Quizá alguien recuerde que cuando
empezaron las emisiones de Cuatro, a altas horas de la madrugada tenían un
programa en el que ponían series un tanto desconocidas y underground. Entre
ellas, emitían un anime japonés titulado Paranoia agent, muy poco conocido para
el gran público y que creo que solamente fue emitido en nuestro idioma esa vez. En su
momento vi algunos capítulos, pero al final, siempre se me olvidaba programar
el vídeo y no terminé de ver la serie. Sin embargo, recientemente, gracias al
potencial de internet para encontrar todo y más, tuve la oportunidad de verme
la serie entera del tirón.
Se trata de una serie de sólo una
temporada que nos cuenta la historia de una ciudad japonesa que se ve asolada
por los ataques del llamado Chico del Bate, un misterioso personaje que va
patinando y atacando con un bate a personas que, supuestamente, están alienadas
por su propia existencia. A través de su figura, vamos conociendo a sus
víctimas, personas con problemas de diversa índole a las que el Chico del Bate
ataca. La serie en sí es muy compleja (hay quien la compara con Twin Peaks, de
David Lynch), y a veces cuesta encontrar sentido a la manera en la que se
desarrolla la trama.
No obstante, en ella vi un par de
cosas que me hicieron pensar. La primera es una imagen que se repite en varios
capítulos (en el primero y el último al menos). Es esta:
¿Os resulta conocida esa imagen?
¿Os resulta conocida la imagen de todo el mundo en el metro, el autobús o el
tren con el móvil en la mano? Seguro que sí. Lo más sorprendente es que esa
serie es de hace más de diez años y ya nos muestra una sociedad pegada a la
pantalla del móvil.
Casi profético, ¿verdad?
La segunda cosa que me hizo pensar
la vi en el segundo capítulo, en el que se nos narra la historia de un chico al
que acusan de ser el Chico del Bate. El chaval es el triunfador del colegio, al
que todos admiran. A la vez, en clase hay otro chico, recién llegado del campo,
gordito y del que todos se ríen. En este capítulo podemos ver las diferencias
que hay entre los más jóvenes de nuestra sociedad, entre los “triunfadores”
guapos y admirados, y las “víctimas” de las que los demás se ríen. Podemos ver
la "jerarquía" que se crea y se desarrolla entre clase y clase y durante los recreos, una jerarquía que es real y que puede
llegar a afectar mucho a muchos chavales.
Una jerarquía que hay que tener en
cuenta, para poder ayudar a esos chicos.
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