domingo, diciembre 21, 2014

La fiesta del granero


El viernes pasado, día 19, me fui con mi colega Pedro a un espectáculo que, aunque ya va convirtiéndose poco a poco en un clásico de estas fechas, se sale bastante de lo habitual. Resulta que la banda de blues Blues & Decker suele hacer por estas fechas lo que ellos llaman sus Extravanzzas, espectáculos en los que ellos tocan junto con otros músicos invitados en medio de una puesta en escena de carácter temático. Y este año decidieron ambientarla en el viejo Oeste. Para que os hagáis a la idea, aquí os dejo el vídeo promocional que hicieron para anunciarlo: 








En una sala Albéniz llena de gente se había montado un decorado con montones de paja y una zona con juegos clásicos (para demostrar, por ejemplo, que en nuestro condado somos más fuertes que los de Winsconsin), por el que no solo nos movíamos los asistentes, sino también unos cuantos personajes clásicos, como el sheriff, que se aseguraba de que no hubiera por allí más armas que su Pacificador Colt 45, el viejo Stinky, que buscaba a su amada Mary Ann, el tipo que vendía el mejor aceite de serpiente del condado, o el viejo Walter “Calzones”, que, escopeta en mano, intentaba evitar que sus hijas, las Mountain Sisters, acabaran con algún músico de mala vida.
Sobre el escenario, unos Blues & Decker convertidos por esta noche en la Dirty Feelin’ Drillin’ Band, contaban con la colaboración de Angel “Cletus” Ruiz al banjo, Héctor “Jethro” Braga a la mandolina, Aníbal “Rufus” Menchaca al piano, y las mismas “Mountain Sisters” (Gema “Billy Jo” Fernández, Puri “Mary Beth” Penín y Sil “Cindy Lynn” Fernández) a los coros, y desarrollaban un repertorio de corte Country con temas muy conocidos, como “Sixteen tons”, “Ring of fire” o “Man of constant sorrow”, con el que un público entregado se lo pasaba pero que muy bien.
En un momento dado, se realizó un sorteo entre los que habíamos participado en los juegos, para elegir a los tres que participarían en el juego final. Entre esos tres, por cierto, estuvo Pedro, y el juego final consistió en ver quién se comía más perritos calientes en dos minutos. El premio de este juego fue un cerdo… pero de juguete, eh, que nadie se piense que se iba a regalar un cerdo de verdad (que parece que hay que avisarlo…).
Lo dicho, que tuvimos la oportunidad de asistir a un espectáculo muy diferente a los conciertos habituales, pero que, precisamente por eso, fue de lo más divertido que podemos ver en estos tiempos. Los que os lo perdisteis, todavía estáis a tiempo de verlo en Oviedo y en Avilés.

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