Enciendo la tele y veo ciudadanos que se manifiestan en las calles de diversas ciudades españolas para denunciar que sufren a diario amenazas, insultos y agresiones. En el telediario se intercalan con estas imágenes otras, dantescas, grabadas con teléfonos móviles. Aunque no lo parezca, en esas noticias se está hablando de la situación que se vive en algunos institutos.
Pero antes de continuar escribiendo, quiero dejar claras un par de cosillas. En primer lugar, que yo todavía no soy profesor en activo, aunque me preparo para ello, de modo que leo con interés todo lo que se escribe sobre estos temas, y escucho con atención a los docentes en activo. Por eso, mi postura es un tanto ambigua, ya que no veo el problema desde dentro, pero tampoco considero que lo veo desde fuera. Por eso, creo que mi opinión, seguramente con ciertos matices, puede ser tomada en cuenta (por lo menos, creo que es más válida que la de muchos contertulios televisivos, que salen diciendo "los profesores deben respetar a mis hijos porque mis hijos son su herramienta de trabajo" y se quedan tan anchos).
En segundo lugar, quiero recalcar que he hablado de "algunos institutos", porque todos sabemos lo fácil que es tomar la parte por el todo y decir que el autor de estas líneas es un desgraciado que critica a todos los estudiantes, a todos los padres y a todos los institutos, cuando sólo estoy hablando de una minoría de la población escolar.
Hechas estas (largas) aclaraciones, entro en materia. Lo primero que quiero decir es que, afortunadamente, la mayor parte de los alumnos no molestan en clase, no dicen nada, apenas participan en clase (ni para bien ni para mal), no molestan. Su única preocupación es que sus padres no les prohíban tener internet y ver en la tele Gran Hermano. Y si para ello hay que estudiar, pues estudian y punto. Algunas escasas veces, entre los alumnos puede encontrarse algún "interesado" en la materia, que viene después de clase a preguntar cosas que no le quedaron claras o incluso (a veces parece que Dios existe y también es profesor) a pedir bibliografía sobre ese tema. Claro, que rara vez nos los tomamos en serio, porque sabemos que están interesados, pero sobre todo en caer bien al profe para que les ponga mejor nota.
El problema es la minoría. Esa minoría obligada a estar en el instituto hasta los 16 años cuando perdieron el interés a los 11 (ahora es fácil criticar esa obligatoriedad, olvidando que, antes de la LOGSE, la educación sólo era obligatoria hasta los 14, pero la ley impedía trabajar legalmente hasta los 16, lo que suponía que teníamos en las calles a chavales cabreados por no poder currar). O esa minoría obligada por sus padres a continuar estudiando después de esa edad. Esa minoría es la que revienta las clases, molesta, hace la vida imposible a sus compañeros o le raya el coche a su profesor. Son una minoría, pero hacen mucho ruido y por eso parece que son muchos más (de hecho, me da miedo que mi abuela vea el telediario, no vaya a pensar que cualquier día me van a rajar en clase).
Pero la existencia de esa minoría no suele ser casual. Muchas veces (no siempre, quede claro), estos chavales no hacen sino responder al ejemplo que ven en sus casas. Si la violencia engendra violencia, si en casa el ejemplo que hay es el unos padres maltratadores, los hijos, con el tiempo, se convertirán en unos maltratadores. Y esto nos lleva a la segunda cuestión de la violencia en las aulas: los padres.
No me resulta difícil recordar que cuando yo iba al instituto (y mis 25 años hacen que me resulte extremadamente fácil recordar algo tan reciente), si llegaba a casa y decía que en clase me habían reñido, acto seguido mis padres me volvían a reñir, con la lógica de que "algo habría hecho". Sin embargo, hoy vemos que muchas veces ocurre lo contrario: si un chaval llega a su casa y dice "en clase me han castigado", es muy probable que al día siguiente el padre se presente en el instituto con ganas de partirle la cara al profesor, y eso en el mejor de los casos.
¿Es que los profesores no tienen (tenemos) parte de la culpa? Por supuesto que sí. En muchos casos la responsabilidad puede ser de profesores con tendencias dictatoriales o con más interés en cobrar que en enseñar. Pero la responsabilidad que estos profesores tienen a la hora de fomentar ciertas conductas en los alumnos nos afecta a todos, profesores y alumnos.
Entonces, ¿de quién es (la mayor parte de) la culpa? ¿De unos padres que dicen "para dos horas al día que veo a mi hijo, no quiero discutir con él", y por eso quitan hierro a lo que el crío hace? ¿De unos padres que no se molestan en educar a sus hijos y predican con el (mal) ejemplo? ¿De una Administración que ha privado a los profesores de su autoridad? ¿De unos profesores más interesados en acumular trienios que en enseñar? ¿De una sociedad que valora más el dinero, venga de donde venga, que la cultura y el conocimiento?
Probablemente sea de todos y de nadie en particular. Y precisamente por eso, este problema no se va a solucionar con medidas que afecten sólo a uno de estos colectivos. La solución no es pelear ni reprimir, sino dialogar.
Pero como, de momento, el diálogo parece lejano, lo mejor será que los profesores nos preparemos para defendernos. Yo, por si acaso, ya estoy haciendo pesas...
Pero antes de continuar escribiendo, quiero dejar claras un par de cosillas. En primer lugar, que yo todavía no soy profesor en activo, aunque me preparo para ello, de modo que leo con interés todo lo que se escribe sobre estos temas, y escucho con atención a los docentes en activo. Por eso, mi postura es un tanto ambigua, ya que no veo el problema desde dentro, pero tampoco considero que lo veo desde fuera. Por eso, creo que mi opinión, seguramente con ciertos matices, puede ser tomada en cuenta (por lo menos, creo que es más válida que la de muchos contertulios televisivos, que salen diciendo "los profesores deben respetar a mis hijos porque mis hijos son su herramienta de trabajo" y se quedan tan anchos).
