Menos mal. Ya pensaba que el tema de la semana iba a ser que Zapatero no tenía del todo claro cuál es el precio del café. Porque el martes se prestó a participar en un programa de televisión en el que la peña le hizo preguntas y un caballero procedente de Navarra le preguntó si sabía cuánto cuesta un café. Ante la respuesta del Presidente de que "Unos ochenta céntimos, más o menos", el hombre le respondío que eso lo costaba en los tiempos del abuelo Patxi. Teniendo en cuenta que ochenta céntimos es lo que cuesta el café en la cafetería del Congreso, que no hay que buscar demasiado para encontrar sitios donde cuesta alrededor de ese precio, que el precio normal ronda los noventa y cinco céntimos o el euro, o poco más (lo que cuadraría bien con el "más o menos" que dijo, aunque, como en todo, depende mucho de los sitios), y que, puestos a ponernos tiquismiquis, en cualquier máquina de café podemos tomarnos uno por mucho menos (y os lo dice alguien que se ha tomado cafés en docenas de máquinas), no me parece que la cuestión merezca que se le dé la importancia que se le ha dado en los medios (además, ¿alguien se molestó en saber si ZP toma café?).
Pero, afortunadamente, el juicio del 11-M nos ha dejado un tema más jugoso. El otro día testificó el responsable de la policía en aquellos tiempos, y actualmente eurodiputado por el PP. El buen señor dijo que un policía le había dicho que había pruebas de que ETA tenía que ver con los atentados. Pero, en lugar de decir el nombre del policía o presentar alguna prueba, prefirió no hacerlo.
Yo, malpensado por naturaleza como soy, creo que mentía. Porque si fuera verdad y presentara pruebas, daría alas a los representantes de la teoría de la conspiración y demostraría que ETA es mucho peor de lo que ya de por sí es, y entonces empezaríamos a oir que si el Gobierno actual está pactando con los responsables del 11-M, y el PP, apelando una vez más a argumentos emotivos, podría ganar mucho más.
Sin embargo, la mentira tiene la virtud de sembrar la duda. Y si encima no da más datos amparándose en la protección del testigo, queda bien. Y todo ello evitaría que quedara demostrado lo más evidente: Que el anterior Gobierno minimizó el peligro del terrorismo islamista, obcecados como estaban en considerar un único (pero no por único menos grave) peligro.
Pero, afortunadamente, el juicio del 11-M nos ha dejado un tema más jugoso. El otro día testificó el responsable de la policía en aquellos tiempos, y actualmente eurodiputado por el PP. El buen señor dijo que un policía le había dicho que había pruebas de que ETA tenía que ver con los atentados. Pero, en lugar de decir el nombre del policía o presentar alguna prueba, prefirió no hacerlo.
Yo, malpensado por naturaleza como soy, creo que mentía. Porque si fuera verdad y presentara pruebas, daría alas a los representantes de la teoría de la conspiración y demostraría que ETA es mucho peor de lo que ya de por sí es, y entonces empezaríamos a oir que si el Gobierno actual está pactando con los responsables del 11-M, y el PP, apelando una vez más a argumentos emotivos, podría ganar mucho más.
Sin embargo, la mentira tiene la virtud de sembrar la duda. Y si encima no da más datos amparándose en la protección del testigo, queda bien. Y todo ello evitaría que quedara demostrado lo más evidente: Que el anterior Gobierno minimizó el peligro del terrorismo islamista, obcecados como estaban en considerar un único (pero no por único menos grave) peligro.