domingo, octubre 04, 2009

JAJAJAJA (Risas enlatadas)

El título creo que sólo lo entenderán los que fueron anoche al concierto de Avalanch conmigo. Podríamos resumir esa cuestión en que, como diría mi abuela en un asturiano tal vez no del todo normativo, anoche "tábamos de güevu". Traducido literalmente, "estábamos de huevo", expresión asturiana que viene a significar que teníamos una tontería que no era normal y que íbamos por la calle riéndonos hasta de nuestras sombras, a pesar de que el alcohol (todavía) no había entrado en contacto con nuestras bocas. Y la cosa fue así desde que nos bajamos del autobús en el centro de la ciudad para que una de las personas de nuestra expedición (formada por Garry, Nacho, Maite y yo mismo) hiciera una compra inesperada. No sé, igual fue que anoche había luna llena y por eso estábamos así (desde luego, al menos a una persona la luna le afectó más que al resto).
Pero bueno, será mejor que me deje de anécdotas y pase a contar lo importante de la noche. Y es que no sé si sabéis que Gijón, Oviedo y Avilés quieren tener en 2016 y entre las tres la capitalidad europea de la cultura (lo que uno de mis colegas denominó "Ovigilés 2016" en una de las frases míticas de la noche). Pues la primera iniciativa conjunta fue anoche, la llamada "Noche Blanca" en la cual se abrieron salas de Arte de las tres ciudades y se hicieron conciertos en las tres y en sitios poco habituales.
Y nosotros nos fuimos a ver a Avalanch al Museo del Ferrocarril. Sí, allí. El concierto necesariamente iba a durar poco, porque esa noche en ese lugar tenían que actuar otras dos o tres bandas más, así que cada una tenía que descargar en menos de una hora para que diera tiempo a montar el equipo de la siguiente.
Por la tontería que teníamos anoche, llegamos al lugar un poco justos de tiempo, de modo que no sé que usaron como intro, porque cuando llegamos estaba empezando ya "Aún respiro". Nos metimos para allá a toda velocidad y con poco cuidado (pido perdón desde aquí a la gente a la que pisé en nuestra entrada, y yo a los conciertos voy con botas de montaña...). Y llegamos a un sitio relativamente cercano al escenario.
Lo primero que llamaba la atención del sitio era que el espacio para el público era bastante reducido y que las máquinas de tren que estaban por allí daban un aspecto un tanto... especial. Casi romático. Pero desde luego original.
Tras unas breves palabras de Ramón Lage (cantante), siguieron con "Otra vida", canción a la que siguió una durísima "Semilla de rencor". Para la canción siguiente, "Madre Tierra", se subió un chaval a cantar con ellos, pero no pude escuchar su nombre.
Continuó la actuación con la preciosa "Lucero", tras la que atacaron "Xana" (para los que me leéis desde fuera de Asturias: las xanas son una especie de ninfas de las aguas de la mitología asturiana).
La pena fue que la cosa ya tocaba a su fin, y finalizaron con "Pies de barro" y una estupenda "Lágrimas negras" para la que el público se entregó cantando los coros. Y casi sin despedirse, se fueron del escenario. Y venga, rápido, desmontad que a la una tiene que salir otro grupo.
Una lástima, porque justo cuando ya estábamos entrando en calor, se acabó el concierto, que sólo duró 45 ó 50 minutos. Eso sí, breve, pero intenso.
Y el momento álgido de la actuación fue cuando al final, una loca exaltada en pleno delirio eufórico lanzó un puñado de tampones (afortunadamente, sin usar) al escenario, tampones que cayeron en medio de unos músicos que, asombrados, dejaron de tocar y miraron con cara de no saber qué pasaba. ¿Qué? Ah, ya lo sé. Ya sé que eso nunca pasó. Pero pudo haber pasado. Y no habría sido lo más raro de anoche, creedme.
Si yo os contara.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

jajajajajaajajajaaja lo de ovigiles voy a registrarlo por si me lo roban los de la noche blanca jajaja y lo de los tampones si que pasoooooooo jaajajaajaja k risas

Miguel

Anónimo dijo...

ahora entiendo por qué estábais de huevo. la verdad, es que lo de ovegil tiene un pase. lo patentaré. si es que las noches de juerga dan para mucho.jejejeje.
san.