jueves, septiembre 27, 2012

Violencia gratuita

Como todo el mundo sabe, el martes se hubo una protesta a las puertas del Congreso de personas que se mostraron contrarias a las medidas de este Gobierno, y, de paso, contra la manía de nuestros políticos de mostrarse al margen de la sociedad. Una manifestación que, en definitiva, canalizaba el descontento de una buena parte de la sociedad, harta de que le recorten sueldos y derechos mientras las cosas siguen igual.

Supongo que a vosotros, igual que a mí, os habrían llegados informaciones al respecto de esta protesta, que estaba permitida (ojo) y que llevaba casi un mes organizándose. Informaciones que decían que se recomendaba no ir encapuchado ni embozado, y en las que se recordaba que, por supuesto, se condenaba la violencia en ella.
Y sin embargo, la cosa acabó, como tantas veces, a palos. La policía se lió a golpes con la gente, dejando la “marca España” en las costillas de muchas personas.
¿Había violentos entre los manifestantes? Evidentemente sí, porque siempre habrá quien quiera reventar este tipo de movidas. Pero eso no significa que todos los manifestantes fueran violentos, ni que la violencia desmedida ejercida por la policía estuviera justificada.
Además, como se vio (y al final se debió reconocer), había policías infiltrados, y uno de ellos a punto estuvo de ser apaleado y detenido por sus propios compañeros. Entonces, como dijo alguien en Twitter (creo que fue el diputado de IU Alberto Garzón, pero no estoy seguro), si se iba a detener a un policía infiltrado, es porque o bien los infiltrados eran violentos, o bien porque la policía detenía a los que NO eran violentos.
Luego nos damos cuenta también de que los antidisturbios no iban identificados, en una flagrante ilegalidad. Y lo peor es que el Secretario General del Sindicato Unificado de Policía defendía que fueran sin identificar, y encima que ejercieran la violencia (“Leña y punto” dijo en Twitter).
Luego, en toda esta movida, hubo una serie de cosas que no resultaron nada correctas, como eso de disparar indiscriminadamente pelotas de goma (que como todo el mundo sabe o debería saber SÍ SON LETALES) o lo de entrar a sangre y fuego en la estación de Atocha, nodo de comunicaciones ferroviarias de Madrid, liándose a palos con todos los que allí estaban, fueran manifestantes o personas que sólo esperaban el tren para volver a su casa después de trabajar.
Y luego, Rajoy, que estaba en Estados Unidos reclamando Gibraltar (¡!) alaba a la policía (que, por cierto, se defendió con un comunicado que insultaba la inteligencia de los lectores), y alaba también a la mayoría que no salió a manifestarse. ¿Hace falta que le recordemos que la mayoría de la población no vive en Madrid o que la mayoría de los electores no le votaron?
No voy ahora a negar el valor a la política, ni a aceptar que los manifestantes representan a la totalidad de la sociedad. Pero sí hay que recordar que el Gobierno no está haciendo lo que debería (ni lo que había prometido), y que debe ser permeable a las propuestas de esos ciudadanos a los que representa.
Y la violencia no es aceptable, ni de un lado, ni de otro.

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