Hola a todo el
mundo.
No sé si os habéis
parado a pensarlo, pero hasta hace relativamente poco tiempo, la
cultura era algo que estaba limitado solo a las élites sociales, a
las clases altas. No todo el mundo sabía leer, y el acceso a
actividades culturales, como el teatro, estaba orientado a personas
muy concretas, las que podían pagar por asistir a esos espectáculos.
La mayor parte de la población era totalmente ajena a la cultura.
Sin embargo, con el
paso del tiempo, el acceso a la cultura se ha ido democratizando.
Ahora lo raro es que alguien no sepa leer (que entienda o no lo que
lee ya es otra historia), y cualquiera puede ir al cine, al teatro o
a cualquier espectáculo musical. O a un museo. Y además, con el
desarrollo de medios de comunicación, como la televisión primero o
internet ahora, podemos acceder a esa cultura a través de esos
medios. A eso se le aplica el controvertido concepto de "cultura de masas".
Sin embargo, al
convertirse la cultura en algo que está al acceso de todo el mundo,
esa misma cultura ha tenido, necesariamente, que banalizarse y
volverse más accesible, lo que ha dado lugar a que los mensajes sean
cada vez menos profundos y las obras menos interesantes (por eso cada vez hay menos obras maestras).
Pero además, como
resulta que esas obras culturales están al alcance de cualquier
persona, nos encontramos con que el cine, la literatura o una canción
pueden ser también herramientas para transmitir unos valores y una
ideología, que siempre serán los valores y la ideología que
interesa a determinadas personas que sean transmitidos a un número
mayor de otras personas. La cultura se convierte así en un medio de
propaganda.
Pero también puede
ser al revés, porque nos encontramos con el hecho de que
determinados productos culturales tienen éxito debido a una
propaganda que no llega a través de ellos mismos, sino a través de
los medios de comunicación. Solo así se entiende que películas o
libros que no son objetivamente mejores que el resto de los que
aparecen cada año tengan un éxito mayor que el resto, como Ocho apellidos vascos o 50 sombras de Grey. Porque nos convencen de que es
lo que hay que ver (o leer) este año.
Y por lo mismo se
agotan en cuestión de horas las entradas de conciertos como los de
AC/DC: porque se nos convence de que es el concierto que toca ver
este año. Una vez vendidas esas entradas, los mismos que nos
convencieron nos dirán que el concierto que hay que ver es el
siguiente concierto multitudinario que se anuncie, sea de Pitbull, de
Miley Cyrus o de Metallica, tanto da.
Ninguno de nosotros
somos inmunes a esta propaganda, todos respondemos a ella, yo el
primero. Sin embargo, sí tenemos que ser conscientes de ella, para
que, cuando nos encontremos viendo esa película que, en otras
circunstancias, ni se nos hubiera pasado por la imaginación ver, nos
preguntemos cuando hay de elección deliberada y cuanto de sugestión
en el hecho de verla.
Para
saber más:
CHOMSKY,
Noam y RAMONET, Ignacio: Cómo nos venden la moto, Barcelona, Icaria,
2001 (11ª edición).
PARRA,
Gregorio: La Gran Conspiración. El cine como imagen de nuestro
tiempo, Madrid, Celeste, 1991.
No hay comentarios:
Publicar un comentario