PREPARATIVOS
Londres siempre había sido una
ciudad que me apetecía visitar, y ahora que tengo conmigo a C., que es la mejor
compañera de viajes que puedo desear, pues la oportunidad no podía ser mejor.
Una mejor disponibilidad económica que en mis anteriores correrías por el mundo
me ayudaba además a afrontar el viaje con más posibilidades. Eso sí, reconozco que el atentado que hubo pocos días antes en Bruselas no ayudaba a que nuestro estado de ánimo fuera el más apropiado.
Como ninguno de los dos habíamos
estado antes en la ciudad, decidimos ir pocos días, para que fuera una primera
toma de contacto para viajes posteriores, así que fue un viaje de solo tres
días. En principio nuestra idea era salir de miércoles, pero la imposibilidad
de conseguir unos permisos nos hizo cambiar los planes, así que el día 23 lo
dedicamos a preparar maletas y, en mi caso, a ver en el canal Viajar un
reportaje, de la serie Megaciudades, sobre la ciudad que íbamos a visitar, que
me puso los dientes muy largos.
DÍA 1:
El primer día de viaje empezó ya a
las doce de la noche, cuando nos reunimos en la estación de autobuses de Gijón.
Un café y a la una salimos en un bus hacia la Terminal 4 de Barajas. Sé
que C. lo pasó mal porque le costó dormir, pero yo, la verdad, cerré los ojos
en Gijón y no los abrí hasta que estábamos llegando a Madrid.
De la T4 a la
T1, a buscar donde desayunar y a esperar hasta que pudimos
cruzar el primer control. Llegamos a un duty-free muy típico, pero con algo que
me tocó las narices: entre tiendas de perfumes, gafas, tecnología y tabaco
había una llamada Viva España en la que se vendían los productos que (queremos
creer que) los turistas buscan como recuerdos de nuestro país, o sea, lo que mi
madre llamaría productos “topitípicos”: toros de peluche, botellas de sangría
con sombrero cordobés y castañuelas colgadas de su cuello, cajas de bombones
Valor con el dibujo de una chica vestida de faralaes en su caja… Lo que todos
tenemos en casa, vaya. Lo que es la Marca España…
La llegada al avión fue la típica en Barajas, con cambio de última hora de la puerta de embarque y todo. Después
de un plácido vuelo, llegamos al aeropuerto de Gatwick, y dos collages de la reina de Inglaterra (uno de ella de joven y otro de ella en la actualidad) nos daban la bienvenida ¡¡Por fin estábamos en
el Reino Unido!!
Comimos algo y cogimos el Gatwick Express, un tren algo caro, pero que en media hora nos dejaría en la estación
Victoria. Llegados allí, uno de los principales nodos de comunicaciones de
Londres, nos encontramos con el único problema que tuvimos en este viaje: que
ese día la línea de metro que nos debería dejar en el hotel estaba de huelga.
Decidimos solucionar el problema
tomando uno de esos autobuses de dos pisos que todos hemos visto en el cine,
pero, y esto sí fue culpa nuestra, nos pasamos de parada. Cuando terminamos de
reírnos de nuestra propia torpeza, cogimos otro bus en la dirección contraria,
y, esta vez sí, conseguimos llegar al hotel. Eso sí, en el autobús se puede ver
toda la ciudad, de manera que, si hubiéramos cogido un bus turístico,
hubiéramos pagado más y visto menos, así que…
Al llegar al hotel deshicimos los
equipajes, nos duchamos para “reinsertarnos en la sociedad”, y a callejear por
los alrededores del hotel. Sin embargo, el tiempo era lluvioso, de modo que muy
pronto decidimos buscar algún sitio en el que cenar, y nos decidimos por un pub
inglés con pinta de ser bastante típico, y ahí nos decidimos por cervezas y un
par de platos típicos, entre los que, por supuesto, no faltó el fish &
chips.
Después de cenar, al hotel a
descansar, que buena falta nos hacía.
DÍA 2:
El viernes amaneció muy bueno, y
nosotros nos levantamos pronto, para ducharnos e ir a desayunar a un buffet abarrotado
de turistas. Después, nos sumergimos en el metro para dirigirnos al barrio de
Notting Hill. Descubrimos que el metro, al menos el de Londres, es un medio de
transporte rápido y cómodo, y que además está muy bien señalizado, de modo que
al final volvimos como defensores convencidos de esa forma de moverse por la
ciudad. Además, al ser Londres una ciudad tan llena de vida y de actividad, el
metro estaba lleno de carteles de musicales y obras de teatro, de conciertos y
de películas, muchas de las cuales no se estrenan en España. Pero además, en el
metro se puede comprobar la gente tan variopinta que puebla la ciudad, y
también el estilo con el que visten, sobre
todo las chicas.
En Notting Hill nos encontramos con
un barrio pintoresco, con esas casas que tantas veces hemos visto en las
películas y en el que hasta los talleres tienen glamour. Lo recorrimos de un
extremo a otro hasta llegar a Portobello y su mercadillo, que también nos recorrimos
de un lado al otro, mirando aquí y comprando allá. Incluso entramos en una
tienda no oficial de Banksy, en la que tuve mi primer amago de volverme loco
con las compras, que, afortunadamente para mi cartera, quedó en nada.
De nuevo al metro para dejar en el
hotel para dejar las compras que habíamos hecho, y otra vez a salir, esta vez
en dirección a Baker Street.
Al salir del metro en la esquina de
la calle, nos encontramos con una oficina del Banco Santander (y no sería la
última que veríamos en Londres), pero lo que más llamó nuestra atención fue la
“estatua parlante” de Sherlock Holmes. Lo de “parlante” viene porque junto a
ella, en un cartel, un código QR que hay que escanear con el móvil nos lleva
hasta una grabación de, supuestamente, el gran detective. Pero es tarde y ya
tenemos algo de gusa, hay que buscar donde comer algo para seguir.
Después de comer, nos acercamos al
museo de cera de Madame Tussauds, pero la cola era enorme, así que, con la idea
de dejar algo para la próxima visita a Londres, nos dirigimos a Baker Street.
Por su cercanía con Abbey Road (creo que son dos calles perpendiculares), allí
está la tienda de los Beatles, pero la cola que pasaba por delante de ella no
era para entrar ahí, sino para entrar en el museo de Sherlock Holmes que está justo al lado y que,
debido a su cola, también lo dejamos para otra visita. Donde sí entramos fue en
una tienda de merchandising de grupos musicales que hay justo delante de la
casa de Sherlock, de la que mi colega Pedro me había traído una púa hace
tiempo.
De nuevo al metro, y ahora vamos al
Soho. Dedicamos un rato bastante largo a recorrer las calles de la zona, sobre
todo Carnaby Street, en la que vi algunas cazadoras de cuero chulas pero algo
caras (que tengo que jubilar de una vez la mía), todo ello justo antes de
volver al metro y dirigirnos a la catedral de San Pablo. Muy chula, hicimos
algunas fotos, y a patear en dirección al barrio financiero de la ciudad para
encontrar el Banco de Inglaterra (y unos cuantos más de paso). Por cierto, al cruzar las calles nos encontramos con un detalle muy chulo que a los turistas nos viene muy bien: indican hacia donde hay que mirar para que no nos atropellen:
Después de pasear por la zona
financiera de Londres, volvimos al metro, para dirigirnos a Harrods, un sitio
que C. tenía muchas ganas de conocer. Por cierto, justo delante hay un Zara.
El centro comercial Harrods es
enorme, y, sobre todo, muy elegante. Pero también muy caro, así que nuestras
compras allí fueron escasas. Al metro de nuevo y al hotel.
Una cerveza en el pub de la noche
anterior y luego a buscar donde cenar, que fue otro pub de la zona, en el que
nos recordaron que la cocina cierra a las diez, así que tuvimos que decidir
rápido qué queríamos tomar aparte de la cerveza. De nuevo, nos decidimos por la
cocina típica. Después, al hotel a descansar, que mañana hay que madrugar.
DÍA 3:
Tampoco fue tan grande el madrugón,
porque el sitio al que queríamos ir era el Museo Británico que está justo al
lado del hotel. Allí pasamos un par de horas, viendo mucho y haciendo muchas
fotos, pero sabiendo que lo que veíamos no era más que una pequeña parte de lo
que el Museo tiene, así que es otra cosa que quedó para profundizar más la
próxima vez.
