martes, junio 07, 2011

Seguimos indignados

Muy buenas, queridos lectores:
Aunque ya apenas se hable de ellos, los indignados continúan con sus acampadas. Y creo que, llegados a este punto, debería empezar a pensarse en cuáles son los pasos que se deberían seguir para que el movimiento, que tanto ha hecho para movilizar a la población y cuya trascendencia histórica está fuera de toda duda, continuara teniendo vigencia.
Sí, porque yo creo que el mantenimiento de las acampadas ya no tiene mucho sentido. En primer lugar, porque después de más de tres semanas, ya han perdido su carácter "novedoso" e impactante, y corren el riesgo de que la gente los vea simplemente como "parte del paisaje" y deje de prestar atención a las alternativas que plantean. Eso sin contar con la posibilidad de que de que directamente puedan perder apoyos por parte de una población que puede llegar a verlos como una molestia.
Creo (repito: "creo") que ha llegado el momento de que el movimiento evolucione y cambie su manera de actuar. El momento de levantar las acampadas y plantear nuevas formas de activismo. Manifestaciones semanales (o incluso diarias) en los mismos lugares en los que se llevaron a cabo las acampadas, para que el mensaje no se olvide.
Y, sobre todo, creo que la solución más lógica y coherente para poder llevar a cabo sus planteamientos es sacarlos de la plaza y plantearlos como una alternativa real, formando su propio partido político. Sí, aunque pueda parecer extraño, es la única manera de que sus propuestas tomen forma, porque si no, ningún otro partido va a asumirlas como lo que en realidad son, es decir, una necesidad para la salud de la democracia.
Igual es la mejor solución para todos. Y así se evitarían que se mandara en su contra a los antidisturbios.
Pregunta del día: Si un policía (concretamente, un antidisturbios) no lleva su identificación a la vista, ¿cómo podemos estar seguros de que realmente es un policía?
Segunda pregunta del día: A la vista de las actuaciones de ciertos Consejeros del Interior de ciertas Comunidades Autónomas, ¿quién vigila al vigilante?

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