Hola a todo el
mundo:
Cuánto tiempo,
¿verdad? Simplemente es que no tenía ideas, nada más.
Debería hablar de
las Marchas por la Dignidad del sábado día 22, pero lo único que
se me ocurre es que me parece una pena que unas marchas
multitudinarias que deberían hacer que el (des)Gobierno reflexionase
se vean empañadas por unos disturbios de una violencia desmedida
(una violencia que, por supuesto, jamás y bajo ningún concepto es
justificable).
O también podría
escribir sobre la muerte de Adolfo Suárez, pero hay historiadores
especialistas en la época contemporánea que lo harían mucho mejor
que yo.
Así que voy a
compartir con vosotros una reflexión que me vino el otro día a la
cabeza. Sobre eso que nos dice el (des)Gobierno de que sus medidas
son medidas “de austeridad”.
Que yo creo que es
mentira. Porque en circunstancias como éstas, la austeridad
implicaría reducir los gastos más superfluos o menos inmediatos y
priorizar los más importante y urgente, ¿no? Pero resulta que el
(des)Gobierno recorta en cosas esenciales, como educación, sanidad o
dependencia, y sin embargo, no se atreve a tocar cosas más
superfluas.
Porque nos hablan de
que hay que apretarse el cinturón, pero yo no veo que ellos lo
hagan, porque no se ha bajado el sueldo de los políticos. Ni se ha
reducido el número de coches oficiales. Ni el de cargos puestos a
dedo (que son el verdadero cáncer de nuestro sistema). Tampoco se ha
perseguido el fraude fiscal, sino que, al contrario, se llevó a cabo
una amnistía fiscal que, en realidad, casi podríamos decir que
premiaba a los defraudadores.
Entonces, podemos
concluir que esto no es austeridad. Son unos recortes motivados por
unos intereses ideológicos.
Ni más, ni menos.
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