lunes, enero 01, 2007

Un dictador menos

Nota del autor: Para que quede claro lo mucho que quiero a mis lectores, me levanto de la cama el día de Año Nuevo para escribir algo, pese a que ya había escrito algo ayer, pero es que la actualidad es demasiado jugosa.
El sábado día 30 fue uno de esos días en que hay mucho material para los que escribimos blogs como éste, porque a primera hora de la mañana nos enteramos de dos noticias de alcance: el atentado de ETA y la ejecución de Sadam Hussein.
A estas alturas, todos esperábamos ya que Sadam acabara sus días colgado de una cuerda. Pero como no creo en la pena de muerte, considero que su ejecución fue un error histórico. En primer lugar, porque creo que habría sido mejor que pagara por sus crímenes en la cárcel durante muchos años. En segundo lugar, porque en plena fiesta musulmana, esto puede ser una fuente de inestabilidad en un Irak ya de por sí bastante convulso.
Y en tercer lugar, por la hipocresía que supone. Cuando Sadam Hussein era enemigo del régimen integrista iraní y un aliado contra la "amenaza comunista" en el contexto de la Guerra Fría, los Estados Unidos le apoyaron y le facilitaron el acceso a armamento de destrucción masiva. Cuando, posteriormente, se convirtió en un personaje incómodo y que dificultaba el acceso al petróleo, empezó a ser considerado una amenaza que debía ser eliminada.
Esto nos lleva a otra reflexión: Si un dictador ayuda a Estados Unidos de manera continuada, recibe apoyos y muere en la cama, como Pinochet. En caso de que no les apoye o deje de hacerlo, se bombardea su país, se expolia su patrimonio, se esquilma su petróleo y se mata a civiles.
Ése es el nuevo orden mundial.
Feliz año.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola Pablo y a todos sus lectores, soy Pedro:
Gracias por expresar tus opiniones sobre la actualidad. Eres un soplo de aire fresco.
Ahora paso a comentar tu artículo, junto con el de Pinochet. Veamos: los dictadores pueden morir de tres maneras:
1.- De muerte violenta, ejecutado/asesinado tras ser derrocado su régimen (Ceaucescu, Saddam, Mussolini, ¿Hitler?), o asesinado en un atentado, lo que no conllevaría automáticamente el fin de su régimen (Trujillo, se cree que Torrijos).
2.- De muerte más o menos natural en el exilio (Primo de Rivera, Somoza- éste sí fue asesinado, con un bazooka-, Batista, Machado, Stroessner).
Un cruce de las dos primeras sería su muerte en la cárcel, algo poco usual (Milosevic, Noriega; Videla está con un pie dentro y otro fuera ).
3.- De muerte natural en su país; en la mayoría de los casos sucede cuando ellos mueren antes que su régimen (Franco, Salazar, Lenin, Stalin, Mao, Castro, al paso que vamos)
Al mismo tiempo, un régimen dictatorial puede terminar de tres maneras:
1.- Por una acción violenta, interior (revolución o golpe de estado, caso de los regímenes comunistas a finales de los 80, Portugal, Machado y Batista) o exterior (guerra, invasión, intervención militar, como queramos llamarlo; caso de los regímenes fascistas de Europa central). Esto lleva al exilio o la ejecución de sus dictadores.
2.- Tras la muerte natural del dictador (caso de España y, esperemos, Cuba), ejemplo de la fuerza y la habilidad para la supervivencia de su régimen – que no tiene nada que ver con su benignidad.
3.- Por algún tipo de movimiento incruento (caso de Argentina y Chile, o la Grecia de los coroneles, o Primo de Rivera), lo que lleva al exilio o el procesamiento de sus dictadores, pero raramente a su muerte violenta, ya que no hubo necesidad de matarlos para que soltaran el poder.
En consecuencia, la muerte de un dictador es una cuestión de lo mucho que te agarres al sillón, y de si tus enemigos pueden sacarte del mismo, con o sin los pies por delante, y lo que quieran hacer contigo si dejas el poder vivo y caes en sus manos. Las muertes de Saddam, Pinochet, y también recientemente Stroessner, son ejemplos de dichas estructuras.
Recibe un saludo de tu amigo. Pedro