miércoles, junio 29, 2016

A la izquierda de la izquierda



El resultado de las elecciones del domingo nos dejó a tod@s bastante descolocad@s. Nadie podía esperar que un partido corrupto y totalitario como el Partido Popular, que tanto daño ha hecho a nuestro país, pudiera mejorar sus resultados de forma tan clara. Sin embargo, lo que me parece más relevante no es eso, sino la progresiva pérdida de relevancia de la izquierda.
El Partido Socialista se mantiene como segunda fuerza, pero perdiendo cinco escaños con respecto a diciembre y obteniendo un resultado cada vez peor. Y creo que sería el momento de que pensaran cómo deben enfocar ese hecho.
Sigo considerándome socialdemócrata, pero cada vez me resulta más difícil reconocer al PSOE y a otros partidos similares europeos como tales, porque me da la sensación de que han olvidado sus raíces obreras y de defensa de los trabajadores para adoptar unas formas más cercanas a las de los partidos más “centristas”. Eso les está llevando a perder buena parte de su base social, y está propiciando el crecimiento de partidos diferentes. Por eso, creo que dentro del partido debería plantearse un debate para ver por dónde debería continuar su evolución, lo que podría, desde mi punto de vista, abocar hacia la refundación del PSOE.
Por su parte, Podemos e Izquierda Unida, unidos para estas elecciones en Unidos Podemos, tampoco consiguen consolidarse del todo como referentes de la izquierda. Sí es verdad que asumen más el rol de defensores de los trabajadores y de los desfavorecidos, pero en ocasiones lo hacen a través de una retórica que parte demasiado de ideas marxistas que mucha gente puede considerar trasnochadas o incluso vacías de contenido. No me entendáis mal, no digo que el marxismo haya perdido toda su validez como instrumento de análisis de la sociedad (de hecho, sigo pensando que estaría bien que más gente se leyera a Marx para entender muchas cosas), pero sí opino que habría que buscar maneras de transmitir esos mensajes de manera que calaran mejor en la sociedad y “asustaran” menos a los potenciales votantes.
Mientras la izquierda no asuma estas realidades, tenemos Rajoy para rato.
Desgraciadamente.

martes, junio 28, 2016

Brujería de la buena



Cuando hace algunos meses estuve en Londres, en el metro vi carteles de una película que, en versión original, se titulaba The vvitch. El tono oscuro de esos carteles me hizo suponer que se trataba de una película de terror y mi afición al terror me llevó a querer verla. Sin embargo, estaba seguro de que esa película no se iba a estrenar en nuestro país.


Pero, por suerte para mí, me equivocaba, se estrenó, con el título de La bruja y un considerable éxito. Y, por supuesto, la vi. En realidad, creo que no es del todo una película de terror, sino más bien una película de suspense, pero sí que está muy bien hecha.
A través de unas imágenes muy oscuras que crean unas atmósferas opresivas, se nos presenta la historia de una familia que vive cerca de un bosque de la Nueva Inglaterra del siglo XVII, con todo el peso que la religión (y el fanatismo) tenía en esas gentes en ese momento. Por eso, cuando las desgracias empiezan a ocurrirles, buscan explicaciones sobrenaturales que les van convenciendo cada vez más de que han sido embrujados, hasta que, poco a poco, esa convicción se adueña de todos los miembros de la familia. Y, por supuesto, no os voy a contar más.
Solo que es una peli que vale la pena ver.

lunes, junio 27, 2016

Pero… ¿qué ha pasado?



