lunes, diciembre 30, 2019

Reflexiones sobre el acceso a la cultura


Como ya sabéis, me gusta viajar, y más en compañía. Y cuando viajo, me gusta visitar sitios interesantes, ya sabéis, museos, monumentos y esas cosas. Sin embargo, cada vez más veces me siento decepcionado, no tanto por el lugar a visitar, sino por su masificación.
Ya me fijé hace algunos años cuando visitamos la exposición de El Bosco en el Museo del Prado, poco antes cuando, estando en Londres por primera vez, quisimos ver la Piedra Rosetta, y me volvió a pasar hace menos de un mes cuando, estando en Sevilla, visitamos La Giralda.
Se trata de eventos, restos o lugares que interesan a mucha gente que tiene derecho a verlos. Pero a veces, por un afán de recaudar más por las visitas, se fuerza al máximo la capacidad del lugar por albergar visitantes, y eso se traduce en una mala experiencia para el visitante, que, normalmente, ha pagado por realizar esa visita.
Porque no se disfruta igual la visita cuando hay que “pelearse” con otras cuarenta personas para echar un breve vistazo que cuando la cantidad de gente es menor y se puede contemplar algo con tranquilidad.
No sé cuál puede ser la solución para que la experiencia de los visitantes sea más satisfactoria. Supongo que puede consistir en poner cupos a la cantidad de gente que puede realizar las visitas cada día, para que, de esa manera, sea más cómodo para los visitantes.
El problema es que, quizá, eso signifique que los beneficios económicos de las visitas se reduzcan.
¿Y se consideraría la posibilidad de hacer eso?

No hay comentarios: