El pasado
domingo, se emitió por televisión un nuevo programa de Salvados, de Jordi
Évole, centrado en este caso en lo que se conoce como “adicción a los móviles”.
Lo vi, con un cierto sentimiento de culpa, porque mientras lo veía tenía mi
teléfono móvil en la mano para ir siguiendo lo que se comentaba en Twitter
sobre el programa.
En este
programa, se nos decía que el móvil podía ser algo que podía llegar a crear
dependencia en muchas personas, que se encontraban con que no podían
desprenderse de él. Y sí, eso pasa, yo he tenido la oportunidad de ver a
adolescentes pillarse unos berrinches importantes cuando el profesor de turno
(a veces yo mismo) les requisaba el móvil. Sin embargo, no creo que pueda
ser un motivo como para utilizar una palabra tan fuerte como “adicción”.
De hecho,
algunas de las cosas más interesantes sobre el programa no las vi en él mismo,
sino en los comentarios que hacía la gente en Twitter. Cosas como que se estaba
creando una alarma desproporcionada, cosas como que, cuando muchos éramos adolescentes
se decía que lo que nos “idiotizaba” era la televisión (que ahora ya no es
peligrosa, por lo que se ve)… Entre todas estas cosas que se decían, una me
llamó la atención: alguien decía que daba la sensación de que en el programa se
tomaba la postura de que todo lo que se inventó después de que tengamos 35 años
es algo contrario al orden natural de las cosas y por lo tanto, algo
rechazable.
Sobre esta
postura, ya había escrito Umberto Eco hace bastante tiempo en su ensayo
Apocalípticos e integrados, cuando decía que los apocalípticos eran los que, ante
algo nuevo “en lugar de analizarlo para hacer que emerjan sus características
estructurales, lo niega en bloque”. En este caso, el programa daba voz nada más
a los apocalípticos, olvidando que el móvil no es un mero juguete: es un
ordenador de mucha potencia (el móvil que tengo sobre mi mesa es mucho más
potente que mis primeros ordenadores) con el que podemos hacer muchísimas cosas
con una facilidad enorme.
Por otro lado,
al entrevistar al final del programa a Zygmunt Bauman creo que no lo hicieron
nada más que por el interés de entrevistar a alguien que comulgara con la idea
del programa. Bauman fue un sociólogo de mucha importancia y cuya obra es muy
influyente, pero en este caso no estoy seguro de que su postura fuera la más
apropiada para este programa. Dijo cosas muy interesantes, pero, desde mi punto
de vista, las dijo “desde fuera”, hablando sin conocer verdaderamente bien
aquello de lo que hablaba, y por eso no dejaba de ser otro más de los “apocalípticos”
que hablaron en el programa.
Como comentaba
en clase al día siguiente, tenemos que ser capaces de diferenciar la
herramienta del uso que hacemos de ella. De igual forma que un cuchillo es muy
bueno para cortar jamón, pero muy malo si lo utilizamos para matar a una
persona, el móvil puede ser una herramienta muy útil que nos permite tener en
nuestro bolsillo el acceso a toda la información creada por la Humanidad. Entonces,
si tenemos esto en cuenta, el peligro no está en la herramienta, sino en el uso que hacemos de ella.
Desde mi punto
de vista, lo que tenemos que hacer es educar y enseñar para que los jóvenes
sean conscientes de que el móvil no es un juguete, sino una herramienta. Que puede
ser muy útil (en alguna ocasión permití el uso del móvil en clase para hacer
búsquedas puntuales de información), pero que, como todo, si no se usa con
precaución puede crearnos algunos pequeños problemas. También tendrían que
aprender el valor de la privacidad y de que hay cosas que no es apropiado que
suban a internet mientras sean jóvenes. Y los padres y profesores tenemos que
aprender a controlar lo que hacen con los móviles.
No es cuestión
de dejar de utilizar los móviles, sino de saber cómo usarlos para que sean
verdaderamente útiles.
Y ese el
verdadero reto que tenemos que afrontar.
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