- Ten cuidado, tío - dijo Joey -. Creo que el diablo está muerto.
Mike soltó el pomo de la puerta y se dio la vuelta. "¿Qué está diciendo este yonki?", se preguntó. Miró al fulano que había dicho estas palabras sin sentido y lo vio sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, y con la mirada perdida y las pupilas dilatadas. También había un jeringuilla tirada a su lado y una goma todavía alrededor de su brazo izquierdo. La verdad, estaba hecho un pingajo.
- Ten cuidado, tío - repitió Joey -. Sabes que me preocupo por ti - tomó aire mientras se regocijaba en el bienestar que le producía la dosis y añadió -. Porque eres un buen amigo.
Mike salió del sucio apartamento sin decir nada. "Un buen amigo", pensó. "Sí, soy un amigo cojonudo. Nos conocemos desde que teníamos cinco años y ahora soy el que te vende la heroína. Pero eres el único al que se la llevo a casa".
Pensaba todo esto mientras salía de un edificio viejo y sórdido. Detrás de cualquiera de las puertas que se asomaban al pasillo podría estar sucediendo una escena tan patética como la del apartamento de Joey.
Mike salió a la calle y vio todo lo que odiaba de su viejo barrio: Edificios viejos, coches abandonados, chavales tirados todo el día en la calle... Un suburbio más. Por eso no le gustaba volver.
Se acercó a su coche y antes de subirse deslizó un billete en la mano del chico que se había quedado vigilándolo.
- Gracias, Mike - dijo el chaval, de no más de doce años, antes de preguntar -. ¿Seguro que no te apetece nada?
- Seguro - respondió Mike -. Lo que yo vendo es mejor.
Condujo hasta su piso en una zona elegante de la ciudad. Donde nadie recordaba que él había sido un niño hace no tanto tiempo. Donde no tenía que ir a casa de nadie, sino que eran los demás los que iban a la suya. Donde él era el que lo conseguía todo y por eso todos comían de su mano.
Llegó a la puerta de su vivienda y sacó la llave. Entonces alguien le habló.
- ¿Eres Mike Turner? - preguntó un hombre de unos cuarenta y tantos.
Mike lo miró antes de responder con otra pregunta.
- ¿Quién quiere saberlo?
Esta pregunta no tenía más utilidad que la de ganar tiempo. Si Mike Turner había durado hasta ahora en este negocio es porque sabía calibrar a la gente con una sola mirada. Y este tío no parecía peligroso. Parecía un perdedor, sí, pero no parecía peligroso. Y desde luego no era un poli.
- Un cliente - respondió el hombre.
Mike no solía vender a alguien a quien no conocía, a no ser que fuera amigo de otro buen cliente, así que quiso hacerse el loco y decirle que se equivocaba de persona, pero ese tipo añadió.
- Susie Mitchells me habló de ti. Creo que es una buena clienta tuya.
Mike la recordaba, claro. Dieciocho o diecinueve años, muy guapa, y dispuesta a cualquier cosa por una dosis; cómo olvidarla.
- Sí, es clienta mía. - dijo al fin.
Seguro de que este tío sólo quería probar algo nuevo en plena crisis de madurez, Mike le hizo pasar al piso.
- Quiero tu mejor mercancía. - dijo el hombre.
- Igual que Susie. - respondió Mike con una sorna chulesca.
Entonces Mike cometió un grave error. Dio la espalda a ese desconocido mientras buscaba en un cajón.
Comprendió su equivocación cuando sintió el frío cañón de un arma al apoyarse en su nuca y oyó el inconfundible sonido de un revólver del calibre 38 al ser amartillado.
- Susie era mi hija, cabrón - dijo el hombre -. Y murió de sobredosis por la mierda que tú le vendiste - y entonces añadió -. Tú eres el diablo. Y estás muerto.
Mike soltó el pomo de la puerta y se dio la vuelta. "¿Qué está diciendo este yonki?", se preguntó. Miró al fulano que había dicho estas palabras sin sentido y lo vio sentado en el suelo, con la espalda apoyada en la pared, y con la mirada perdida y las pupilas dilatadas. También había un jeringuilla tirada a su lado y una goma todavía alrededor de su brazo izquierdo. La verdad, estaba hecho un pingajo.
- Ten cuidado, tío - repitió Joey -. Sabes que me preocupo por ti - tomó aire mientras se regocijaba en el bienestar que le producía la dosis y añadió -. Porque eres un buen amigo.
Mike salió del sucio apartamento sin decir nada. "Un buen amigo", pensó. "Sí, soy un amigo cojonudo. Nos conocemos desde que teníamos cinco años y ahora soy el que te vende la heroína. Pero eres el único al que se la llevo a casa".
