Después de una campaña electoral en la que el principal partido de la oposición se dedicó a hacer campaña no a base de propuestas, sino de críticas (por ejemplo, los anuncios de las dos tías hablando o de la familia a la que echaban de su casa), o de mentiras (Aznar diciendo que el Gobierno está negociando con ETA), y con las Juventudes Populares más cómodas ridiculizando a los sordomudos que hablando de política (si queréis, os mando el e-mail que me mandó alguien de dichas Juventudes, para que flipéis un poco), por fin pasaron las elecciones. Y, a pesar del resultado, el PP, en un alarde de (falta de) capacidad de autocrítica decidió tener a Rajoy al frente. La verdad, saber eso hace que me dé una pereza atroz hablar de política. Joder... Otros cuatro años de crispación, malos modos, insultos y mentiras. Ahora sí que me bajo del mundo en la próxima parada.
Pero bueno, en realidad el tema del que quería hablar hoy no era ése. Era del poder de internet. Sí, porque ahora que todos lo usamos de manera habitual, todos sabemos lo bueno que tiene. El acceso a un torrente de información casi inagotable, accediendo incluso a material que en otras circunstancias no habríamos podido consultar (ahora estoy leyendo un texto de un politólogo anglosajón que pude mirar en una web americana). O la posibilidad de comunicarnos de manera rápida y gratuita con gente que está lejos, incluso en tiempo real. Además, claro, de esas cosas de las que no hablamos. Fijaos cómo será, que en internet pueden encontrarse incluso los desvaríos de cierto historiador bajito y patilludo con ínfulas de escritor y articulista.
Pero por internet llegan también cosas malas. Por ejemplo, internet es también el nuevo modo de recibir las antiguas cartas en cadena. La verdad, yo nunca llegué a recibir ninguna de las viejas, pero casi cada día me llegan al correo electrónico mensajes en cadena en los que me dicen que si no los reenvío rápidamente a tropecientos de mis contactos, mi vida será un infierno. O directamente se acabará, que algunos incluyen la amenaza de muerte entre sus lindezas.
Otras cosas que pululan por la red pueden ser aún más desagradables. Por ejemplo, esta semana descubrí que existe una página llamada www.tcuento.com en la que, en teoría, se pone en contacto a gente de los institutos de España. Y si me enteré de su existencia es porque en las noticias salió que se estudiaba cerrarla por las cosas que se ponían en ella. Porque, en la realidad (y yo lo he comprobado), esta página sirve para amenazar a los compañeros de clase, contar cotilleos (algunos muy cañeros) y criticar a los profesores. Pero sobre todo, lo que más abunda son los cotilleos: quién se acostó con quién, quién está embarazada... Leyendo sólo lo que ponía de mi instituto, llegué a la conclusión de que cuando yo era estudiante, las tías no hacíais esas cosas (o, por lo menos, a mí no me las hacíais). No me extraña que quieran cerrar la página. Es que es muy heavy.
Otra cosa mala que nos deja la red de redes es la última adquisición de cara al festival de Eurovisión. Si alguno de vosotros todavía no sabe quién es Rodolfo Chikilicuatre ni ha escuchado el Chiki-Chiki un par de miles de veces, es que no vive en este planeta. Resulta que el representante español fue elegido gracias al portal My Space, y al final, eligieron al más raro y friki de todos. Vale, es una broma, es un actor de Buenafuente que, seguramente, en principio quería reirse del festival. Pero coño. Ganó. Y lo peor es que va a ser el que represente a España. Hombre, tal y como está el patio, creo que, desgraciadamente, tiene más posibilidades que cualquiera de los Chayannes de medio pelo que suelen mandar otros años. Pero un poco de seriedad, por favor.
Pero lo que fue muy desconcertante fue el título del programa en el que se dijo quién iba a ser el elegido: Salvemos Eurovisión. ¿Pero es que alguien quiere salvar al más casposo de los festivales de música? ¿A alguien le importa que desaparezca y sólo sea un mal recuerdo? Que alguien conteste, por favor.
