lunes, febrero 01, 2010

Avatares de la vida

La verdad es que la película Avatar no me atraía demasiado, pero ante el hecho de que estábamos a punto de ser los únicos de nuestro entorno que todavía no la habíamos visto (hasta en broma hablamos de hacer un grupo en Facebook llamado "Yo no vi Avatar"), anoche Álvaro, Alejandro y yo nos acercamos a verla. Y ya puestos, en tres dimensiones.
El problema de que todo el mundo nos hable bien de una película es que lo más probable es que al final salgamos diciendo "Está bien, pero tampoco era para tanto". Y eso es lo que me pasó a mí. Pero ojo, ni digo que esté mal (que no lo está) ni que no valiera la pena pagar por verla en tres dimensiones. Sólo digo que no creo que sea para darle tanto bombo.
En primer lugar, la propuesta de las tres dimensiones no está demasiado aprovechada, aunque tampoco es que la película lo necesitara demasiado. Sólo en algunos momentos sí sirvió para crear efectos espectaculares, pero en la mayoría de las escenas no aportó demasiado. Concretamente, creo que en la escena de la batalla final podría haber dado mucho más juego.
Por lo demás es una película que, a pesar de sus casi tres horas, no se hace larga, porque es muy entretenida. Pero eso sí, la historia está bien, pero no es original (es lo malo de soltar a un historiador en un cine a ver una película así, jejeje, que acaba fijándose en cosas raras). Me explico: Resulta que lo que hace es mostrar el colonialismo del siglo XIX, pero llevándolo a otro planeta en el siglo veintitantos. Sí, porque el motivo para ir a ese planeta son recursos del subsuelo, y la relación con los indígenas se plantea desde el punto de vista de la superioridad del colonizador (superioridad que es muy clara desde el punto de vista técnico). Exactamente igual que hicieron las potencias europeas durante ese siglo en Asia y África.
Por otro lado, la relación entre el protagonista y la hija del jefe de la tribu introduce un matiz que yo no me esperaba (reconozco que fue la vez que menos sabía de la peli que iba a ver, recomendaciones aparte), además de que permite que el protagonista se vaya identificando con los nativos de una forma que me recordó vagamente a Bailando con lobos.
Eso sí, el final sí me sorprendió.
En conclusión, yo creo que si no la habéis visto os gustará, pero de todas formas, sigo pensando que es otro ejemplo de lo que puede triunfar una película si tiene una buena campaña de marketing detrás.
Nos vemos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, Pablo. Te dejo el enlace a un interesante artículo sobre el coñazo ese de peli, que por supuesto no he visto ni pienso hacerlo. Pero el crítico de cine de digital-freedom siempre es capaz de sacar cosas interesantes sobre cualquier cosa. Por cierto, acabo de volver a ver la joyita de "l'emmerdeur" (mal traducida al español como el embrollón, y es que lo s buenos tacos son intraducibles), con Lino Ventura y Jacques Brel, primera peli de la saga de François Pignon (el de la cena de los idiotas). Eso es cine, pequeño, pero pegado al público, y no estos bodrios que para contar una historieta infantil tienen que gastarse los presupuestos de un país entero. Un saludo a tí y a tus lectores.

http://findesemana.libertaddigital.com/el-tufillo-fascistoide-de-avatar-1276237448.html