PREPARATIVOS:
La idea de ir a Madrid en pleno
agosto no fue casual, sino que se debió a la exposición sobre El Bosco que hay
en el Museo del Prado. No es que tuviera decidido ir a verla, es verdad, pero
cuando se inauguró, un vídeo de Metallica inspirado en las pinturas de El Bosco
que compartí en Facebook dio lugar a una conversación con mi colega Silvicius que finalizó con la decisión de que me iba a ir con C. a ver la exposición y de paso patearnos
Madrid y Alcalá.
PRIMER DÍA:
Como todos los viajes, el día de ir
fue bastante soso. Seis horas de autobús (cinco y media para C., que fue desde
Oviedo) hasta llegar a Madrid, una parada de tren para llegar a Atocha y,
después de pasar por delante del Ministerio de Sanidad y del Centro Asociado de
Madrid de la UNED,
plantarnos en el hostal, en pleno Barrio de las Letras y a tiro de piedra de la Plaza de Neptuno, los museos
Thyssen y El Prado, y el Hotel Palace. Una ducha para reinsertarnos en la
sociedad y salimos a caminar por los alrededores, dándonos cuenta de que
estábamos muy cerca de la librería del CSIC y del Congreso de los Diputados, y
un poco más allá, del Teatro Reina Victoria.
En unos pocos minutos ya estábamos
en la plaza de Canalejas, donde entramos en una taberna asturiana a tomar tranquilamente
la primera caña del fin de semana. Después, otros pocos minutos de paseo nos
llevaron hasta la Puerta
del Sol y entonces decidimos comer algo. Entramos en el único Museo que conoce
mucha gente, el del Jamón, así que el bocata que nos comimos en la misma Puerta
del Sol, os imagináis de qué era.
Seguimos paseando por allí cerca, viendo
el Ministerio de Hacienda y la
Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, pero como
estábamos cansados, decidimos irnos de vuelta al hostal, que el sábado hay que
madrugar.
SEGUNDO DÍA:
Y el sábado hay que madrugar porque
habíamos quedado con mi amiga Silvicius para que nos enseñara Alcalá de Henares, así que desayunamos rápido (en el Starbucks, porque no encontramos el
sitio que nos habían recomendado en el hostal), y corriendo a Atocha para
pillar un tren. A eso de las diez y media o poco más estábamos ya recorriendo
Alcalá.
La colega nos fue llevando por los
sitios que vale la pena conocer: desde el palacio del cardenal Cisneros a la Universidad de Alcalá,
en cuyo Paraninfo se entrega cada año el Premio Cervantes (y en el que me
enteré de que Jovellanos había sido alumno de esa Universidad). Después, una
carrera hasta el corral de comedias, porque había que aprovechar la visita
guiada que daba un amigo de Silvi, y que nos pareció de lo más interesante.
Después, antes de la primera caña (con su tapa, claro) para soportar el calor asfixiante, nos
encontramos con una procesión de gigantes y cabezudos.
Una visita a la casa natal de
Cervantes, en la que, además, había una exposición de viñetas de Forges
inspiradas en el Quijote. Después la visita al Museo Arqueológico Regional y
otra caña con su tapa.
Vuelta a la Villa y Corte a media tarde,
para descansar, y después salir a seguir tomando cañas, esta vez en una taberna
en la Gran Vía.
Después, nos acercamos hasta un bar en Chueca que me había recomendado el
Garry, con la intención de salir de allí cenados. Y vaya si salimos cenados:
eso fue demasiado. Seguimos pateando hasta llegar al Círculo de Bellas Artes y
el centro cultural Blanquerna, y de allí al hostal.
TERCER DÍA:
Poco madrugamos el domingo, que se
había que recuperar del sábado. Pero aún así, todavía tuvimos tiempo de,
después del desayuno, patear Madrid para ver el Ayuntamiento, la Catedral de La Almudena, el Palacio
Real, el Teatro Real… todo ello antes de tomar una cerveza y picar algo para
luego volver al hotel y descansar, que la tarde va a ser larga.
Y es que habíamos quedado con
Silvicius para ir todos juntos al Museo del Prado y ver la exposición de El
Bosco, que nos dejó impresionados. Algo escribiré sobre ella en otro momento.
Después, como la exposición se ven en tan sólo hora y media, corrimos a ver algunos cuadros de Velázquez, y también algún Tiziano que vimos de refilón. Luego, más cervezas, esta vez en un bar que se hizo conocido durante los disturbios de 2012.
La última cena en Madrid fue
en la plaza de Santa Ana, cerquita del hostal y con la intención de volver pronto a él, que hay que hacer el
equipaje.
Y LA VUELTA…
Y del lunes poco hay que contar,
porque, igual que el viernes, fue día de viaje. Desayunar, dirigirnos a Atocha
y de allí a la estación de autobuses y calzarnos otras varias horas hasta
llegar a casa.
CONCLUSIÓN:
Madrid sigue siendo una ciudad que
me gusta mucho, pero en la que sobre todo nos cruzamos con turistas, como
nosotros mismos. No obstante, sí que hay algunas cosas que me llamaron la
atención de la ciudad. En primer lugar, que casi no hay bancos en la ciudad.
Como mucho, hay bloques de hormigón, normalmente al sol, supongo que para que la
gente se vaya a las terrazas.
Pero, sobre todo, me resulta
sorprendente la vida que tiene la ciudad, da igual la hora que sea, lo que hace
que sea un sitio en el que es agradable estar.
A pesar del calor…
Créditos de las fotos: Todas las hizo C., que las hace muy bien.
Agradecimientos: Por supuesto, a
nuestra colega Silvicius, que nos enseñó Alcalá como ella sabe.
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