lunes, diciembre 30, 2019

Reflexiones sobre el acceso a la cultura


Como ya sabéis, me gusta viajar, y más en compañía. Y cuando viajo, me gusta visitar sitios interesantes, ya sabéis, museos, monumentos y esas cosas. Sin embargo, cada vez más veces me siento decepcionado, no tanto por el lugar a visitar, sino por su masificación.
Ya me fijé hace algunos años cuando visitamos la exposición de El Bosco en el Museo del Prado, poco antes cuando, estando en Londres por primera vez, quisimos ver la Piedra Rosetta, y me volvió a pasar hace menos de un mes cuando, estando en Sevilla, visitamos La Giralda.
Se trata de eventos, restos o lugares que interesan a mucha gente que tiene derecho a verlos. Pero a veces, por un afán de recaudar más por las visitas, se fuerza al máximo la capacidad del lugar por albergar visitantes, y eso se traduce en una mala experiencia para el visitante, que, normalmente, ha pagado por realizar esa visita.
Porque no se disfruta igual la visita cuando hay que “pelearse” con otras cuarenta personas para echar un breve vistazo que cuando la cantidad de gente es menor y se puede contemplar algo con tranquilidad.
No sé cuál puede ser la solución para que la experiencia de los visitantes sea más satisfactoria. Supongo que puede consistir en poner cupos a la cantidad de gente que puede realizar las visitas cada día, para que, de esa manera, sea más cómodo para los visitantes.
El problema es que, quizá, eso signifique que los beneficios económicos de las visitas se reduzcan.
¿Y se consideraría la posibilidad de hacer eso?

domingo, diciembre 29, 2019

La Fuerza nos acompañará siempre


Este fin de semana vimos la nueva película de Star Wars, El ascenso de Skywalker, y hoy me apetecía hablaros de ella.
Sé que es una película que ha decepcionado a muchos fans, que muchos consideran que es mala película, que no está a la altura de la saga… Y, sinceramente, aunque puedo respetar esas opiniones, me dan igual.
 Porque a nosotros sí nos gustó. Como ya dije muchas veces, si cuando vamos a ver una película así esperamos encontrarnos una obra maestra del calibre de El Padrino, el problema no lo tiene la película, sino que lo tenemos nosotros. Desde mi punto de vista, no hay que ir a ver esta película ni ninguna de esta nueva trilogía esperando una obra maestra que nos cambie la vida, sino que hay que ir a verla con intención de disfrutar y de pasar un buen rato. Y yo creo que, en eso, cumple con creces.
Es una película divertida, excitante, incluso con momentos emotivos (un tío a nuestro lado lloraba de la emoción, y no es broma). Da justo lo que promete: diversión sin más.
La verdad, agradecí no haber visto nada que me estropeara las sorpresas que hay en la película, y por eso no voy a contaros nada que os pueda “destripar” la experiencia. Pero sí os diré que en la película nos vamos a reencontrar con varios antiguos personajes (alguno inesperado), y con algunos guiños a la trilogía original, lo que, a mí por lo menos, me hizo mucha ilusión. Y, por cierto, al final se entiende a qué viene eso de “el ascenso de Skywalker”, que, al menos a mí, me parecía algo forzado.
En definitiva, que las opiniones en contra de esta película son muy respetables, pero, sinceramente, yo prefiero disfrutarla como lo que (creo que) es: un entretenimiento para pasar un buen rato.
Que ya es mucho.
Ah, y que la Fuerza os acompañe.

miércoles, diciembre 18, 2019

Ni logos ni shock


Este año va a ser el año que más haya leído en toda mi vida. De hecho, cuando todavía faltan un par de semanas para que el año finalice, ya leí más de lo que nunca había leído. De entre todos los libros que cayeron en mis manos, los que marcaron el principio y el final del verano fueron dos de los libros más importantes escritos por la periodista y activista canadiense Naomi Klein, No logo, y La doctrina del shock.
En estos dos libros y con un compromiso social muy claro, la autora nos deja claras una serie de cuestiones que nos deben hacer reflexionar sobre el funcionamiento del capitalismo en la actualidad.
En No logo, la autora nos habla del poder de las marcas a la hora de incentivar el consumismo en la gente, así como de la explotación a la que someten a sus trabajadores. Con este texto, la autora nos presenta una reflexión muy interesante sobre las estrategias de las marcas para conseguir que los consumidores las adquieran. Pero además, también nos advierte de las estrategias de explotación laboral que llevan a cabo, y nos explica que, cuando los consumidores las conocen, también son más conscientes de que esas compañías no son totalmente de fiar.
Por su parte, en La doctrina del shock, la autora nos explica cómo las teorías de libre mercado preconizadas por Milton Friedman y la Escuela de Chicago ffque fueron llevadas a cabo en momentos de crisis extrema que permitieron aplicar medidas económicas impopulares en sociedades que veían que esas teorías eran la única salida viable a corto plazo. Así, a través del ejemplo de lo que pasó tras catástrofes como el huracán Katrina o el tsunami de Indonesia de 2004, nos explica el modo en el cual se aplicaron esas medidas aprovechando que la población no tenía manera de oponerse. Pero también explica cómo esas teorías económicas se aplicaron en contextos dictatoriales, como el Chile de Pinochet, cuando la represión de la dictadura evitaba cualquier tipo de protesta por parte de la ciudadanía.
En definitiva, dos libros muy interesantes que nos servirán como herramientas para reflexionar sobre la actualidad y que nos ayudarán a entender mejor cómo funciona el mundo.
Vale la pena leerlos.