Preparativos:
Nuestra
intención de ir a visitar Sevilla ya la teníamos desde hace algún tiempo, y, de
hecho, el año pasado fue nuestra primera opción cuando, al final, nos fuimos a Barcelona.
Además, después de nuestras peripecias de hace dos años cuando estuvimos en
Londres por última vez y nos quedamos atrapados en la isla porque el vuelo no
pudo salir, habíamos decidido que, en este puente, no queríamos irnos demasiado
lejos. Por si acaso.
Por
todo esto, el día 5 nos fuimos a la cama con las maletas listas y es
nerviosismo típico de las vísperas de los viajes.
Día
6:
El
despertador sonó algo temprano, no porque el vuelo a Sevilla fuera pronto, sino
porque queríamos hacer algunas cosas antes de irnos. Después de ducharnos y de
coger nuestros equipajes, nos dirigimos al aeropuerto, donde comimos unos
bocatas que nos llevábamos de casa y nos subimos a un avión que nos llevó más
rápido de lo que esperábamos hasta Sevilla. Desde el aeropuerto, un bus nos
llevó hasta muy cerca del hotel, aunque no lo suficiente como para evitar que
nuestro sentido de la desorientación hiciera de las suyas.
Después
de deshacer los equipajes y descansar un rato, nos lanzamos a explorar la
ciudad, entrando en el tranvía en dirección a la Plaza Nueva, desde donde
pensábamos dirigirnos a la Alameda de Hércules a tomar algo y cenar.
Sin
embargo, la cantidad de gente que estaba en la ciudad esos días hacía que el
tranvía no pudiera circular a partir de cierto punto, lo que nos hizo tener que
caminar más de lo que esperábamos. Encima, Google Maps se empeñaba en hacernos
dar más vueltas de las que queríamos, así que tardamos más en llegar de lo que
esperábamos.
Eso
sí, una vez en la Alameda, no tardamos en localizar un par de sitios en los que
tomar cervezas y cenar.
De
vuelta al hotel, que mañana hay mucho que hacer.
Día
7:
No
hubo que madrugar mucho, porque la visita a la Catedral y a la Giralda era a
eso de las doce y media. Un buen desayuno y de nuevo al tranvía para dirigirnos
a nuestro destino.
Nos
bajamos justo en la puerta del Archivo de Indias, que está junto a la Catedral
y en el que la cola ya era bastante grande. También era importante la cola para
entrar a la Catedral, pero como llevábamos las entradas con nosotros, nos la
pudimos saltar. Dedicamos un rato muy largo a recorrer de manera desordenada
todo lo que se puede ver en la Catedral, enorme, impactante y llena de obras de
arte a las que prestar atención. Cuando ya estábamos saturados de tanto arte,
fuimos a su campanario, la Giralda, torre que fue alminar de la mezquita que
estuvo allí antes.
En
el caso de la Giralda sí que puedo decir que la experiencia no valió la pena.
Es tan grande la cantidad de gente que quiere subir que resulta incómodo y poco
gratificante subir y asomarse a ver la ciudad desde allí, porque hay que
competir con un montón de gente. Eso sí, como anécdota podemos contaros que las
campanas sonaron cuando estábamos allí, sobresaltando a la gente.
Después
de salir, buscamos algún sitio en el que comer, y nos empezamos a probar la
comida de la zona. Luego, paseamos e hicimos unas compras mientras esperábamos
a una amiga que venía a vernos. Paseamos con ella, pasando por delante de la Facultad de Bellas Artes y las Setas, tomamos algo con ella, y después, cuando nos
despedimos, nosotros buscamos donde cenar. Y aunque no teníamos mucha hambre,
pudimos comer varios platos interesantes.
Día
8:
El
domingo, que al final fue el día más agotador de nuestras breves vacaciones,
hubo que madrugar bastante más que el sábado. La visita para los Reales Alcázares era a las diez y media y había que llegar. Google Maps nos propuso lo
que parecía una ruta corta, pero, sin embargo, sus ganas de fastidiar, unidas a
nuestra falta de orientación, sirvieron para que, finalmente llegáramos justos
de tiempo.
Allí
nos reunimos con otra amiga y juntos recorrimos los recovecos del lugar, viendo
diferentes arquitecturas, diferentes decoraciones, distintos tipos de plantas
en los jardines… Tantos detalles que resultó agotador desde el punto de vista
intelectual.
Nos
llevó a la Real Fábrica de Tabacos, por la que habíamos pasado por la mañana y
en la que ahora están las facultades de Letras.
Nos
guio también por el Parque de María Luisa, enseñándonos la glorieta de Bécquer,
en la que, además de la estatua del poeta, había unos paneles con unos códigos
QR que nos llevaban a videos de You Tube en los que se recitaban sus rimas. También
en el parque nos señaló el Museo Arqueológico y nos llevó a la réplica del
monte Gurugú, uno de sus sitios favoritos de la ciudad.
Luego
fuimos a la Plaza de España, muy impactante y espectacular. Desde allí, nos
indicó cómo llegar a la Torre del Oro y a Triana y nos despedimos de ella. Caminamos
bordando el Palacio de San Telmo y el Costurero de la Reina hasta que llegamos
cerca de la Torre del Oro.
Tomamos
algo y descansamos, para luego ir a ver la Torre, aunque sin entrar. Luego,
cruzamos el río para deambular por el barrio de Los Remedios e ir hacia el de
Triana. Una vez allí, caminamos prestando atención a las voces de la gente. Cuando
dejamos de escuchar el inglés de los turistas, sustituido por el acento andaluz
de los lugareños, buscamos algún sitio en el que tomar una manzanilla.
Luego,
volvimos a cruzar el río para buscar donde cenar y volver al hotel, cansados,
pero contentos.
Día
9:
Somos
unos desastres. Se nos olvidó poner el despertador, así que tuvimos que correr
para ir a desayunar. Después de un desayuno poco gratificante, salimos
corriendo a coger el autobús del aeropuerto. No tuvimos problema para cogerlo
ni para llegar al aeropuerto. Podríamos habernos acelerado bastante menos, la
verdad. Un vuelo plácido, un bus hasta Oviedo, un pincho en la estación de
autobuses y se terminó el viaje.
Conclusión:
¿Sevilla
tiene un color especial? Pues sí. Como nos explicó una de nuestras amigas, ese
color es el ocre, que se ve en casi cualquier sitio al que mires.
Pero
además de color, Sevilla tiene muchas cosas que ofrecer, y en este primer viaje
pudimos ver unas pocas.
Volveremos
muy pronto.
Como siempre, casi todas las fotos son de C.
Como siempre, casi todas las fotos son de C.