Como todo el mundo sabe, el
martes se hubo una protesta a las puertas del Congreso de personas que se
mostraron contrarias a las medidas de este Gobierno, y, de paso, contra la
manía de nuestros políticos de mostrarse al margen de la sociedad. Una manifestación
que, en definitiva, canalizaba el descontento de una buena parte de la
sociedad, harta de que le recorten sueldos y derechos mientras las cosas siguen
igual.
Supongo que a vosotros, igual
que a mí, os habrían llegados informaciones al respecto de esta protesta, que
estaba permitida (ojo) y que llevaba casi un mes organizándose. Informaciones
que decían que se recomendaba no ir encapuchado ni embozado, y en las que se
recordaba que, por supuesto, se condenaba la violencia en ella.
Y sin embargo, la cosa acabó,
como tantas veces, a palos. La policía se lió a golpes con la gente, dejando la
“marca España” en las costillas de muchas personas.
¿Había violentos entre los
manifestantes? Evidentemente sí, porque siempre habrá quien quiera reventar
este tipo de movidas. Pero eso no significa que todos los manifestantes fueran
violentos, ni que la violencia desmedida ejercida por la policía estuviera
justificada.
Además, como se vio (y al final
se debió reconocer), había policías infiltrados, y uno de ellos a punto estuvo
de ser apaleado y detenido por sus propios compañeros. Entonces, como dijo
alguien en Twitter (creo que fue el diputado de IU Alberto Garzón, pero no
estoy seguro), si se iba a detener a un policía infiltrado, es porque o bien
los infiltrados eran violentos, o bien porque la policía detenía a los que NO
eran violentos.
Luego nos damos cuenta también
de que los antidisturbios no iban identificados, en una flagrante ilegalidad. Y
lo peor es que el Secretario General del Sindicato Unificado de Policía
defendía que fueran sin identificar, y encima que ejercieran la violencia
(“Leña y punto” dijo en Twitter).
Luego, en toda esta movida, hubo
una serie de cosas que no resultaron nada correctas, como eso de disparar
indiscriminadamente pelotas de goma (que como todo el mundo sabe o debería
saber SÍ SON LETALES) o lo de entrar a sangre y fuego en la estación de Atocha,
nodo de comunicaciones ferroviarias de Madrid, liándose a palos con todos los
que allí estaban, fueran manifestantes o personas que sólo esperaban el tren
para volver a su casa después de trabajar.
Y luego, Rajoy, que estaba en
Estados Unidos reclamando Gibraltar (¡!) alaba a la policía (que, por cierto,
se defendió con un comunicado que insultaba la inteligencia de los lectores), y
alaba también a la mayoría que no salió a manifestarse. ¿Hace falta que le
recordemos que la mayoría de la población no vive en Madrid o que la mayoría de
los electores no le votaron?
No voy ahora a negar el valor a
la política, ni a aceptar que los manifestantes representan a la totalidad de
la sociedad. Pero sí hay que recordar que el Gobierno no está haciendo lo que
debería (ni lo que había prometido), y que debe ser permeable a las propuestas
de esos ciudadanos a los que representa.
Y la violencia no es aceptable,
ni de un lado, ni de otro.
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