El otro día pude asistir a través
de Twitter a una trifulca muy interesante y muy divertida. Resulta que Arron Banks, un empresario británico cercano a movimientos a favor del Brexit y
ultraderechistas dijo en Twitter que el Imperio Romano había caído debido a la
inmigración, identificando a los bárbaros con inmigrantes y, de paso, alertando
a sus seguidores del peligro de la inmigración en la actualidad. Y entonces, le
respondió a través de la red social Mary Beard.
Para quien no lo sepa, Mary Beard
es una de las mayores expertas en la Historia de la Antigüedad, especialmente
de la Antigüedad romana, que hay en la actualidad. Es autora de muchos libros
tanto académicos como divulgativos, es responsable de documentales muy interesantes,
es autora de un blog muy chulo y, además, es muy activa en Twitter. Es,
en definitiva, alguien que sabe de lo que habla. Incluso ha sido la última
persona que ha recibido el Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales. Es
decir, que si ella le contradecía, es porque algo sabe del tema.
Pues bien, este señor, le respondió
diciendo que los académicos no tienen el monopolio de la interpretación
histórica, basando su “profundo” conocimiento en la Historia aprendida en el
colegio y en la película Gladiator. Y, como en toda polémica en Twitter, se
metieron un montón de personas a favor de una o del otro.
Como muy bien contó ella en su blog, evidentemente los académicos no tenemos el monopolio de la interpretación
histórica (digo “tenemos” recordando mi actual posición de profesor de Historia
con, además, cierta experiencia en la investigación), pero también que hay una
serie de hechos, corroborados por las fuentes históricas, que no son totalmente
debatibles, porque podemos reconstruir con bastante certeza cómo fueron. Y,
entre esos hechos, está la caída del Imperio Romano, que se debió a bastante
más causas que las invasiones bárbaras, que fueron sólo una pieza dentro de un
proceso más complejo.
Sin embargo, esta trifulca me ha
llevado a preguntarme cómo puede ser tan fácil que alguien con unos
conocimientos mínimos de cualquier cosa (o incluso sin conocimiento alguno), se
atreva a discutir con un especialista, incluso considerando que dicho especialista
no está lo bastante cualificado como para dar una opinión válida. Y eso lo
vemos habitualmente, cuando vemos que, sin ir más lejos, en nuestro país
tenemos a millones de potenciales seleccionadores nacionales que lo harían mejor que el que
tenemos, o a millones de personas que aseguran que serían mejores Presidentes
del Gobierno o Ministros de Economía que los que tenemos. Así de alegremente.
Y, desde mi punto de vista, creo
que nos tendríamos que hacer mirar tanta osadía que tenemos cuando nos ponemos a decir estas cosas.
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