Ayer mismo hubo nuevas Elecciones Generales, y el resultado fue de todo menos el esperado, tal vez porque todos nos creímos unas encuestas que, al final, no sirvieron de nada.
Todo el mundo suponía que el Partido Popular iba a volver a ganar, pero nadie creyó que lo haría con tanta contundencia, e incluso ganando varios escaños con respecto a diciembre. Eso demuestra la enorme tolerancia a la corrupción que tienen los votantes de este partido, a quienes no afectan ni la corrupción ni las formas totalitarias de Rajoy y compañía.
El Partido Socialista continuó hundiéndose un poco más cada vez, pero no tanto como se esperaba, lo que, contra todo pronóstico, ha servido para consolidar a Pedro Sánchez como su líder y al partido como la principal fuerza de la oposición.
Unidos Podemos sacó exactamente los mismos escaños que en diciembre habían conseguido Podemos e Izquierda Unida por separado. Sin embargo, si recordamos cómo funciona la ley electoral en nuestro país, nos daremos cuenta de que, en realidad, eso significa que perdieron más de un millón de votos, tal vez de votantes de Izquierda Unida que no vieron con buenos ojos la alianza con Podemos y que se quedaron en casa o votaron a otros partidos. O incluso puede que fuesen personas que empezaban a hartarse de la arrogancia de Iglesias y los suyos. Ahora el partido y, sobre todo, su cúpula deben llevar a cabo una labor de autocrítica que les permita darse cuenta de en qué fallaron para no volver a cometer los mismos errores.
Ciudadanos bajó mucho, seguramente debido a que muchos antiguos votantes del PP que se sintieron decepcionados después del acuerdo con el PSOE al que se llegó después del 20-D decidieron volver “al redil” y votar de nuevo a Rajoy. Ciudadanos ya no es tan determinante como se creían, pero aún así puede tener cierto peso a la hora de buscar apoyos para gobernar.
El escenario que se nos presenta ahora, aunque parece tan fragmentado como el que nos encontramos en diciembre, no lo es tanto. El PP se consolida como primera fuerza del país y el PSOE como principal fuerza de la oposición (me cuesta considerarlo un partido de izquierdas). Podemos continúa siendo importante, pero no tanto como esperaban, aunque cabe la posibilidad de que llegue a serlo más adelante.
Tal vez, vistos los resultados de esta última convocatoria electoral, los partidos se muestren más proclives a llegar a acuerdos, para evitar empeorar sus resultados (y mejorar los de un Partido Popular a cuyos votantes dan igual los desmanes hechos durante los últimos años, la corrupción y la incompetencia del Gobierno).
Estemos atent@s...

