La verdad, no tenía muy claro si
contar estas vacaciones en
Lanzarote porque fueron precisamente eso, unas vacaciones, pero
nos lo pasamos tan bien e hicimos tantas cosas chulas que me apetecía
contároslo, porque además fueron unas vacaciones “simétricas”, con un día de
viaje, uno de transición, uno de excursión, dos de playa, uno de excursión, uno
de transición y otro de viaje.
DÍA 1: VIAJE
El sábado 20 empezó la cosa cuando
C. y yo nos reunimos en el aeropuerto de Asturias para coger el avión. Dos
horas y media, más o menos, y llegamos a
Arrecife y de allí en un microbús
hasta
Costa Teguise, que es donde íbamos a estar alojados, en un complejo sólo para
adultos. Comimos algo, descansamos, nos dimos una ducha y a dar una vuelta alrededor
del apartahotel, para buscar un supermercado en el que comprar suministros.
Encontramos uno bastante cerca, con existencias (y horario) que se orientaban a
los turistas y allí nos aprovisionamos. Una cena en una pizzería cercana y a
descansar, que las vacaciones propiamente dichas empiezan mañana.
DÍA 2: TRANSICIÓN
El día no amaneció tan soleado como
nos hubiese gustado, así que nos dedicamos a patear los alrededores para
conocer el sitio en el que estábamos. Una playa, la de los
Charcos, estaba muy
cerca, pero como tenía su paseo en obras, preferimos caminar un poco más hasta
la siguiente, la de las
Cucharas, más grande y con mejor pinta. Recorrimos su
paseo, viendo la cantidad de sitios que había para comer. Entonces el sol
salió, así que volvimos corriendo al apartamento para preparar unos bocatas y
ponernos los bañadores para ir a la playa.
Sin embargo la cosa fue engañosa,
porque el sol se fue pronto, así que, rebozados en arena por culpa del viento
(que allí es mucho), volvimos al apartamento a ducharnos.
Después nos pusimos a buscar un
sitio para cenar, pero antes tomamos una cerveza isleña (
Tropical) y un vino
también de las islas en una bodega de allí. Sin embargo, para cenar nos
decidimos por un sitio cercano, con pinta de ser donde va la gente de allí.
Descubrimos que la comida, muy barata, también estaba muy bien preparada y
aliñada, lo que nos hizo querer volver allí más adelante.
DÍA 3: EXCURSIÓN
Desde la recepción del apartahotel
habíamos contratado una excursión hasta la isla
La Graciosa, que está muy
cerca. A media mañana de un lunes muy soleado cogimos un autobús hasta
Órzola y, desde allí, un barco hasta la isla. La salida del puerto fue muy movida, con
el agua del mar salpicándonos la cara y todo, y tuvimos suerte de que no nos
mareamos y para nosotros fue divertido como una montaña rusa. Para alguien que
se maree, eso tenía que ser un verdadero infierno.

La isla se orienta totalmente al
turismo y la pesca, y no está nada asfaltada, siendo sus calles de arena, lo
que le da un toque pintoresco. La recorrimos, tomamos algo, y luego a comer a
la orilla del mar y junto a la lonja de pescado, de modo que os imaginaréis que
no comimos precisamente carne. Nos decantamos por unas papas arrugadas con mojo
y unos pescados que allí llaman
vieja. Otro paseo y vuelta al barco.
A pesar de que durante esta
excursión habíamos conocido a una pareja que estaba en nuestro mismo complejo
que nos recomendaron varios sitios para comer y cenar, optamos por cenar en un
pijo restaurante del Pueblo Marinero levantado en los ochenta por el arquitecto
César Galán sobre una idea de
César Manrique. Ésa fue la cena más decepcionante
del viaje.
DÍA 4: PLAYA
El martes amaneció muy soleado, así
que nos fuimos a la playa de las Cucharas a tostarnos, que para eso habíamos
venido. Allí pasamos varias horas de sol, baño en el mar y bocatas. Volvimos
para ducharnos y descansar.
Haciendo caso a la recomendación de
la pareja que habíamos conocido el día antes, fuimos a cenar a un sitio en el
que ya habíamos estado tomando algo un par de días antes, y allí cayeron un
queso de oveja frito y un entrecot que fue verdaderamente impresionante. Después,
tomamos unos chupitos de vodka caramelo que nos trajeron con la cuenta.
DÍA 5: PLAYA (OTRA VEZ)
El miércoles fue otro día
espectacular, así que de nuevo hicimos unos bocatas y a la playa, esta vez
teniendo cuidado de colocarnos en un sitio en el que pasaran menos
windsurfistas y en el que estuviéramos más resguardados del viento, aunque esto
último no nos salió bien.
Por la noche, otra vez hicimos caso
a aquella pareja, y fuimos a otro sitio que nos recomendaron para cenar,
decidiéndonos por otro sitio más propio de la gente del lugar que de turistas,
en el que cenamos bien y barato, probando, de paso, otra cerveza de las islas, la
Dorada.
DÍA 6: EXCURSIÓN

El jueves nos hicimos otra
excursión, esta vez un Gran Tour por la isla, para ver las cosas más interesantes.
Estuvimos en el
Timanfaya, con paseo en camello incluido, una bodega en la que catamos vino, los
Jameos del Agua (también obra de César Manrique), donde también pudimos ver su auditorio y la
Casa de los Volcanes. Luego fuimos al mirador de
los Helechos, donde además probamos el
guarapo, que es otra bebida típica. Fue
un día intenso y muy agotador.
Volvimos al apartamento y nos
preparamos una cena sencilla, con las sobras de los bocatas de los días
anteriores y unos helados que nos compramos.
DÍA 7: TRANSICIÓN
Básicamente, el viernes fue el día
de ir dejando las cosas cerradas: fue el día de pasear, comprar los últimos
recuerdos, comer en el mismo sitio en el que habíamos cenado el domingo un
jamón canario con papas arrugadas que estaba espectacular pero que nos dejó el
estómago hecho una pena.
Volvimos al apartamento a dejar las
comprar y a descansar mucho y no salimos hasta última hora, cuando hicimos
alguna compra más, tomamos unas cervezas y cenamos en el típico restaurante
delante del cual se pasa a diario sin entrar nunca, donde comimos poco porque
no nos apetecía más y tomamos un chupito de
ronmiel típico.
DÍA 8: VIAJE
Y el sábado fue el día de volver, y
de hecho, tan cansados estábamos que apenas comimos nada antes de subir al
avión a eso de las doce hora local. Llegamos a Asturias y, a partir de ese
momento, cada uno volvió a su casa con calma y, sobre todo, con ganas de descansar.
CONCLUSIÓN
Como siempre digo, las vacaciones son para darnos cuenta de lo que nos perdemos el resto del año. Pero, aún así, Lanzarote es una isla muy
interesante, soleada, agradable y también con mucho que ver, así que valió mucho la pena.
Volveremos pronto.
Nota: Las fotos las hizo C.