miércoles, agosto 20, 2014

Reflexionemos un poco

Hola a tod@s:
Comos dije en mi texto anterior, voy a poneros aquí un par de fragmentos de 1984, de Orwell (traducción de Rafael Vázquez Zamora para la edición de Planeta de 2001), para después plantearos algunas reflexiones al respecto:

“(…) Desde entonces, la guerra había sido continua, aunque hablando con exactitud, no se trataba siempre de la misma guerra (…). Por ejemplo, en este momento, en 1984 (si es que efectivamente era 1984), Oceanía estaba en guerra con Eurasia y era aliada de Asia Oriental. En ningún discurso público ni conversación privada se admitía que estas tres potencias se hubieran hallado alguna vez en distinta posición cada una respecto a las otras. Winston sabía muy bien que, hacía sólo cuatro años, Oceanía había estado en guerra contra Asia Oriental y aliada con Eurasia. Pero aquello era sólo un conocimiento furtivo que él tenía porque su memoria “fallaba” mucho, es decir, no estaba lo suficientemente controlada. Oficialmente, nunca se había producido un cambio en las alianzas. Oceanía estaba en guerra con Eurasia; por tanto, Oceanía siempre había luchado contra Eurasia (…).

El Partido dijo que Oceanía nunca había sido aliada de Eurasia. Él, Winston Smith, sabía que Oceanía había estado aliada con Eurasia cuatro años antes. Pero, ¿dónde constaba ese conocimiento? Sólo en su propia conciencia, la cual, en todo caso, iba a ser aniquilada muy pronto. Y si todos los demás aceptaban la mentira que impuso el Partido, si todos los testimonios decían lo mismo, entonces la mentira pasaba a la Historia (…).”

“(…) - ¡Camaradas! – exclamó una voz juvenil y resonante –. ¡Atención, camaradas! ¡Tenemos gloriosas noticias que comunicaros! Hemos ganado la batalla de la producción. Tenemos ya todos los datos completos y el nivel de vida se ha elevado en un veinte por ciento sobre el del año pasado. Esta mañana ha habido en toda Oceanía incontables manifestaciones espontáneas; los trabajadores salieron de las fábricas y de las oficinas y desfilaron, con banderas desplegadas, por las calles de cada ciudad proclamando su gratitud al Gran Hermano por la nueva y feliz vida que su sabia dirección nos permite disfrutar (…).

(…) Por lo visto, había habido hasta manifestaciones para agradecerle al Gran Hermano el aumento de la ración de chocolate a veinte gramos cada semana. Ayer mismo, pensó [Winston], se había anunciado que la ración se reduciría a veinte gramos semanales. ¿Cómo era posible que pudieran tragarse aquello, si no habían pasado más que veinticuatro horas? Sin embargo, se lo tragaron. Parsons lo digería con toda facilidad, con la estupidez de un animal. El individuo de las gafas con reflejos, en la otra mesa, lo aceptaba fanática y apasionadamente con un furioso deseo de descubrir, denunciar y vaporizar a todo aquel que insinuase que la semana pasada la ración fue de treinta gramos. Syme también se lo había tragado (…). ¿Es que sólo él, Winston, seguía poseyendo memoria? (…)”.

Interesante, ¿verdad? Ahora, pensemos un momento, aunque nos duela. ¿En algún momento hemos asistido a ejemplos de cinismo y propaganda como estos? Claro que sí.
Podemos pensar en varios ejemplos, pero vamos a centrarnos en uno. Porque los escuchamos cuando nuestro actual Presidente, entonces en la oposición, criticaba al Gobierno anterior por subir el IVA al 18% y, sin embargo, ahora nos vende como un éxito tener el IVA al 21%. Todo eso con el beneplácito de sus medios de comunicación afines, dignos trasuntos reales de los que escribían al dictado del Ministerio de la Verdad orwelliano.
Si es que, con sentido crítico, todas las lecturas pueden relacionarse con nuestra situación actual.