viernes, junio 24, 2016

Menos Europa



Hoy es sábado, y es el día después de uno de los días más trágicos para la Unión Europea desde su fundación: ayer se supo que el Reino Unido ha votado “sí” al “Brexit”, su salida de la Unión. Y eso a mí me parece muy grave, sobre todo después de mi reciente visita a Londres que, como sabéis, me convirtió en un anglófilo convencido.
En primer lugar, tenemos que recordar que el Reino Unido siempre ha sido el socio euroescéptico de la Unión. Ni asumió el euro como moneda ni firmó el Tratado de Schengen sobre libre circulación de personas, así que siempre ha tenido ese carácter independiente que lo diferenciaba de los demás países de la Unión. Pero, sin embargo, eso no impedía que su economía se viese beneficiada por pertenecer a un espacio económico unido, igual que ese país se convertía en un buen destino para trabajadores comunitarios.
Sin embargo, las políticas de la Unión, que han impuesto una austeridad suicida han sido muy dañinas para muchas personas, normalmente de clase obrera. Esa misma clase obrera es la que, en muchos casos, ha nutrido de votos a los partidos ultraderechistas, como el UKIP en el Reino Unido, que son tradicionalmente euroescépticos. Esa llegada de votos a los ultraderechistas desde la clase obrera se explica también por la deriva hacia la derecha de los partidos socialdemócratas (el Partido Laborista británico) y por la pérdida de peso de los partidos comunistas, como bien explica Owen Jones en su primer libro. De hecho, los partidos favorables al Brexit apelaron al descontento de las clases trabajadoras ofreciéndoles, como siempre hace la ultraderecha, no soluciones, sino respuestas fáciles y otra gente a la que culpar, en este caso a la inmigración. Y así se explica que sea precisamente el voto obrero el que ha dado a los partidarios del Brexit la victoria.
La primera consecuencia en el Reino Unido será la dimisión del Primer Ministro británico, David Cameron, que se fiaba de que saldría el “No” al Brexit para intentar contener las disensiones internas en su propio partido. Sin embargo, la cosa no salió como él esperaba.
En segundo lugar, los escoceses se sienten engañados. Hace unos meses votaron en referéndum que querían seguir formando parte del Reino Unido para poder quedarse dentro de la Unión Europea. Ahora Escocia, donde el voto por el “No” al Brexit fue mayoritario, va a encontrarse fuera de la Unión. A no ser, claro, que se independice de verdad. Seguro que, de haber conocido este desenlace de antemano, hubiesen votado otra cosa en el referéndum de independencia.
Lo mismo pasó en Irlanda del Norte, donde también fue mayoritario el voto por el “No”. Allí podría darse el caso de que se quisieran independizar del Reino Unido para unirse a Irlanda, que forma parte de la Unión. Entonces podemos llegar a la conclusión de que este referéndum deja un Reino Unido dividido a nivel social que puede llegar a dividirse realmente desde el punto de vista territorial, con intenciones secesionistas. Owen Jones decía en su artículo de ayer que el Reino Unido se enfrenta a su mayor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial.
Para la Unión las consecuencias pueden ser muy graves. En primer lugar, nos encontramos ante una situación inédita. Nunca antes había pasado esto, y ahora hay que ver de qué manera se puede encarrilar este deseo británico de abandonar la Unión. De momento, se aboga por una salida rápida, en alrededor de dos años. Pero en ese tiempo, habrá que ver qué se hace para que el trámite sea lo menos “doloroso” posible.
Pero además, los partidos ultraderechistas del resto de Europa, como el Frente Nacional francés o la Liga Norte italiana, se han tomado esta derrota del europeísmo como una victoria propia, y ahora abogan por referendos en sus respectivos países.
No sé lo que puede pasar, pero creo que se abre un período de incertidumbre.
Eso sí, al menos mi adorado Londres votó mayoritariamente por seguir en la Unión…

Unas nuevas elecciones



Pues sí. El domingo nos toca volver a votar. Después de medio año de idas y venidas, de intentar pactar sin que se note que, en realidad, no hay una voluntad real de hacerlo, la inacción de unos y la falta de capacidad para llegar a acuerdos de otros nos lleva a tener que volver a participar en la “fiesta de la democracia”.
Y qué queréis que os diga. No tengo ni la más remota idea de a quién voy a votar. Podría votar al Partido Popular, el partido que, presumiblemente, va a ser el más votado. Pero yo nunca votaría a un partido que ha hecho tanto daño a nuestro país, con su reforma laboral, sus recortes, su incompetencia, su corrupción… No creo que sea digno de mi confianza. Ni de la de nadie, en realidad.
Luego está el Partido Socialista, un partido al que he votado mucho. No en vano, me sigo considerando socialdemócrata. El problema es que cada vez me cuesta más reconocer algo de socialdemocracia en ese partido. Su actuación durante los últimos años de Zapatero sigue pesando, y la figura de Pedro Sánchez sigue sin inspirarme confianza. Así que, va a ser que no les voy a votar.
Después tenemos a Ciudadanos, un partido que cambia de ideología según sople el viento. De mostrarse cercano al PP, pactó con el PSOE y ahora parece que vuelve a posicionarse cerca del PP. Total, que no los voy a votar.
Y por último tenemos a Unidos Podemos, la unión de Podemos e Izquierda Unida. Izquierda Unida siempre ha sido el partido al que votaba cuando el PSOE me decepcionaba, y Alberto Garzón me parece un tipo inteligente y con cabeza, algo cada vez más extraño en nuestros políticos. Sin embargo, su unión con Podemos me deja sin referentes, porque, aunque puedo estar de acuerdo con Podemos en muchas cosas, su “culto al líder” con la figura de Pablo Iglesias como central en todo me sigue echando para atrás. Eso sí, sigo considerando que la unión era lógica.
En definitiva, que sigo sin saber a quién voy a votar. Lo que sí tengo seguro es que voy a votar, porque no voy a dejar que nadie decida por mí.