jueves, diciembre 12, 2019

Cuaderno de viaje: Sevilla (6-9 de diciembre de 2019)


Preparativos:
Nuestra intención de ir a visitar Sevilla ya la teníamos desde hace algún tiempo, y, de hecho, el año pasado fue nuestra primera opción cuando, al final, nos fuimos a Barcelona. Además, después de nuestras peripecias de hace dos años cuando estuvimos en Londres por última vez y nos quedamos atrapados en la isla porque el vuelo no pudo salir, habíamos decidido que, en este puente, no queríamos irnos demasiado lejos. Por si acaso.
Por todo esto, el día 5 nos fuimos a la cama con las maletas listas y es nerviosismo típico de las vísperas de los viajes.

Día 6:
El despertador sonó algo temprano, no porque el vuelo a Sevilla fuera pronto, sino porque queríamos hacer algunas cosas antes de irnos. Después de ducharnos y de coger nuestros equipajes, nos dirigimos al aeropuerto, donde comimos unos bocatas que nos llevábamos de casa y nos subimos a un avión que nos llevó más rápido de lo que esperábamos hasta Sevilla. Desde el aeropuerto, un bus nos llevó hasta muy cerca del hotel, aunque no lo suficiente como para evitar que nuestro sentido de la desorientación hiciera de las suyas.
Después de deshacer los equipajes y descansar un rato, nos lanzamos a explorar la ciudad, entrando en el tranvía en dirección a la Plaza Nueva, desde donde pensábamos dirigirnos a la Alameda de Hércules a tomar algo y cenar.
Sin embargo, la cantidad de gente que estaba en la ciudad esos días hacía que el tranvía no pudiera circular a partir de cierto punto, lo que nos hizo tener que caminar más de lo que esperábamos. Encima, Google Maps se empeñaba en hacernos dar más vueltas de las que queríamos, así que tardamos más en llegar de lo que esperábamos.
Eso sí, una vez en la Alameda, no tardamos en localizar un par de sitios en los que tomar cervezas y cenar.
De vuelta al hotel, que mañana hay mucho que hacer.

Día 7:
No hubo que madrugar mucho, porque la visita a la Catedral y a la Giralda era a eso de las doce y media. Un buen desayuno y de nuevo al tranvía para dirigirnos a nuestro destino.
Nos bajamos justo en la puerta del Archivo de Indias, que está junto a la Catedral y en el que la cola ya era bastante grande. También era importante la cola para entrar a la Catedral, pero como llevábamos las entradas con nosotros, nos la pudimos saltar. Dedicamos un rato muy largo a recorrer de manera desordenada todo lo que se puede ver en la Catedral, enorme, impactante y llena de obras de arte a las que prestar atención. Cuando ya estábamos saturados de tanto arte, fuimos a su campanario, la Giralda, torre que fue alminar de la mezquita que estuvo allí antes. 

En el caso de la Giralda sí que puedo decir que la experiencia no valió la pena. Es tan grande la cantidad de gente que quiere subir que resulta incómodo y poco gratificante subir y asomarse a ver la ciudad desde allí, porque hay que competir con un montón de gente. Eso sí, como anécdota podemos contaros que las campanas sonaron cuando estábamos allí, sobresaltando a la gente.
Después de salir, buscamos algún sitio en el que comer, y nos empezamos a probar la comida de la zona. Luego, paseamos e hicimos unas compras mientras esperábamos a una amiga que venía a vernos. Paseamos con ella, pasando por delante de la Facultad de Bellas Artes y las Setas, tomamos algo con ella, y después, cuando nos despedimos, nosotros buscamos donde cenar. Y aunque no teníamos mucha hambre, pudimos comer varios platos interesantes.

Día 8:
El domingo, que al final fue el día más agotador de nuestras breves vacaciones, hubo que madrugar bastante más que el sábado. La visita para los Reales Alcázares era a las diez y media y había que llegar. Google Maps nos propuso lo que parecía una ruta corta, pero, sin embargo, sus ganas de fastidiar, unidas a nuestra falta de orientación, sirvieron para que, finalmente llegáramos justos de tiempo.
Allí nos reunimos con otra amiga y juntos recorrimos los recovecos del lugar, viendo diferentes arquitecturas, diferentes decoraciones, distintos tipos de plantas en los jardines… Tantos detalles que resultó agotador desde el punto de vista intelectual.

Desde allí, nuestra amiga nos llevó a un sitio típico para comer pescaíto frito.
Nos llevó a la Real Fábrica de Tabacos, por la que habíamos pasado por la mañana y en la que ahora están las facultades de Letras.
Nos guio también por el Parque de María Luisa, enseñándonos la glorieta de Bécquer, en la que, además de la estatua del poeta, había unos paneles con unos códigos QR que nos llevaban a videos de You Tube en los que se recitaban sus rimas. También en el parque nos señaló el Museo Arqueológico y nos llevó a la réplica del monte Gurugú, uno de sus sitios favoritos de la ciudad.
Luego fuimos a la Plaza de España, muy impactante y espectacular. Desde allí, nos indicó cómo llegar a la Torre del Oro y a Triana y nos despedimos de ella. Caminamos bordando el Palacio de San Telmo y el Costurero de la Reina hasta que llegamos cerca de la Torre del Oro. 

Tomamos algo y descansamos, para luego ir a ver la Torre, aunque sin entrar. Luego, cruzamos el río para deambular por el barrio de Los Remedios e ir hacia el de Triana. Una vez allí, caminamos prestando atención a las voces de la gente. Cuando dejamos de escuchar el inglés de los turistas, sustituido por el acento andaluz de los lugareños, buscamos algún sitio en el que tomar una manzanilla.
Luego, volvimos a cruzar el río para buscar donde cenar y volver al hotel, cansados, pero contentos.

Día 9:
Somos unos desastres. Se nos olvidó poner el despertador, así que tuvimos que correr para ir a desayunar. Después de un desayuno poco gratificante, salimos corriendo a coger el autobús del aeropuerto. No tuvimos problema para cogerlo ni para llegar al aeropuerto. Podríamos habernos acelerado bastante menos, la verdad. Un vuelo plácido, un bus hasta Oviedo, un pincho en la estación de autobuses y se terminó el viaje.

Conclusión:
¿Sevilla tiene un color especial? Pues sí. Como nos explicó una de nuestras amigas, ese color es el ocre, que se ve en casi cualquier sitio al que mires.
Pero además de color, Sevilla tiene muchas cosas que ofrecer, y en este primer viaje pudimos ver unas pocas.
Volveremos muy pronto.

Como siempre, casi todas las fotos son de C. 

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