Esta semana, el documentalista
Antonio Maestre publicó en La Marea un artículo titulado “Amor de clase” en el
que cuenta su infancia en un barrio de la periferia de Madrid, un artículo que
a mí, por cierto, me gustó bastante, porque refleja una infancia que me
recuerda a la mía. Yo también viví en un barrio periférico, de una ciudad de
provincias en mi caso, un barrio industrial, obrero y también reivindicativo,
aunque mi infancia se desarrolló ya durante la época de la reconversión
industrial. Por eso, porque yo recuerdo de dónde vengo, también siento algo
parecido a ese “amor de clase” al que Maestre se refiere. No siempre estoy de
acuerdo con lo que escribe, pero en este caso sí, incluso podemos decir que ese
texto “me llegó”.
Por eso me
molestó profundamente el hecho de que, después de que este artículo fuera
publicado, una buena cantidad de personas empezaran a criticarlo. ¿Y por qué lo
critican? Pues veámoslo:
Algunas personas
lo critican porque aseguran que no está contando algo real, o mejor dicho,
dicen que lo que cuenta no responde a lo que ellos consideran real (o a lo que
ellos, desde su burbuja casi privilegiada, consideran que es real). En este
caso, creo que es porque no lo han entendido. Maestre está contando su
experiencia, que puede no ser la misma de otras personas, pero que es real,
aunque haya personas a las que no les guste.

Sinceramente, a
mí me parece que los que critican a Maestre por declarar su “amor de clase” no
hacen sino aprovechar para demostrar su “odio de clase”.
La imagen, de dominio público, es un detalle del cuadro El cuarto estado, pintado en 1901 por Giuseppe Pellizza da Volpedo, tomada de aquí.
La imagen, de dominio público, es un detalle del cuadro El cuarto estado, pintado en 1901 por Giuseppe Pellizza da Volpedo, tomada de aquí.