No sé. A lo mejor esta canción puede significar que en España pasamos mucho de Eurovisión y queremos mandar cualquier mierda porque nos da igual (mejor dicho, les da igual a los que votaron, que yo no voté a ningún cantante ni me planteé hacerlo). Puede que sea una estrategia para destruir Eurovisión desde dentro. O a lo mejor es la prueba de que esto está cambiando y de que Eurovisión va a ser algo muy distinto a partir de ahora. Un festival no para elegir la mejor canción de Europa, sino para reirnos de nosotros mismos y mostrar lo más friki de cada país.
Eurovisión ha muerto. Viva la Frikivisión.
Pero bueno, en realidad el tema del que quería hablar hoy no era ése. Era del poder de internet. Sí, porque ahora que todos lo usamos de manera habitual, todos sabemos lo bueno que tiene. El acceso a un torrente de información casi inagotable, accediendo incluso a material que en otras circunstancias no habríamos podido consultar (ahora estoy leyendo un texto de un politólogo anglosajón que pude mirar en una web americana). O la posibilidad de comunicarnos de manera rápida y gratuita con gente que está lejos, incluso en tiempo real. Además, claro, de esas cosas de las que no hablamos. Fijaos cómo será, que en internet pueden encontrarse incluso los desvaríos de cierto historiador bajito y patilludo con ínfulas de escritor y articulista.
Pero por internet llegan también cosas malas. Por ejemplo, internet es también el nuevo modo de recibir las antiguas cartas en cadena. La verdad, yo nunca llegué a recibir ninguna de las viejas, pero casi cada día me llegan al correo electrónico mensajes en cadena en los que me dicen que si no los reenvío rápidamente a tropecientos de mis contactos, mi vida será un infierno. O directamente se acabará, que algunos incluyen la amenaza de muerte entre sus lindezas.
Otras cosas que pululan por la red pueden ser aún más desagradables. Por ejemplo, esta semana descubrí que existe una página llamada www.tcuento.com en la que, en teoría, se pone en contacto a gente de los institutos de España. Y si me enteré de su existencia es porque en las noticias salió que se estudiaba cerrarla por las cosas que se ponían en ella. Porque, en la realidad (y yo lo he comprobado), esta página sirve para amenazar a los compañeros de clase, contar cotilleos (algunos muy cañeros) y criticar a los profesores. Pero sobre todo, lo que más abunda son los cotilleos: quién se acostó con quién, quién está embarazada... Leyendo sólo lo que ponía de mi instituto, llegué a la conclusión de que cuando yo era estudiante, las tías no hacíais esas cosas (o, por lo menos, a mí no me las hacíais). No me extraña que quieran cerrar la página. Es que es muy heavy.
Otra cosa mala que nos deja la red de redes es la última adquisición de cara al festival de Eurovisión. Si alguno de vosotros todavía no sabe quién es Rodolfo Chikilicuatre ni ha escuchado el Chiki-Chiki un par de miles de veces, es que no vive en este planeta. Resulta que el representante español fue elegido gracias al portal My Space, y al final, eligieron al más raro y friki de todos. Vale, es una broma, es un actor de Buenafuente que, seguramente, en principio quería reirse del festival. Pero coño. Ganó. Y lo peor es que va a ser el que represente a España. Hombre, tal y como está el patio, creo que, desgraciadamente, tiene más posibilidades que cualquiera de los Chayannes de medio pelo que suelen mandar otros años. Pero un poco de seriedad, por favor.
Pero lo que fue muy desconcertante fue el título del programa en el que se dijo quién iba a ser el elegido: Salvemos Eurovisión. ¿Pero es que alguien quiere salvar al más casposo de los festivales de música? ¿A alguien le importa que desaparezca y sólo sea un mal recuerdo? Que alguien conteste, por favor.
No sé. A lo mejor esta canción puede significar que en España pasamos mucho de Eurovisión y queremos mandar cualquier mierda porque nos da igual (mejor dicho, les da igual a los que votaron, que yo no voté a ningún cantante ni me planteé hacerlo). Puede que sea una estrategia para destruir Eurovisión desde dentro. O a lo mejor es la prueba de que esto está cambiando y de que Eurovisión va a ser algo muy distinto a partir de ahora. Un festival no para elegir la mejor canción de Europa, sino para reirnos de nosotros mismos y mostrar lo más friki de cada país.
Eurovisión ha muerto. Viva la Frikivisión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario