Hace
varias semanas, tal vez mes y pico ya, estuvimos viendo la película La muerte de Stalin, una película cargada de humor negro sobre las luchas por el poder en
los momentos inmediatamente posteriores a la muerte de Stalin. La peli se basa
en una novela gráfica y supongo que será precisamente por eso por lo que se
mantiene un tono desmitificador e hilarante.
Dirigida
por Armando Ianucci y protagonizada por un espectacular Steve Buscemi en el papel
de Krushev, a lo largo de su metraje vemos que van pasando por ella todos los
grandes nombres de la Historia soviética de los años cincuenta. Pero eso sí,
todos ellos caricaturizados.
Estamos
de acuerdo en que la sátira es una herramienta muy útil en la Historia y en la
política, y por eso este tipo de películas son necesarias. Sin embargo, el
hecho de que la película no sea rusa le resta algo de “verdad” a la película. No
porque los actores lo hagan mal (repito, Buscemi lo borda, pero hay otros que
lo hacen estupendamente también), sino porque parece que volvemos a películas
en las que los malos son “los de siempre”, los rusos.
Por
eso, con la intención de mostrar la corrupción del régimen stalinista, se
caricaturiza hasta el extremo a sus posibles sucesores, mostrándolos crueles,
depravados e incompetentes.
En
definitiva, es una película que está bien para pasar un rato divertido, pero
que podía haber dado mucho más de sí.
Tal
vez, en manos de un director ruso se podría hacer una sátira mucho más acertada
de la etapa. Si en Alemania se pudo escribir una novela como Ha vuelto, ¿Por
qué no se podría hacer algo así en Rusia?
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