miércoles, febrero 28, 2007

Enfrentándonos al miedo al papel en blanco

Esta semana no se me ocurría nada que escribir. Y mira que hay temas... Que si la huelga de hambre del etarra de Juana Chaos, que si Ronaldinho está gordo, que si ayer salió en el telediario un chaval británico que con ocho años pesa casi 90 kilos (hey, estos tres temas se pueden juntar en un texto titulado "Cuestiones de peso"), que si los Oscars... Pero nada, que no sale. De modo que decidí recuperar un texto viejo que escribí allá por el año 2001 cuando presentaba junto a uno de vosotros un programa de radio. Este texto lo escribí para que saliera en una revista vinculada a la emisora que, al final, estuvo un tiempo sin publicarse y que por eso, obligó a que esto no viera nunca la luz (aunque alguno de vosotros ya tuvo oportunidad de leerlo). Mantengo el artículo más o menos como estaba, sin cambiar prácticamente nada y manteniendo también el primer párrafo, que escribí para darle una apariencia más divertida. Tampoco intento ocultar la influencia de Arturo Pérez-Reverte que se puede observar en algunas partes. Sin más preámbulos, ahí va:
Érase una vez... no, mejor no lo escribo como si fuera un cuento, porque entonces sería un cuento muy chungo. ¿Pero cómo puedo contarlo si no lo hago así? Pues probablemente lo mejor sea empezar por el principio:
Estaba yo no hace mucho esperando el autobús para volver a casa después de hacer una de las muchas cosas que hago para recordar que en mi vida hay algo más que libros, en una parada que se encuentra a la puerta de un todo a cien llevado por unas chicas orientales, cuando salió de él un tío de color, sonriente y con cara de tipo majo. Salió a despedirse de él una de las chicas que trabajan en el establecimiento, que demostró bastante buen rollo con el chaval. La verdad es que no habría prestado atención a la escena si una señora mayor, adornada con joyas, que llevaba un abrigo de piel, que también esperaba el autobús y que tenía, como comprobé más tarde, una impresionante incontinencia verbal, no hubiera hecho este comentario:
"Dentro de poco, todos mestizos".
Lo que podía ser un comentario inocente, que no hace más que expresar una realidad, me hizo pensar algo así como "menos mal"; no en vano por mis venas corre sangre extranjera. Pensando más detenidamente en las palabras de la tía en cuestión, me di cuenta de que el comentario podía ser cualquier cosa menos inocente.
Para liar más la cosa, una tía que también estaba allí esperando el autobús empezó a hablar con la anterior, dando ambas claras muestras de problemas mentales (como estupidez, por ejemplo), en una conversación que fue más o menos así:
- Dentro de poco, todos mestizos - inicia la vieja.
- Menos mal - pienso yo sin darme cuenta de su intención.
- Pues yo prefiero las cosas, cuanto más blancas mejor - contesta la otra.
- No me entiendas mal, todos tenemos derecho a la vida.
- Yo no soy racista, pero cada uno tiene que estar en su sitio.
Entonces empecé a sentir arcadas y a pensar que la especie humana no tiene ninguna esperanza. ¿Cómo que "todos tenemos derecho a la vida"? No te jode, sólo faltaba; ¿es que acaso tenía alguna duda? ¿Es que la torda en cuestión se cree capacitada para decidir quién lo tiene y quién deja de tenerlo? Y la otra va y suelta lo de que "cada uno tiene que estar en su sitio". ¿Y quiere hacer creer a alguien que ella sabe cuál es el sitio de cada uno? ¿Quizá insinuaba que su sitio y el de los dos chicos que la hicieron rebuznar (que no hablar) no es el mismo? Y menos mal que avisa de que no es racista, porque casi consigue engañarme y hacerme creer que sí lo era.
Vamos a ver si me aclaro, porque me parece que, o me estoy volviendo gilipollas o aquí hay cosas que no entiendo. Creo recordar, si la memoria histórica no me falla (y espero que no, porque da la casualidad de que estudio Historia), que no hace tanto eran los españoles los que se iban por el mundo a buscarse la vida y esperaban que se les tratara bien (aunque sabemos que no siempre era así). Entonces ¿tenemos algún derecho a mirar mal a los que vienen de fuera para intentar mejorar su situación? De todas formas, creo, todos tenemos derecho a intentar que nuestra vida sea un poco mejor. Dicho esto, ¿quién puede decidir si los demás tienen un sitio diferente al nuestro o no?
A lo mejor estoy equivocado, pero opino que si queremos que esto (y cuando digo "esto" me refiero a esta sociedad nuestra, que nos venden como la mejor, la más desarrollada y todas esas milongas) funcione mínimamente, tendremos que intentar aceptar a todos los que vengan, que si bien pueden parecer (recalco lo de "parecer") algo distintos, son personas igual que nosotros, y tienen tanto derecho a estar aquí como a estar en cualquier otra parte en la que quieran estar.
Pero parece que aún hay gente que no piensa así y que se cree superior sólo por el hecho de ser blancos, sin saber que, independientemente del color de la piel (o de la religión, el sexo, la orientación sexual o lo que sea), todos tenemos los mismos sentimientos, las mismas inquietudes y los mismos problemas para llegar a fin de mes. El catetismo, la ignorancia y la poca vergüenza (unidos en este caso a la falta de sentido del ridículo) llevaron a estas dos a demostrar que, si hay algo que no tiene derecho a la vida, es esa forma de pensar tan retrógrada. Tiemblo al pensar que los vástagos de estas tipas pudieran pensar (si es que eso es pensar) de la misma manera. Porque creo que una educación en el odio y en la diferencia entre "nosotros" y "ellos" sólo puede llevar a más odio, a violencia (sí, a violencia, porque somos violentos contra aquello que nos han enseñado a odiar) y a problemas entre los habitantes de un mismo lugar.
Porque, mal que les pese a algunos, sólo hay una raza, la raza humana.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen artículo.
Has pensando en mandarlo a la editorial del ABC a ver si sale publicada jeje.
Si ésto lo escribiste en el 2001...que no habrás escrito ya y no hemos podido leer...A ver si sacas de a cajonera todo tu repertorio, que me da que no quedaría títere con cabeza.
Nos vemos.
Álvaro

Anónimo dijo...

Buen texto, Pablo. Si es que cuando las marus se ponen a hablar de cualquier cosa tienden a cagarla, pero no hay que darle demasiadas vueltas a lo que dicen (o sea, que en alguna tertulia oyeron lo de que "todo el mundo tiene derecho a vivir" y tienen que meter la frase en cualquier sitio). Como si los españolitos fuéramos arios y como si ciertos especimenes de la subraza anglosajona no fueran para echarles de comer aparte. Lo dicho, que la emigración y el mestizaje son dos de los pilares del avance de la humanidad. Pero no te preocupes, que a esas mismas marus las verás dentro de poco comprando en las tiendas de chinos, en el top manta, y empleando a iberoamericanas en las tareas del hogar. Ándeme yo caliente y ríase la gente. Así es la emigración. Así se construye la Historia.
Un saludo.