martes, mayo 21, 2013

A vueltas con la ley

Hola a todo el mundo:
Resulta que el viernes se aprobó el Proyecto de la nueva Ley de Educación, la Ley Orgánica para la Mejora de la Calidad Educativa, LOMCE o, simplemente, “Ley Wert”. Y desde mi punto de vista, estamos ante una Ley que va a durar muy poco.
En primer lugar, porque sólo el partido del Gobierno la apoya. Toda la oposición está en contra. Y como la oposición, los maestros, profesores, alumnos y padres de alumnos también están en contra. O sea, que es la Ley educativa que ha conseguido más consenso, pero en contra. Eso significa que, cuando gobierne un partido diferente al PP, se va a ir por donde vino, se aprobará una Ley nueva, y los profesores se volverán a encontrar con esa sensación de provisionalidad eterna de la que ya había hablado en otro lugar.
Pero el problema de la LOMCE es que, en algún momento va a funcionar. Y es por eso que conviene leérsela y reflexionar sobre las estupideces que se dicen en ella. Empecemos.
Lo primero que habría que preguntarse es sin, en el contexto actual, es inteligente gastar dinero y recursos en preparar una nueva Ley educativa, cuando lo más lógico (y barato) sería racionalizar la que ya está en vigor. Pero claro, pedirle lógica a este (des)Gobierno es pedir un imposible.
En esta Ley se dice que uno de sus objetivos es disminuir el abandono escolar y el número de alumnos que repiten. Y sin embargo, incluyen no una prueba de evaluación al final de la educación, sino ¡¡cuatro!! (una al finalizar tercero de Primaria, otra al finalizar sexto, otra después de cuarto de Secundaria y otra al terminar el Bachillerato). Como todos recordamos, el último año de instituto (en mi caso, el COU) se centraba en prepararnos para la prueba de acceso a la Universidad que nos tocara, hasta el punto que uno de vosotros llegó a decir que el COU debería haberse llamando “Curso de Orientación a la Selectividad”. Entonces, si a lo largo de la educación no universitaria de una persona va a tener que hacer cuatro pruebas, el riesgo que se corre es que toda su educación sea una continua preparación para esas pruebas y no un proceso educativo real. Además, como las pruebas que se realizan en Secundaria y Bachillerato son eliminatorias, mucha gente va a quedarse sin poder seguir estudiando, o sea, abandonando los estudios o repitiendo hasta que las aprueben, justo lo que se dice que se quiere evitar con esta Ley.
Luego nos encontramos con que ahora se va a volver a financiar con dinero público a los colegios concertados que segreguen por sexo. Que ojo, a mí me parece genial que si los padres quieren mandar a sus hijos a un colegio en el que niños y niñas estudien separados lo hagan, eh. Pero que se lo paguen, que el dinero público debería usarse para financiar modelos educativos integradores, no los excluyentes.
Y luego llegamos a lo de la materia de Religión. Que, en primer lugar, igual habría que preguntarse si, en un país en cuya Constitución se declara la aconfesionalidad, tiene sentido que la materia de Religión (y más una materia de carácter confesional) tenga cabida en los centros educativos públicos. Que yo creo que no lo tiene. Pero es que en este caso, encima se intenta poner esa materia al mismo nivel que las Matemáticas, la Lengua, las Ciencias Sociales o las Naturales. Y, sintiéndolo mucho, no puede estar al mismo nivel, la fe no puede estar al mismo nivel que la ciencia.
Después en esta Ley se recortan competencias a las Comunidades Autónomas y se cometen otros ataques al sentido común (ataques, además, de dudosa constitucionalidad), pero este texto ya me ha salido demasiado largo.
Nos vemos.

Actualización: Al final, de cara a su tramitación se han eliminado ciertos elementos polémicos de la Ley. 

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