Pensaba todo esto mientras salía de un edificio viejo y sórdido. Detrás de cualquiera de las puertas que se asomaban al pasillo podría estar sucediendo una escena tan patética como la del apartamento de Joey.
Mike salió a la calle y vio todo lo que odiaba de su viejo barrio: Edificios viejos, coches abandonados, chavales tirados todo el día en la calle... Un suburbio más. Por eso no le gustaba volver.
Se acercó a su coche y antes de subirse deslizó un billete en la mano del chico que se había quedado vigilándolo.
- Gracias, Mike - dijo el chaval, de no más de doce años, antes de preguntar -. ¿Seguro que no te apetece nada?
- Seguro - respondió Mike -. Lo que yo vendo es mejor.
Condujo hasta su piso en una zona elegante de la ciudad. Donde nadie recordaba que él había sido un niño hace no tanto tiempo. Donde no tenía que ir a casa de nadie, sino que eran los demás los que iban a la suya. Donde él era el que lo conseguía todo y por eso todos comían de su mano.
Llegó a la puerta de su vivienda y sacó la llave. Entonces alguien le habló.
- ¿Eres Mike Turner? - preguntó un hombre de unos cuarenta y tantos.
Mike lo miró antes de responder con otra pregunta.
- ¿Quién quiere saberlo?
Esta pregunta no tenía más utilidad que la de ganar tiempo. Si Mike Turner había durado hasta ahora en este negocio es porque sabía calibrar a la gente con una sola mirada. Y este tío no parecía peligroso. Parecía un perdedor, sí, pero no parecía peligroso. Y desde luego no era un poli.
- Un cliente - respondió el hombre.
Mike no solía vender a alguien a quien no conocía, a no ser que fuera amigo de otro buen cliente, así que quiso hacerse el loco y decirle que se equivocaba de persona, pero ese tipo añadió.
- Susie Mitchells me habló de ti. Creo que es una buena clienta tuya.
Mike la recordaba, claro. Dieciocho o diecinueve años, muy guapa, y dispuesta a cualquier cosa por una dosis; cómo olvidarla.
- Sí, es clienta mía. - dijo al fin.
Seguro de que este tío sólo quería probar algo nuevo en plena crisis de madurez, Mike le hizo pasar al piso.
- Quiero tu mejor mercancía. - dijo el hombre.
- Igual que Susie. - respondió Mike con una sorna chulesca.
Entonces Mike cometió un grave error. Dio la espalda a ese desconocido mientras buscaba en un cajón.
Comprendió su equivocación cuando sintió el frío cañón de un arma al apoyarse en su nuca y oyó el inconfundible sonido de un revólver del calibre 38 al ser amartillado.
- Susie era mi hija, cabrón - dijo el hombre -. Y murió de sobredosis por la mierda que tú le vendiste - y entonces añadió -. Tú eres el diablo. Y estás muerto.
7 comentarios:
Digno de una escena de trainspoting!!
Pablo, esto de la heroína o lo que podía estar inyectándose ese yonki,me ha recordado a ésto que leí el otro día. La historia de un heroinómano blogger que ponía en internet sus vivencias...ahora asegura que tras éstos años de blogger y con ayuda de los comentarios de la gente lo ha dejado...no hay más que leer uno de sus posts para saber que efectivamente era un yonki, se te pone la piel de gallina: http://nosequenombreponer.blogspot.com/2006/02/las-quintas.html
Hola
Parece copiado a situaciones que se pueden vivir especialmente por las cercanías de las Rías Baixas.
Sólo hay algo peor que ser adicto a las drogas: ser padre/madre de alguien adicto.
Nunca las pruebes, vales?
Un biquiño de tu amiga desde Coruña. Diana
Pablo! Gracias por el comentario! La nota que me han puesto la considero bastante mediocre, un 6,33!! Que casi escribo una tesis doctoral sobre el gotico en el examen!!!!!! Y la programacion???? TU te crees????
De todos modos, te animo a que, si puedes irte lejos de casa(hay quien por problemas familiares no puede, yo tengo varias amigas que habrian querido presentarse en canarias pero lo descartan por motivos varios) y te gusta viajar y , el mar, las olas, el calor y los delfines, la próxima vez te presentes en CANARIAS!!! Ya que con una nota mediocre como la mia, la interinidad está casi casi servida... De todos modos, vamos a ver qué pasa...
Un beso
jajaj, lo de los delfines lo he puesto en modo irónico on pero me ha quedado la mar de romantico,jaja
Pablo, llego a tu bitácora desde la del bueno de Voro y me alegra haberme decidido a entrar en las vuestras, realmente sois unos jóvenes con talento.
No se parecen en nada a lo que yo pogo en la mia pero de todo a de haber en la botica de la vida.
Seguiré leyendo tus microrelatos que son muy buenos.
Un saludo
N.M.C.N.
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