Hola a todo el
mundo:
Echad un vistazo a
este vídeo que os pongo.
Seguro que ya lo habíais visto. Divertido, ¿verdad? Dos macarras frente a frente poniéndose chulos. Pero lo triste es que no es una película, es la vida real. Pasó esta misma semana. Y no en una calle oscura de un barrio marginal, sino en un Parlamento autonómico.
Evidentemente, las
formas no son las mejores, y no son ni lejanamente apropiadas. Pero
sí que son un ejemplo del nivel de indignación al que está
llegando la sociedad.
Porque cuando vemos
que los responsables de la crisis no solo no asumen ninguna
responsabilidad por sus desmanes, sino que salen todavía más
enriquecidos de lo que estaban, mientras que la gente honrada pierde
su trabajo o su casa, pues es normal que la gente se indigne y se
cabree. Y cuando escuchamos las declaraciones cínicas y prepotentes
de estos terroristas financieros (o de su brazo político, que está
en el Gobierno y lo lleva estando desde hace mucho, porque para esto la diferencia entre PSOE y PP es bastante escasa), pues nos seguimos enfadando.
Y por todo eso, me temo que este tipo de muestras de indignación pueden llegar a ser cada vez más habituales.
Y por todo eso, me temo que este tipo de muestras de indignación pueden llegar a ser cada vez más habituales.
Si yo fuera Rodrigo
Rato o cualquier otro de su calaña, tendría miedo. Porque puede
darse el caso de que un día se dirija a él alguien que, en lugar de
gesticular con una sandalia, le pegue con ella.
O con algo peor.
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