplicar medidas económicas impopulares en sociedades que veían que esas teorías eran la única salida viable a corto plazo. Así, a través del ejemplo de lo que pasó tras catástrofes como el huracán Katrina o el tsunami de Indonesia de 2004, nos explica el modo en el cual se aplicaron esas medidas aprovechando que la población no tenía manera de oponerse. Pero también explica cómo esas teorías económicas se aplicaron en contextos dictatoriales, como el Chile de Pinochet, cuando la represión de la dictadura evitaba cualquier tipo de protesta por parte de la ciudadanía.
En definitiva, dos libros muy interesantes que nos servirán como herramientas para reflexionar sobre la actualidad y que nos ayudarán a entender mejor cómo funciona el mundo.
Vale la pena leerlos.  

viernes, mayo 19, 2017

Cocinando explotación


Hola a todo el mundo:
Supongo que habréis escuchado que hace algunas semanas varios chefs de prestigio reconocieron que tienen a becarios (me niego a utilizar la palabra en inglés que ellos usan) trabajando para ellos a cambio de nada, o, como mucho, de un alojamiento precario. Vergonzoso, ¿verdad?
No voy a ser tan maniqueo de olvidar que esas condiciones laborales se dan en otros muchos sectores económicos, o que incluso yo mismo llegué a trabajar en condiciones similares. Pero tampoco voy a dejar de decir que esos chefs de prestigio no están trabajando por sueldos “normales”, sino que cobran sueldos elevados, o que a sus clientes les están cobrando precios muy elevados. Y tan elevados son tanto sus sueldos como las cuentas que su clientela abona, que incluso de ellos se ha podido comprar una vivienda muy, pero que muy cara, a la vez que dice que, si todos sus trabajadores cobraran, su negocio no sería viable. Entonces, sí que creo que es destacable la hipocresía y, sobre todo, la falta de ética.
¿Por qué digo esto? Pues porque en realidad, ese chef no nos está diciendo que su negocio no sea viable sin trabajadores no remunerados, sino que los niveles de ganancia y enriquecimiento a los que él aspira no se podrían alcanzar si pagase a sus trabajadores. Entonces el problema no es tanto el modelo de negocio que busca, sino el enriquecimiento que quiere conseguir.
Ahí veo yo el problema.
Foto de David Monniaux (2005) tomada de aquí.

lunes, febrero 27, 2017

La lucha continúa



Desde hace ya algunos años, vemos cómo en determinados medios de comunicación se habla de que determinados colectivos de trabajadores son unos “privilegiados”. Por sus sueldos, sus vacaciones o sus condiciones laborales, tanto da. Pero son unos privilegiados. Sin embargo, una reflexión no excesivamente profunda ya debería hacernos dudar de los supuestos privilegios de esos trabajadores.
En primer lugar, porque, en un sistema capitalista como el nuestro, ningún trabajador va a ganar más de lo que produce. Incluso si, como creo, el concepto de plusvalía sigue siendo válido, podemos decir que gana muy por debajo de la riqueza que produce. Luego, la formación del trabajador, sus niveles de responsabilidad o los riesgos que debe asumir pueden hacer que el sueldo suba, pero, con todo, siempre estaría por debajo de lo que ese trabajador produce.
En segundo lugar, porque los supuestos “privilegios” no son tales. Son derechos ganados tras años de reivindicación de unas condiciones laborales dignas que permitan al trabajador ganar lo suficiente para vivir y, de paso, para poder ahorrar y tener tiempo libre para gastar esos ahorros. Y ese gasto es el que permite que la economía continúe funcionando.
Desde mi punto de vista, cuando se habla de privilegios se hace con la intención de dividir a los trabajadores, atomizando su lucha y sus reivindicaciones. Si se dice que hay un colectivo de privilegiados, se hace que otros trabajadores explotados los miren mal, olvidando que la lucha de unos trabajadores es la lucha de todos, que las reformas laborales afectan a todos los colectivos, y que las concesiones hechas por un colectivo serán, finalmente, las que darán medida de las que tendrán que hacer otros colectivos después.  
Sigue existiendo una clase trabajadora, y la lucha de un colectivo es la de todos los que formamos parte de esa clase, porque todos somos trabajadores y todos tenemos derechos a los que no debemos renunciar y por los que debemos luchar.
¿Puede haber frase más condescendiente e insultante para un trabajador que “al menos tienes trabajo”? ¿Acaso nos atreveríamos a decirle a una mujer maltratada “al menos tienes pareja”? Pues de la misma manera que tener pareja no es motivo para soportar el maltrato, el tener trabajo no nos obliga a aceptar malos sueldos, horarios excesivos ni malas condiciones laborales.
Nunca lo olvidemos. 

Medalla concedida por una empresa de hidrocarburos a un trabajador tras veinticinco años trabajando con ellos.