miércoles, marzo 21, 2007

Noches de cine e insomnio

La televisión en España ha perdido el norte. No hace demasiado tiempo, por influencia de las series americanas, todos los capítulos de las series españolas tenían unas duraciones definidas: media hora las series de humor, y una hora las series "dramáticas". Sin embargo, ahora cualquier episodio de cualquier serie dura al menos hora y media, lo que unido a la publicidad puede hacer que uno se ponga a ver algo a las diez de la noche y no termine hasta las doce. Y claro, es bastante pesado aguantar hasta esas horas cuando por la mañana hemos madrugado.
Pero con el cine es aún peor. Los intermedios hacen que cualquier película dure hasta la una o más. Y en una serie me importa menos, pero hay películas que merecen un respeto. Os voy a dar un ejemplo:
La semana pasada Antena 3 emitió la película Master & Commander, que algunos de vosotros me recomendasteis en su momento. Precisamente, la reiterada recomendación me hizo querer verla. Eran las diez y algo (ya empezaba con retraso) de un martes y la peli comienza.
Me encuentro una película bien hecha, que parece que promete bastante y me tumbo en el sofá para disfrutarla cómodamente y con tranquilidad, bien tapado con una manta (no en vano, seguía siendo invierno) y con el perro a mis pies.
Casi siento el olor a mar, y los personajes, bastante bien caracterizados, me recuerdan que hace tiempo me gustaban las pelis de barcos.
"Silencio de proa a popa", se grita en un momento dado, expresión que, nunca supe bien por qué, siempre me hizo gracia.
De pronto, sin previo aviso, un intermedio. Estoy tranquilo, es normal, es una cadena privada, se financia con la publicidad (o eso quieren hacernos creer...).
Casi veinte minutos más tarde, la cosa vuelve a empezar. Menos mal que ponen en una esquina de la pantalla el título de la película, porque casi se me olvida cuál estaba viendo. Vuelvo mi mirada al vídeo para saber la hora. Hace rato que dieron las once. Y esta mañana madrugué. En fin, calma.
Arrecia el temporal cuando se dirigen al cabo de Hornos, esto se pone interesante. Islas Galápagos, un barco francés que hace la puñeta... Esta película no está nada mal. Pero la publicidad vuelve a aparecer.
Un taco viene a mi mente, pero me abstengo de soltarlo: Mis padres están en el sofá de al lado, y no quiero demostrarles lo mal que hablo. Además ya lo tienen asumido. El perro hace rato que prefiere dormir en la alfombra.
Cuando ya casi he perdido la esperanza, el intermedio termina ("no hay mal que cien años dure") y la película continúa. Son más de las doce, se me cierran los ojos y en mi cansado cerebro las imágenes de la película se mezclan con otras surgidas de mi calenturienta mente. Hay momentos en los que no estoy seguro de si estoy viendo Master & Commander o estoy oyendo el Master of Puppets de Metallica.
Se encuentran con el barco francés y empieza el lío. Casi podemos oler la pólvora. Y en pleno fragor... más publicidad.
Me empiezo a cabrear... Oigo un tenue ronquido en la alfombra: Hasta el perro ronca. Esto no tiene nombre.
Otros veinte minutos más tarde, la película vuelve a empezar. Tampoco queda tanto. Tiros, estocadas... Y por fin la película termina. Y me queda buen sabor de boca, es una película que puedo recomendar a mis lectores.
Me acuesto y miro la hora en el despertador. Es más de la una. La película ha durado más de tres horas. Y todo por la puñetera publicidad.
Al final voy a tener que hacer lo que me recomendaba uno de vosotros hace poco (me remito a los comentarios de mi texto "Días de Cine"): Hacerme habitual usuario de los video-clubes.
Nota: Esta experiencia tuvo dos consecuencias: Una, que al día siguiente de ver la película tuve serios problemas para levantarme. La otra, que ahora encima de mi escritorio hay una novela de Patrick O'Brian.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Buen artículo. Era la tercera vez que veía la peli (me encanta, es una de mis favoritas en cuanto a cine reciente, una buena película tanto de aventuras como histórica - perfecta la descripción de un barco de guerra británico en los tiempos de Nelson, un tema archiconocido para los ingleses; y como no salimos, me evito el mal trago de ver cómo pintaban a la marina española de Gravina como una panda de borrachos desarrapados) y fue impresentable lo de meter los anuncios justo antes de la batalla final. Y es que una cosa es meter los anuncios en los más interesante de la peli para enganchar al espectador (en los folletines antiguos se terminaba la entrega del día, o de la semana, en ese momento), y otra es cargarse la escena, que es lo que hacen. Desde hace unos años yo ya no veo cine en televisión; veo series, alguna peli comercial, pero si quiero ver cine alquilo algo en una biblioteca o en el videoclub "Cinerama" y a vivir: sin cortes publicitarios, la pones cuando te sale de las narices, la repites, extras, la ves en idiomas, comentarios del director...eso es cine, y la tele es la tele. La única excepción es el ciclo de cine francés de la 2 los domingos de madrugada, sin anuncios y en versión original. Gracias a él descubría a Louis Malle.
¿Así que le has hincado el diente a Patrick O'Brian? Ya me contarás; a mí es que la literatura martítima todavía no me ha llamado. Soy de infantería, y es un pecado siendo revertiano, pero es así.
Un saludo.

Anónimo dijo...

Por cierto, ¿leíste la crítica de Reverte sobre esa peli? La definió como "2 horas de felicidad absoluta". De hecho, cuando la alquilé en vhs, en la contraportada traía esa frase. Primera peli que conozco que lleva una frase de Reverte subtitulándola.
Chao.