En segundo lugar, quiero recalcar que he hablado de "algunos institutos", porque todos sabemos lo fácil que es tomar la parte por el todo y decir que el autor de estas líneas es un desgraciado que critica a todos los estudiantes, a todos los padres y a todos los institutos, cuando sólo estoy hablando de una minoría de la población escolar.
Hechas estas (largas) aclaraciones, entro en materia. Lo primero que quiero decir es que, afortunadamente, la mayor parte de los alumnos no molestan en clase, no dicen nada, apenas participan en clase (ni para bien ni para mal), no molestan. Su única preocupación es que sus padres no les prohíban tener internet y ver en la tele Gran Hermano. Y si para ello hay que estudiar, pues estudian y punto. Algunas escasas veces, entre los alumnos puede encontrarse algún "interesado" en la materia, que viene después de clase a preguntar cosas que no le quedaron claras o incluso (a veces parece que Dios existe y también es profesor) a pedir bibliografía sobre ese tema. Claro, que rara vez nos los tomamos en serio, porque sabemos que están interesados, pero sobre todo en caer bien al profe para que les ponga mejor nota.
El problema es la minoría. Esa minoría obligada a estar en el instituto hasta los 16 años cuando perdieron el interés a los 11 (ahora es fácil criticar esa obligatoriedad, olvidando que, antes de la LOGSE, la educación sólo era obligatoria hasta los 14, pero la ley impedía trabajar legalmente hasta los 16, lo que suponía que teníamos en las calles a chavales cabreados por no poder currar). O esa minoría obligada por sus padres a continuar estudiando después de esa edad. Esa minoría es la que revienta las clases, molesta, hace la vida imposible a sus compañeros o le raya el coche a su profesor. Son una minoría, pero hacen mucho ruido y por eso parece que son muchos más (de hecho, me da miedo que mi abuela vea el telediario, no vaya a pensar que cualquier día me van a rajar en clase).
Pero la existencia de esa minoría no suele ser casual. Muchas veces (no siempre, quede claro), estos chavales no hacen sino responder al ejemplo que ven en sus casas. Si la violencia engendra violencia, si en casa el ejemplo que hay es el unos padres maltratadores, los hijos, con el tiempo, se convertirán en unos maltratadores. Y esto nos lleva a la segunda cuestión de la violencia en las aulas: los padres.
No me resulta difícil recordar que cuando yo iba al instituto (y mis 25 años hacen que me resulte extremadamente fácil recordar algo tan reciente), si llegaba a casa y decía que en clase me habían reñido, acto seguido mis padres me volvían a reñir, con la lógica de que "algo habría hecho". Sin embargo, hoy vemos que muchas veces ocurre lo contrario: si un chaval llega a su casa y dice "en clase me han castigado", es muy probable que al día siguiente el padre se presente en el instituto con ganas de partirle la cara al profesor, y eso en el mejor de los casos.
¿Es que los profesores no tienen (tenemos) parte de la culpa? Por supuesto que sí. En muchos casos la responsabilidad puede ser de profesores con tendencias dictatoriales o con más interés en cobrar que en enseñar. Pero la responsabilidad que estos profesores tienen a la hora de fomentar ciertas conductas en los alumnos nos afecta a todos, profesores y alumnos.
Entonces, ¿de quién es (la mayor parte de) la culpa? ¿De unos padres que dicen "para dos horas al día que veo a mi hijo, no quiero discutir con él", y por eso quitan hierro a lo que el crío hace? ¿De unos padres que no se molestan en educar a sus hijos y predican con el (mal) ejemplo? ¿De una Administración que ha privado a los profesores de su autoridad? ¿De unos profesores más interesados en acumular trienios que en enseñar? ¿De una sociedad que valora más el dinero, venga de donde venga, que la cultura y el conocimiento?
Probablemente sea de todos y de nadie en particular. Y precisamente por eso, este problema no se va a solucionar con medidas que afecten sólo a uno de estos colectivos. La solución no es pelear ni reprimir, sino dialogar.
Pero como, de momento, el diálogo parece lejano, lo mejor será que los profesores nos preparemos para defendernos. Yo, por si acaso, ya estoy haciendo pesas...
2 comentarios:
Concuerdo contigo que ésa es la triste realidad. Expusiste un fiel reflejo de lo que se vive hoy en las aulas. Lamento la displicencia que demuestran muchos padres. Sin embargo yo prefiero educarme concienzudamente sobre cómo colaborar para disminuir el Bullying, lo de las pesas está muy bueno como chiste. Patty
Hola:
me he encontrado con este artículo porque buscaba alguna información sobre profes a los que les haya ocurrido lo que me ha ocurrido a mí, un alumno me ha rayado el coche ( a mí y otras 2 profes) con saña, premeditación y alevosía... Para colmo, la madre acepta que me lo haya rayado a mí, porque cree lo que dice su hijo, que le tengo manía..... total, que estoy algo desquiciada y sobre todo lo que dices estoy completamente de acuerdo, los hijo en muchos casos son reflejo de sus padres (el caso de mi alumno es claro, la madre le tapa incluso falsificaciones de los partes),los que vamos a dar la clase y luchamos por ella,para que tosos aprendan... nos rayan el coche.... qué injusto. Y creo que aún podría ser peor,pero en fin....
Un saludo
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