miércoles, febrero 21, 2007

Días de cine

En primer lugar, me gustaría pedir perdón a mis queridos lectores por haber tardado tanto en volver a escribir, pero es que una serie de problemas logísticos me impidieron hacerlo. Dicho eso, entro en materia.
El otro día fui con mi chica a ver una película al cine, concretamente la peli cuyo título uso para encabezar este texto. La película es entretenida, pero no es eso lo que me interesaba comentar. Lo que me interesa comentar es el precio. Con tarjeta de estudiante (sí, aún la tengo, pese a haber roto mi relación con la Universidad de Oviedo) salió por cinco euros con diez céntimos, lo que al cambio viene a ser unas 850 de las antiguas (y añoradas) pesetas. Esto me recuerda aquellos (no tan) lejanos tiempos de adolescencia en los que iba al cine al menos una vez a la semana con algunos de vosotros para salir de la rutina. Y me hace pensar cómo habría sobrevivido entonces si el cine hubiera sido tan caro como ahora. Desde luego, se hubiera solucionado yendo mucho menos y, por ello, teniendo menos oportunidades de conocer las novedades del celuloide y de estar al día en ellas.
En relación con esto, el lunes escuché por la radio que se cerraban los cines Brooklin de Oviedo, las últimas salas que quedaban en la ciudad fuera de un centro comercial. Unos cines que en la última edición de los premios Goya cambiaron su cartelera para programar las películas más nominadas, y los únicos cines que yo conozco en los que se programó este pasado verano la película Factótum, basada en el libro de Charles Bukowski. Y eso me recuerda que en Gijón sólo quedan los cines Centro fuera de un gran centro comercial (estos cines están en uno ciertamente pequeño e incluso "modesto"). Y recuerdo que, cuando se abrieron, hace relativamente poco tiempo, eran los cines más modernos de la ciudad. Ahora son los cines más antiguos (tampoco es tan difícil, sólo hay otros aparte de ellos en Gijón) y los más incómodos.
Es una pena. El cine cada vez es más caro y cada vez es más habitual verlo en macrocines al lado del Mac Donald's y del Pizza Hut. Los modelos de ocio han cambiado y las viejas salas de cine ya son unos dinosaurios destinados a la extinción.
O a convertirse en clínicas de cirugía estética.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Pablo:
Sólidas reflexiones como siempre. Me recuerdan a Víctor HUgo y sus elegías cada vez q Haussman se cargaba un callejón del viejo París para construir otro de sus bulevares.
En fin, qué te voy a contar: la vida, los centros de trabajo, de habitación y de ocio de ricos y pobres fluyen constantemente del centro de las urbes a las periferias, siempre con el mismo dilema: ¿espacio o facilidad de acceso?
Y en cuanto al cierre de cines, y siempre en busca de ver el vaso medio lleno, te propongo observar la increíble multiplicación de videoclubs, una alternativa de cine infinitamente más barata y cómoda que la de las salas de proyección, donde sólo las puedes ver en español, sólo tienes para elegir un puñado de películas, y las tienes que ver por cojones de un tirón, en cuestión de pocas semanas después de su estreno, a la hora que ponga el cine, y rodeado de gente (la cual, a veces, puede estropear el visionado); mientras que el alquiler de dvds permite verlas en familia, o sólo, a la hora que quieras, a trozos, en versión original, varias veces en un mismo finde, repetiendo una escena porque te gustó, o por si algo de la trama te pasó desapercibido, a menudo con extras interesantes (documentales, comentarios del director o del equipo...). Y todo ello por un precio irrisorio, y con una oferta de un par de cientos de pelis por videoclub, que siguen allí por años.
En suma, que soy un fan del videoclub, y que el cambio de hábitos de ocio, en su versión de localización, es otro capítulo de la historia. Un saludo y sigue así.
Pedro.