La
noticia de que vamos a tener que repetir las Elecciones Generales me dejó con
cara de póker. A pesar del lamentable espectáculo de los líderes de los dos
partidos de izquierda haciendo lo posible por no llegar a un acuerdo de
gobierno, yo seguía teniendo la esperanza de que serían capaces de formar uno.
Pero me equivocaba.
No
voy a entrar en quién es el culpable. Eso me da igual. Lo que me preocupa es
que estamos exactamente en el mismo punto en el que estábamos cuando votamos en
abril, aunque con la gente más cansada de tonterías, y eso puede llevar al
desencanto y, con él, a la abstención.
Si
en las elecciones de abril el dato de participación fue muy alto, esta vez, me
temo, la cosa puede ser muy diferente. Y todo el mundo sabe que, cuando la participación
es baja, la abstención se suele concentrar en la izquierda. Si a este hecho le
sumamos la posibilidad de que la derecha se coordine para llegar a acuerdos,
todo me lleva a pensar que el panorama no es demasiado halagüeño.
Si
en abril, antes de las elecciones, temía que las cosas pudieran ir a peor, hoy
me temo que la posibilidad de que las cosas empeoren para la mayor parte de la
sociedad es muy elevada.
Espero
equivocarme.
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