Hola
otra vez.
Llevo
toda la semana dándole vueltas a los disturbios del martes en
Madrid. Y no me preocupa tanto la violencia ejercida por quienes sólo cumplían órdenes de un
Gobierno superado por la realidad o por una minoría de manifestantes (por cierto, ¿soy el único al que
le extraña que los primeros manifestantes violentos fueran vestidos
todos igual, encapuchados y con unas banderas que no significaban
nada?), sino por el hecho de que las menciones a la violencia han
hecho que se pase por alto el verdadero motivo de la concentración
que precedió a la leña.
Sí,
porque, evidentemente, no se trató de que un grupo de personas más
o menos numeroso decidiera quedar para darse tortazos con la policía,
sino de un grupo de ciudadanos que querían expresar su rechazo a las
medidas de este Gobierno. Y eso es lo que se está olvidando.
La
gente no fue allí porque quisiera dar un golpe de Estado, ni porque
le guste la violencia (verbal ni física), sino para hacer saber al
Gobierno, a la clase política y a quien quisiera escucharles que los
recortes no cuentan con el apoyo de un considerable número de
ciudadanos.
Y eso
es lo que hay que recordar de la concentración del martes. Y de las
que la siguieron y de todas las que la seguirán (que está claro que
esto no va a pararse).
Nos
vemos.
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