martes, agosto 19, 2014

Abajo el Gran Hermano

Hola a todo el mundo:
Como ya os dije hace un par de semanas, el verano es un buen momento para releer esos libros que nos gustaron y que tenemos ganas de volver a leer. Y precisamente, esa es una de las cosas a las que me estoy dedicando, y si hace algunas semanas me volví a leer Cien años de soledad, estos últimos días me volví a leer 1984, de George Orwell, un libro que conviene releer de vez en cuando y que, además, es muy apropiado para estos tiempos.
Como supongo que ya sabéis, George Orwell, pseudónimo de Eric Arthur Blair (1903-1950) es uno de los autores más interesantes del siglo XX en lengua inglesa, y además es un ejemplo de compromiso con la realidad, como se vio por luchar como voluntario en las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil española. Pero también es un autor muy interesante porque la suya fue una militancia crítica, de forma que, si bien había sido comunista, con el tiempo sus posiciones se fueron mostrando cada vez más contrarias a la evolución del llamado socialismo real, y, precisamente, sus obras más conocidas, 1984 y Rebelión en la granja, son aceradas críticas al totalitarismo stalinista.
Sin embargo, el interés de estas obras va mucho más allá de la mera crítica a un sistema político, y nos pueden hacer reflexionar sobre nuestra realidad actual, como intentaré demostraros con un texto que escribiré partiendo de un par de fragmentos.
Pero, de momento, vamos a limitarnos a hablar de 1984. Por si alguien no sabe de qué va, es una obra distópica en la que el autor nos habla de un lugar, Oceanía, en el que se sufre la dictadura del IngSoc (socialismo inglés), bajo la continua y omnipresente vigilancia del Gran Hermano. En este contexto, Winston Smith, un funcionario del Ministerio de la Verdad, inicia una pequeña acción de rebeldía al empezar a escribir un diario en el que expresa sus dudas sobre el sistema. La descripción del sistema y de las dudas de Winston abarcan toda la primera parte de la novela.
En la segunda parte nos cuentan la relación que Winston inicia con Julia, una joven rebelde, y también como poco a poco los dos se empiezan a considerar una “resistencia de dos” frente al Gran Hermano. Poco a poco, se van acercando a La Hermandad, la supuesta resistencia organizada contra el Gran Hermano. En esta parte es muy interesante el capítulo IX, en el que ellos van leyendo el Libro, supuestamente escrito por Goldstein, Némesis del Gran Hermano, y de esta lectura ellos extraen la conclusión de que todo el sistema está corrupto. Esta parte termina cuando son sorprendidos por las autoridades.
La tercera y última parte nos narra la tortura que Winston sufre para “reeducarlo”, y finaliza con su total conversión en alguien “aceptable”.
Este libro es todo un texto que nos debe mover a la reflexión, porque, como dije antes, va mucho más allá de la crítica al stalinismo, y lo que podemos leer en él lo podemos aplicar a muchos otros regímenes, incluso democráticos.
Leedlo si todavía no lo habéis hecho.

Por cierto, aquí os dejo el programa de radio de un colega, hablando de la versión cinematográfica de este libro:

domingo, agosto 17, 2014

Cuaderno de viaje: Portonovo (Sanxenxo, Pontevedra). 9-14 de agosto

Hola a todo el mundo:
Pues resulta que ya se me acabaron las vacaciones. Resulta que este año decidí irme a pasar unos días a Portonovo, en el concejo de Sanxenxo, en Pontevedra con mi otra mitad, y acabamos de llegar después de unos días muy intensos que os voy a contar brevemente en este texto: 

PREPARATIVOS: 
 La idea de ir a Galicia la teníamos desde el primer momento. Primero, durante unos pocos días, pensamos en Santiago. Poco después decidimos que sería mejor La Coruña. Y al final, decidimos un lugar más pequeño, que fue el concejo de Sanxenxo. En principio pensamos en la propia localidad de Sanxenxo, y luego en la localidad de Portonovo, que está al lado y pertenece al concejo.
Así, en pocos días preparamos todo y el viernes día ocho nos acostamos sabiendo que el despertador iba a sonar temprano al día siguiente. 

DÍA 1:
El viaje de ida fue un sábado, en autobús. Yo lo cogí a las ocho y media en Gijón y la otra mitad de la expedición en Oviedo media hora más tarde. Y ojo, aunque era un autobús de los buenos, las seis horas hasta Pontevedra las notamos.
Llegamos a la estación de autobuses, grande pero bastante vieja. Y, sobre todo, vacía, porque su enorme cafetería (así como todos sus locales) no están abiertos, de forma que para nuestra primera (y muy decepcionante) comida en tierras gallegas nos fuimos a una cafetería que estaba enfrente, en la que más nos hubiera valido no haber entrado.
Poco después, cogimos otro autobús hasta Portonovo, que tardó más de lo que pensamos y nos dejó cerca del hotel, pero en un lugar desde el que nos costó mucho orientarnos. Por fin, a eso de las cuatro de la tarde, cansados, desorientados y con ganas de darnos una ducha, llegamos al hotel, donde nos tenían preparada una habitación acogedora y, sobre todo, mucho más grande de lo que esperábamos.
Esto nos animó mucho, así que, después de descansar un rato y ducharnos, salimos a callejear por el paseo marítimo y a buscar un sitio en el que cenar. Que fue fácil, eh, porque, lógicamente, estando como estábamos a tiro de piedra de la playa, el puerto y la lonja, si algo hay son sitios en los que comer, así que caminamos casi hasta que se nos acabó el pueblo y nos decidimos por un restaurante de aspecto poco prometedor pero en el que cenamos unos pimientos de Padrón que no picaron y unos chipirones muy
buenos, pero en el que también comimos unas gambas al ajillo estupendas que quedaron entre lo mejor de las vacaciones, todo ello regado con un vino de la tierra. Después, fuimos a otro sitio a tomar un helado, buscamos un bar cerca del hotel para tomar la primera copa del viaje y nos fuimos a dormir.

DÍA 2:
El segundo día amaneció gris y lluvioso, así que después de desayunar nos hicimos fuertes en la cafetería del hotel con el ordenador para mirar nuestros correos y redes sociales. Cuando vimos que la lluvia amainaba, nos lanzamos a pasear de nuevo por el paseo marítimo, y tanto paseamos, y tan cerca está Sanxenxo, que, cuando nos dimos cuenta, habíamos llegado allí y nos pusimos a patearnos su paseo.
Comimos en un restaurante del paseo un pulpo no tan bueno como nos hubiera gustado, unos mejillones al vapor muy logrados y unas croquetas de centollo muy buenas, todo ello con el vino correspondiente. Después, fotos y más pateo por el paseo de Sanxenxo hasta que decidimos desandar lo andado en dirección al hotel.
Pero cuando ya estábamos a punto de llegar, la mala suerte quiso que C. se hiciera daño en una rodilla, lo que, a corto plazo, nos llevó a buscar una farmacia en la que comprar antiinflamatorios, y, a largo, trastocar alguno de nuestros planes para las vacaciones, pero sin mayor importancia.
Ese día, decidimos cenar en otro restaurante del paseo marítimo unas almejas y unas sardinas con pimientos de Padrón que sí picaron (y mucho). Una mousse de chocolate, un paseo y al hotel.

DÍA 3:
El lunes fue totalmente distinto al domingo, porque el día amaneció con sol, así que después del desayuno, cogimos nuestros bártulos y nos fuimos a la playa de As Caneliñas, una pequeña cala a escasos cien metros del hotel, con arena fina y aguas tranquilas, en las que nos tiramos hasta que a medio día yo crucé la calle hasta una taberna que había justo enfrente en busca de unos bocatas con los que matar la gusa hasta que volvimos al hotel a eso de las cuatro.
Una ducha y un paseo hasta que nos decidimos por otro restaurante del paseo marítimo, en el que tomamos la comida menos destacable del viaje, unas navajas y una ración de zorza, que es una especialidad gallega. Un helado, otra copa en el bar del sábado, del que nos fuimos porque, después de que pincharan a Bruce Springsteen, a Guns n’ Roses, a los Dire Straits y a los Rolling Stones estaba claro que la cosa iba a seguir por tan buen camino que no íbamos a querer irnos, y al hotel otra vez. 

DÍA 4:
Otro día lluvioso. Después del desayuno y en vista de que poco íbamos a poder hacer, nos fuimos a patear por el pueblo hasta que la lluvia nos hizo comprender que C. no llevaba calzado adecuado ni tampoco lo tenía en el hotel. Así que ella decidió, para salir del paso, comprarse unos zapatos con los que resistir del embate de la lluvia, y fue en la zapatería donde me ocurrió una de las cosas más curiosas del viaje.
Como a mí me aburre mucho lo de comprar ropa y calzado, mientras C. se probaba zapatos yo me asomé a detrás del mostrador al ver que allí había lo que parecía un amplificador de guitarra. Entonces vi que no era un ampli, sino que realmente eran dos, uno grande y uno más pequeño encima, y junto a ellos una Fender Telecaster. Empecé a hablar con el zapatero, le comenté que yo toco una Stratocaster, y al final, va y me pone la guitarra en la mano y me dice que toque algo. Y entonces, mientras C. se probaba unos zapatos, yo tocaba el “Nothing else matters” de Metallica. La pena fue que empezó a entrar gente a comprar zapatos y la imagen de un tío tocando la guitarra no era la más apropiada en la zapatería, así que dejé de tocar, C. pagó los zapatos que se había comprado y nos fuimos de allí.
Después, callejeamos un poco por el casco viejo y nos lanzamos a comer en una taberna muy tradicional en la que nos decidimos por queso de tetilla con anchoas, zamburiñas y una abundante ración de raxo. Luego, nos acercamos hasta una terraza del paseo marítimo para tomar un café, y vimos que en la mesa de al lado, sentados, había una pareja bastante peripuesta, con sus gafas de sol, pero sin mirarse, sin hablar y sin interactuar de ninguna manera. Las explicaciones que se nos ocurrieron a su actitud fueron desde las más lógicas (que estaban de resaca y no estaban para nadie, que estaban enfadados y al borde de la ruptura…) hasta las más disparatadas (que realmente eran extraterrestres investigando a nuestra especie).
Por la tarde, seguimos callejeando por el barrio viejo, tomamos algo en una taberna que, al salir, vimos que estaba justo enfrente de la otra en la que habíamos comido. Nos compramos una botella muy pequeña de crema de chocolate para nosotros, y, por la noche, nos fuimos a otra taberna en la que ya habíamos querido comer el día anterior pero no había sitio. Esta vez fuimos temprano, y menos mal, porque si no, nos hubiéramos perdido unos berberechos muy buenos y, sobre todo, unos de los mejores
calamares que he comido en mi vida, todo ello regado con un Ribeiro tinto. Una tarta de tres chocolates, un largo paseo casi hasta Sanxenxo y luego una carrera inesperada hasta el hotel por causas de fuerza mayor. Eso sí, antes de dormir, dimos buena cuenta de la botella. 


DÍA 5:
El miércoles fue un día luminoso, así que decidimos coger un autobús e ir a conocer O Grove. Según nos bajamos, vimos un cartel en el que se anunciaban viajes en catamarán para conocer las bateas de mejillones, con degustación incluida, así que, sobre la marcha, nos subimos en el barco. Más de una hora de viaje por la ría de Arosa, viendo las bateas, unos delfines que se acercaron un poco a nosotros, para luego ver a través de visores de cristal el fondo marino, y por último una degustación de mejillones y vino Albariño. Que nosotros pensábamos que iba a ser poca cosa, y al final salimos de allí después de haber comido más mejillones que en toda nuestra vida junta.
Al bajar del barco, decidimos que poco íbamos a comer ya, así que optamos por tomar una vieira cada uno, regadas con Albariño, y de postre una ración de leche frita. Una vuelta por el paseo marítimo, unas compras de regalos para la familia y otra vez a Portonovo, donde seguimos comprando cosas y nos fuimos al hotel a empezar a preparar el equipaje.
Por la noche, después de hacer nuestras cuentas, decidimos darnos el último homenaje, así que en una marisquería que tenía pinta de muy antigua nos tomamos una mariscada que nos sirvió de despedida del pueblo. Una tarta de Santiago y después el último paseo con el mar a nuestro lado. Por cierto, que en todos estos paseos junto a la playa, un chaval que vendía pipas garrapiñadas nos ofrecía probarlas, y siempre le decíamos que no. Pues bien, esta última vez por fin las probamos, nos gustaron, y acabamos comprando un paquete que guardamos para el viaje. Si lo hubiéramos aceptado antes… 


DÍA 6:
Sin duda, el día más soleado de las vacaciones, justo cuando empezaban las fiestas en el pueblo. Sin embargo, también era el día en el que teníamos que volver.
Madrugamos un poco más que los días anteriores, y después de desayunar y de hacer el equipaje, fuimos a una panadería cercana a ver si comprábamos unos trozos de empanada para el viaje. Pero no las tenían hechas todavía, así que compramos pan y en el supermercado de al lado algo de fiambre, que preparamos en unos bocatas para el viaje. Después de dejar las maletas en la consigna del hotel, un último paseo por el pueblo y a eso de la una, un taxi nos llevó hasta la estación de Sanxenxo, allí un autobús nos llevó hasta Pontevedra, donde comimos los bocadillos y cogimos otro bus que nos dejó en casa después de seis horas de viaje y un paquete de pipas garrapiñadas. 

