martes, febrero 24, 2015

¿Dónde está la socialdemocracia?

Desde hace algún tiempo, estamos asistiendo a la progresiva pérdida de relevancia del principal partido de la oposición, el PSOE, que cada vez más parece envuelto en un proceso de desarticulación, con un líder falto de carisma y al que nos cuesta mucho tomar en serio, y con fricciones internas que se han saldado con la salida de algunos de sus miembros.
Claro, que también en otros partidos de izquierda, como Izquierda Unida, estamos viendo fricciones internas (como las que llevaron a la salida de Tania Sánchez de la coalición). Sin embargo, en IU se está sabiendo responder a todo esto de forma mucho más efectiva (o, al menos, menos chapucera).
En un momento en el que la desastrosa gestión del Partido Popular en el Gobierno central está haciendo que cada vez más votantes del PP se planteen su voto, la pregunta es obvia: ¿por qué el PSOE no es capaz de rentabilizar electoralmente ese descontento hacia el PP?
Podríamos pensar que los errores de los tiempos de Zapatero todavía pesan, y seguramente para algunas personas sea así. O podríamos pensar también que mucha gente prefiere “pasarse” a Podemos, que también puede ser.
Sin embargo, buscando una explicación más global y menos centrada en la política nacional, podemos abrir nuestro punto de vista y darnos cuenta de que la socialdemocracia está perdiendo peso en toda Europa. Y entonces, la pregunta sería: ¿por qué la socialdemocracia, que tradicionalmente ha sido la corriente que ha servido de contrapeso a los desmanes de los partidos conservadores, cada vez tiene menos peso?
Durante los años ochenta y noventa, los partidos socialdemócratas se enfrascaron en la búsqueda de la llamada Tercera Vía, que, entre otras cosas, supuso que esos partidos socialdemócratas fueran perdiendo interés en sus bases sociales de carácter obrero (la “O” de PSOE), para volver la mirada hacia las cada vez más numerosas y boyantes clases medias. De este modo, olvidaron a la que, hasta ese momento, había sido su principal base social.
A la vez, en países como Gran Bretaña, los Gobiernos conservadores, con el de Thatcher como ejemplo paradigmático, llevaron a cabo una campaña de desarticulación y desprestigio de los sindicatos, que supuso destrozar el poder sindical. Así, la clase obrera perdió, de un plumazo, el apoyo político y sindical con el que había contado hasta ese momento.
Y ahora, en este momento de crisis, esa clase obrera se encuentra, en buena parte, desorientada, al no tener un partido al que volver la mirada, ya que comprende que los partidos socialdemócratas ya no están interesados en ella, y entonces se produce lo que vimos hace algunos meses en las elecciones europeas y hace algunas semanas en Grecia: que ese voto que antes iba a partidos socialdemócratas o incluso comunistas ha pasado a partidos ultraderechistas por un lado, o a partidos como Syriza y Podemos por otro.
Debería hacernos pensar. Y, sobre todo, debería hacer pensar a los políticos del PSOE.

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