Hola a todo el
mundo:
Puff… cuánto
tiempo, ¿verdad? Es que últimamente no paro, y hay días que me
faltan horas para todo lo que quiero hacer. Pero hay una serie de
cuestiones que me parecen lo bastante importantes como para que deja
otras cosas de lado por ellas.
Y entre ellas, hoy
me apetece comentar la noticia que ya escuchamos hace un par de
semanas, de que una jueza argentina ha solicitado la extradición devarios torturadores de la dictadura franquista para que sean juzgados
allí. Que todos sabemos que al final no se les va a extraditar, pero
ya es un paso.
Y, pese a la
polémica (o precisamente, por ella), yo creo que el que sean
juzgados por sus delitos es algo bueno.
Porque puede parecer
que en España hay cierto reparo a que se sepa la verdad, o, mejor
dicho, a que se actúe en consecuencia con esa verdad. Parece como si
tuviéramos miedo de que juzgar a los criminales fuera a hacer que la
dictadura volviera.
Pero no es así. Un
juicio demostraría que somos un país democráticamente maduro,
capaz de hacer frente a su pasado, para poder mirar al futuro sin
miedo.
Algunos dicen que
esto es reabrir viejas heridas. Como decía un represaliado ayer en
la tele, no es reabrir heridas. Es cerrarlas. Y, de todas formas,
¿quién nos dice que las heridas de los represaliados están
verdaderamente cerradas?
Lo deseable sería
que el juicio se celebrara aquí. O que ya se hubiera celebrado hace
mucho. Pero solo el hecho de que desde Argentina (un país que, en
materia de juzgar su pasado, nos lleva años de ventaja) se haya
intentado llevar a cabo, ya es un primer paso.
Esperemos que esos
pasos den lugar a otros.
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