Hola a
todo el mundo:
Hay
que recordar que no todo en la música va a ser dar caña. A veces
hay que escuchar otros estilos diferentes a los que escuchamos
habitualmente para oxigenar un poco. Y por eso, ayer, día 9 de mayo,
me acerqué a ver la actuación de dos coros en la iglesia de Fátima,
aquí en mi barrio, dentro del XVII Festival de Masas Corales José
María Bardales, que se celebra en homenaje al carismático y querido
párroco del barrio (paradigma del sacerdote obrero aquí en Gijón,
hasta el punto de que mucha gente lo conocía como el “cura rojo”),
tristemente fallecido el año pasado, Festival que se enmarca dentro
de las XXII Jornadas Deportivo Culturales del barrio de La Calzada. Y
mi interés principal estaba en escuchar al coro Más que Jazz, del
que forma parte mi colega Vanesa Vez.
Y es
que, como le comentaba a ella, la única manera de que me hubieran
puesto más fácil lo de ver su actuación hubiera sido que cantaran
en el salón de mi casa. Claro, que no estoy seguro de que a mi
familia eso le hiciera mucha gracia.
La
iglesia, demolida y vuelta a construir hace poco más de veinte años,
estaba llena a rebosar, porque parece ser que es habitual que cuando
hay actuación, mucha gente se quede después de la misa a “coger
sitio”. Y fue por eso que me tocó ver las actuaciones desde
bastante más distancia de la que me hubiera gustado.
El
primer coro en actuar fue el Coro de Voces Mixtas del Conservatorio,
dirigido por Policarpo Muñiz. Con una imagen muy sobria, este
numeroso coro se decantó por un repertorio de carácter
predominantemente clásico, con piezas de, por ejemplo, Mozart. La
suya fue una actuación que gustó, pero que no arrancó unos
aplausos demasiado entusiastas.
Y
llegó el turno del coro que yo iba a ver, Más que Jazz, dirigido
por Adriana C. García, un coro que lleva sólo unos pocos meses
ensayando, pero que ya demuestra muchas ganas. Con una imagen más
desenfadada, optaron por un repertorio más movido, como exige la
música Jazz, más rítmica.
Empezaron
con “Java jive”, un tema que fue introduciéndonos en su sonido,
que cristalizó con “Blues and trouble”, una canción de Jazz
tradicional que fue de las que más me gustó.
Con un
movimiento de vaivén acompañaron la interpretación de la Bossa
Nova “Más que nada”, de Menezes, la típica canción que todos
conocemos pero que nos cuesta reconocer por su título, justo antes
de optar por un registro más melancólico e incluso solemne al
cantar “My funny Valentine”.
La
directora se acerca al atril para agradecernos nuestra presencia,
para decirnos qué es lo siguiente que vamos a escuchar y para
presentar al bajista y al batería que les van a acompañar en los
dos últimos temas de su actuación.
Entonces,
vuelven a los ritmos brasileños con la interpretación de otro tema
que todos conocemos, “La chica de Ipanema”, de Jobim. Y finaliza
la actuación con dos canciones tradicionales asturianas, con
arreglos jazzísticos hechos por la directora, que fueron “El
baile” y “Qué guapa yes”, que fueron interpretadas con mucha
gracia, demostrando que las etiquetas son sólo eso, etiquetas para
ahorrar tiempo, pero que la música va más allá de etiquetas,
estilos y prejuicios. Al finalizar, un aplauso mucho más
generalizado que el que recibió el coro anterior.
He de
reconocer que mi conocimiento de la música coral en general, y del
Jazz en particular no es demasiado grande, pero lo que vi ayer me
gustó y me llevó a considerar que, si la música sale de dentro,
podemos disfrutarla igual, al margen de lo que escuchemos
habitualmente.
Quizá
la acústica de la iglesia no fue la mejor. Pero las interpretaciones
de esa tarde sí que lo fueron.
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