EN DEFINITIVA
Ya hemos vuelto a la normalidad, pero eso de salir a la calle, ver la costa y que la brisa marina nos despeine se echa mucho de menos… 

Nota: La mayor parte de las fotos las hizo la propia C.

jueves, agosto 07, 2014

O sea, que eran así...

Hola a todo el mundo:
Antes de irme para unas breves y (no sé si) merecidas vacaciones, voy a hablaros de otro libro que acabo de terminar de leer, esta vez un libro sobre la política de nuestro país. Se titula Spanish Neocon: La revuelta neoconservadora en la derecha española, escrito por Pablo Carmona, Beatriz García y Almudena Sánchez, y publicado por Traficantes de Sueños.

En este libro, publicado justo después de la arrolladora victoria electoral de Mariano Rajoy en 2011, los autores nos hablan de esa corriente dentro del Partido Popular tan cercana al Tea Party estadounidense y también a las posturas de los conservadores británicos herederos de Thatcher, esa corriente más conservadora que liberal que apela a la parte más emotiva de los electores sirviéndose de un discurso a la vez agresivo y victimista.
De esta forma, nos guían a través de la movilización de la derecha durante las dos legislaturas de Zapatero (especialmente la primera), y también de la importancia que en esa labor de movilización tuvieron (y siguen teniendo) los medios de comunicación afines a esa ala más radical del PP, los laboratorios de ideas como FAES, la Iglesia, y también las redes sociales, que sirvieron para dar lugar a un movimiento aparentemente más cercano a la ciudadanía.
Así, nos van explicando cuáles fueron los temas que sirvieron para aglutinar a esos “Ñeocons”, como las teorías de la conspiración del 11-M, la oposición al matrimonio homosexual o al aborto, su oposición al Estado del Bienestar e incluso un renovado nacionalismo español. Pero también se nos cuenta como Madrid fue, con Esperanza Aguirre a la cabeza, el lugar en el que se ensayaron todas las políticas de estos “Ñeocons”, especialmente en los ámbitos referidos a la educación, la sanidad y la inmigración.
En las conclusiones del libro, se realiza una comparación con el movimiento social de mayor relevancia en el momento de su publicación, el 15-M, planteando las similitudes pero, sobre todo, las muchas diferencias que se ven entre ambos movimientos, a la vez que se hace una predicción de cuales creían que iban a ser las políticas de Rajoy después de ganar las elecciones, predicciones que resultaron bastante acertadas. Sin embargo, no se mojaron lo suficiente a la hora de vaticinar la relevancia de esa corriente “Ñeocon” en el Gobierno, de forma que no supieron ver el peso que está teniendo en la actualidad.
Con un estilo sencillo, aunque con una alineación política muy clara, los autores nos explican claramente cuales son las características de esos neoconservadores españoles, en qué basan sus líneas de pensamiento principales, a la vez que nos instan a reflexionar sobre el peso de este movimiento en la política de nuestro Gobierno.
Un libro muy recomendable para entender qué es lo que se cuece en la cabeza de muchos políticos actuales.
Felices vacaciones.

miércoles, agosto 06, 2014

Cien años… de diversión

Hola a todo el mundo:
Como tod@s sabéis, el verano me sirve para olvidarme de las cosas serias y de la realidad. Y, por eso, una de las cosas que más me gustan del verano es la posibilidad de hacer cosas que durante el resto del año vamos postergando por falta de tiempo, como releer esos libros que tantas ganas tenemos de volver a tener en las manos.
Este año uno de los libros que decidí releer fue Cien años de soledad, del gran Gabriel García Márquez, por un lado, porque es uno de mis libros favoritos, y por otro, por rendir un homenaje a su autor, que hace poco nos dejó.
Así que la semana pasada me puse a leer otra vez la saga de los Buendía, con el miedo de tardar en leérmela, igual que la otra vez había tardado varias semanas. Sin embargo, esta vez, gracias a que ya lo conocía, la lectura fue mucho más fluida, y así tardé menos de una semana en recorrer los vericuetos de la historia de los Aurelianos y José Arcadios.
Tradicionalmente se dice que García Márquez es un autor en cuya obra se observa un estilo de corte muy popular, cercano a nuestra experiencia cotidiana y con una espontaneidad muy grande. Sin embargo, no estoy de acuerdo. Una obra como Cien años de soledad implica un trabajo muy grande, de forma que lo que podemos leer ahí no apareció sobre el papel de manera espontánea, sino después de un arduo trabajo. Y de ese trabajo viene el carácter de joya que tiene esta novela.
Además, la segunda lectura de este texto me sirvió para fijarme en una serie de detalles que, la primera vez me habían pasado desapercibidos, de manera que pude ver el carácter casi visionario de esta obra, todavía más claro si tenemos en cuenta que la primera edición de esta novela es de 1967. Más en concreto, la edición que me leí las dos veces es una que estaba en casa, anterior a mi nacimiento (concretamente de 1979), en cuya contraportada podemos leer todavía su precio: 190 pesetas.
O sea, que por menos de dos euros de los de ahora tengo un libro que me asegura que disfrutaré durante cien años… o más.

lunes, agosto 04, 2014

¿Por qué lo hacen?

Hola a tod@s:
El otro día volví a ver la peli Radio encubierta, esta vez en inglés. Es una peli muy entretenida, y va de unos tíos que, en los años sesenta, pinchan Rock en una emisora pirata que emite desde un barco anclado en el Mar del Norte. Es una película divertida que, además, me recuerda por qué me gusta tanto la música y también me recuerda lo bien que me lo pasaba cuando, hace ya muchos años, yo también tenía mi propio programa de radio.
Pero, en realidad, no quería hablaros de la peli, sino de una cosa que se me ocurrió al verla. En un momento dado, en una conversación entre el personaje que interpreta Keneth Branagh, que es un político del Gobierno que quiere acabar con las emisoras pirata y, sobre todo, con esa en concreto, y uno de sus subordinados, se dice algo así como que si algo no nos gusta, solo hay que aprobar una ley que lo haga ilegal.
Y entonces me di cuenta de que, muchas veces, los políticos actúan así. No buscando lo mejor para los ciudadanos, sino gobernando en función de lo que les gusta y lo que no. En función de que algo esté de acuerdo o no con sus ideales. Sean estos ideales los que sean.
Así, nos encontramos casos como el de Alberto Ruiz Gallardón, que, como no le gusta el aborto, lo que hace es legislar para que su práctica sea lo más complicada y traumática posible.
Y con esa forma de actuar, los políticos, en lugar de dar soluciones, lo que hacen es crear más problemas.
Y así nos va.

viernes, agosto 01, 2014

Cuánta corrupción

Hola a todo el mundo:
Estos días no hacemos más que escuchar como nos hablan de corrupción. Que si Jaume Matas, que si Jordi Pujol, que si Carlos Fabra… Y lo más curioso es que, en todos los casos, escuchamos a sus correligionarios quitar hierro a la cosa.
Martínez Pujalte, en un claro caso de apología del delito, dice que a Jaume Matas lo han condenado por algo “liviano”.
En CiU dicen que hay que tener amplitud de miras y no dejar que el caso Pujol haga que los catalanes olviden que lo importante es la consulta soberanista.
Una gente del PP recoge firmas para que se indulte a Fabra (“Free Fabra”, dicen l@s tí@s).
Cuando veo estas cosas, me sorprendo de la enorme tolerancia a la corrupción que hay en este país. O al menos, entre ciertas capas de la población de este país. Pero no me sorprendo tanto de que cada vez haya más desafección hacia la clase política.
Porque si lo que vemos es a corruptos que se lo llevan crudo, muchas veces no van a la cárcel, y cuando van (o se les juzga), escuchamos estas cosas que os comento, pues es normal que la gente que no concibe la corrupción como algo normal se indigne y piense que los políticos son unos chorizos aupados al poder por ignorantes a los que engañaron o (lo que tal vez sea peor) por gente que aspira a ser igual.
Mientras la corrupción siga siendo algo tolerado o incluso bien visto (siempre que sea la de nuestro partido, claro), no podremos hablar verdaderamente de regeneración democrática porque estaremos perpetuando los mismos malos usos que nos han traído hasta esta situación en la que estamos.
No podemos decir que la corrupción del contrario es mala, peligrosa y perseguible mientras que decimos que la de los nuestros es poco importante. Toda la corrupción política es mala, y "mancha" no solo al partido al que afecta, sino a toda la clase política. Y, como ya dije antes, los ciudadanos, en tanto que votantes, también somos parte de esa clase política. Y si en mi partido (sea el que sea) alguien es corrupto, yo debería ser el primero que pidiera que esa persona terminara en la cárcel, para que nadie pensara que yo apoyo esa forma de actuar.
¿O no?