Hoy es sábado, y es el día después
de uno de los días más trágicos para la Unión Europea desde su fundación: ayer
se supo que el Reino Unido ha votado “sí” al “Brexit”, su salida de la Unión. Y
eso a mí me parece muy grave, sobre todo después de mi reciente visita a
Londres que, como sabéis, me convirtió en un anglófilo convencido.
En primer lugar, tenemos que
recordar que el Reino Unido siempre ha sido el socio euroescéptico de la Unión.
Ni asumió el euro como moneda ni firmó el Tratado de Schengen sobre libre circulación de
personas, así que siempre ha tenido ese carácter independiente que lo
diferenciaba de los demás países de la Unión. Pero, sin embargo, eso no impedía
que su economía se viese beneficiada por pertenecer a un espacio económico
unido, igual que ese país se convertía en un buen destino para trabajadores
comunitarios.
Sin embargo, las políticas de la
Unión, que han impuesto una austeridad suicida han sido muy dañinas para muchas
personas, normalmente de clase obrera. Esa misma clase obrera es la que, en
muchos casos, ha nutrido de votos a los partidos ultraderechistas, como el UKIP
en el Reino Unido, que son tradicionalmente euroescépticos. Esa llegada de
votos a los ultraderechistas desde la clase obrera se explica también por la
deriva hacia la derecha de los partidos socialdemócratas (el Partido Laborista
británico) y por la pérdida de peso de los partidos comunistas, como bien explica Owen Jones en su primer libro. De hecho, los partidos favorables al
Brexit apelaron al descontento de las clases trabajadoras ofreciéndoles, como
siempre hace la ultraderecha, no soluciones, sino respuestas fáciles y otra
gente a la que culpar, en este caso a la inmigración. Y así se explica que sea
precisamente el voto obrero el que ha dado a los partidarios del Brexit la
victoria.
La primera consecuencia en el Reino
Unido será la dimisión del Primer Ministro británico, David Cameron, que se
fiaba de que saldría el “No” al Brexit para intentar contener las disensiones
internas en su propio partido. Sin embargo, la cosa no salió como él esperaba.
En segundo lugar, los escoceses se
sienten engañados. Hace unos meses votaron en referéndum que querían seguir
formando parte del Reino Unido para poder quedarse dentro de la Unión Europea.
Ahora Escocia, donde el voto por el “No” al Brexit fue mayoritario, va a
encontrarse fuera de la Unión. A no ser, claro, que se independice de verdad.
Seguro que, de haber conocido este desenlace de antemano, hubiesen votado otra
cosa en el referéndum de independencia.
Lo mismo pasó en Irlanda del Norte,
donde también fue mayoritario el voto por el “No”. Allí podría darse el caso de
que se quisieran independizar del Reino Unido para unirse a Irlanda, que forma
parte de la Unión. Entonces podemos llegar a la conclusión de que este referéndum
deja un Reino Unido dividido a nivel social que puede llegar a dividirse
realmente desde el punto de vista territorial, con intenciones secesionistas.
Owen Jones decía en su artículo de ayer que el Reino Unido se enfrenta a su
mayor tragedia desde la Segunda Guerra Mundial.
Para la Unión las consecuencias
pueden ser muy graves. En primer lugar, nos encontramos ante una situación
inédita. Nunca antes había pasado esto, y ahora hay que ver de qué manera se
puede encarrilar este deseo británico de abandonar la Unión. De momento, se
aboga por una salida rápida, en alrededor de dos años. Pero en ese tiempo,
habrá que ver qué se hace para que el trámite sea lo menos “doloroso” posible.
Pero además, los partidos
ultraderechistas del resto de Europa, como el Frente Nacional francés o la Liga
Norte italiana, se han tomado esta derrota del europeísmo como una victoria propia, y ahora abogan por referendos en sus respectivos países.
No sé lo que puede pasar, pero creo
que se abre un período de incertidumbre.
Eso sí, al menos mi adorado Londres
votó mayoritariamente por seguir en la Unión…
No hay comentarios:
Publicar un comentario