Sin embargo, nos metimos en su
tienda de recuerdos, con la intención solo de comprar unas chocolatinas con la
forma de la piedra Rossetta. Pero no fue posible y nos volvimos locos en una
vorágine de cultura general y chocolate, así que salimos de allí en dirección
al hotel después de haber comprado chocolatinas, sí, pero también libros y
algún dvd que sobrecargaron nuestras maletas (y no compramos más porque
sabíamos que no nos cabrían…).
Todavía era temprano, así que
decidimos volver a un metro en el que cada vez nos movíamos mejor para
dirigirnos al Palacio de Buckingham. No llegamos a ver el cambio de guardia,
pero sí vimos que la reina estaba allí. Después de algunas fotos y un vídeo,
nos fuimos a pie hasta el Parlamento, caminando hasta que escuchamos la campana
del Big Ben.
Antes de liarnos a hacer fotos del
Big Ben, con el London Eye detrás, y de la abadía de Westminster que está al
lado, comimos algo, para luego fotografiar todo lo que nos llamó la atención,
incluyendo algunas de las estatuas que hay por allí, la mayoría de ellas de
gobernantes (Lord Palmerston, Lloyd George, Churchill…), pero también dos que
me desconcertaron: una de Mandela y, sobre todo, una de Gandhi.
Desde allí caminamos hacia
Trafalgar Square, pasando eso sí por la esquina de Downing Street. En Trafalgar
Square algunas fotos antes de cruzar el Támesis y hacer unas fotos muy chulas
con el Big Ben a un lado y el London Eye al otro. Al cruzar el río por el puente, nos cruzamos con un tío que llevaba una culebra enroscada en su brazo. ¡¡Esto es Londres!!
Después otra vez al metro, esta vez en dirección a la Torre de Londres y el Tower Bridge. Eso sí, al salir de la estación, vimos los restos de la muralla romana de la ciudad y una estatua del emperador Trajano.
Después otra vez al metro, esta vez en dirección a la Torre de Londres y el Tower Bridge. Eso sí, al salir de la estación, vimos los restos de la muralla romana de la ciudad y una estatua del emperador Trajano.
A pesar de la lluvia que empezaba a
hacer acto de presencia, pudimos hacer algunas fotos, para después, volver a
subirnos al suburbano para quedar con una amiga de C. que vive en Londres. Un
café con ella y al metro por última vez, para ir al hotel y cenar algo en el
pub que está justo debajo y que fue el que más nos decepcionó de todos los que
visitamos en estos días. Luego a hacer la maleta, que esto se acaba.
DÍA 4:
El último día fue de viaje, y de
hecho apenas dormimos la noche anterior, porque entre el cambio de hora y que
nos iban a buscar antes de las cuatro de la mañana para llevarnos al
aeropuerto, no nos valía la pena.
En el aeropuerto de Stansted desayunamos, deambulamos por un duty-free en el que había una tienda de
Hamleys, la juguetería mítica de Londres, y nos subimos al avión pensando en
cuándo íbamos a volver a esa ciudad mágica y llena de vida.
CONCLUSIÓN
Londres en una ciudad sorprendente,
probablemente una de las que más me ha impactado en mi vida, y este viaje fue
uno de los más memorables que he hecho. Estamos contando los días para nuestra
próxima visita.
Créditos de las fotos: Las fotos fueron hechas por C. y por mí.
2 comentarios:
¡Hola Pablo!:
Tiene muy buena pinta tu viaje, yo también tengo muchas ganas de visitar Londres, pero como R. sigue en el paro pues es complicado, que yo no tengo sueldo de ministro para cargar con todos los gastos. XD.
Cuando por fin vaya te pregunto consejines.
Te admiro, no sé cómo sacas tiempo para todo: curro, blog, revista,estudio, vida social...
Seguimos "in touch". Un saludo,
Hola, "Lara".
Pues Londres es una ciudad que os recomiendo visitar, fijo que os gusta.
Y ya sabes que te daré todos los consejos que os hagan falta.
Un saludo :-)
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