Hola a todo el
mundo:
Hoy me apetecía
escribir sobre el Pequeño Nicolás, pero hay noticias más
importantes y más urgentes. Y además, creo que el tema de
Francisco Nicolás va a durar lo suficiente como para que tenga
tiempo más adelante de escribir sobre él.
Por eso hoy voy a
hacer algunas reflexiones al hilo de la batalla campal que se montó
el domingo por la mañana en Madrid entre ultras de varios equipos de
fútbol y que terminó con la muerte de uno de ellos.
Estos días hemos
estado escuchando muchas cosas al respecto. Desde La Coruña se dice
que se había avisado de que los ultras del Deportivo iban hacia
Madrid; sin embargo, desde Madrid unas veces lo niegan y otras dicen
que lo sabían, pero que lo supieron demasiado tarde.
Y a mí me parece
que tanto una cosa como otra es poco justificable. Si realmente
sabían lo que iba a pasar, no tuvieron voluntad para evitarlo. Y lo
de que no lo sabían no me lo creo, porque me parece muy difícil de
creer que ultras de cinco equipos diferentes, de tres Comunidades
Autónomas distintas, queden para darse palos y nadie sepa nada.
Y sobre todo, me llama la atención el hecho de que cuando hay manifestaciones pacíficas, la policía sabe bien que tiene que ir. Y sin embargo, aquí no se molestaron en aparecer. Curioso, ¿verdad?
Pero también es destacable el hecho de que, muchas veces, son los propios equipos los que toleran a los ultras, por miedo a que les falten los fans más incondicionales. Todos hemos visto fotos de directivos, futbolistas e incluso periodistas deportivos con símbolos de esos grupos ultras.
Pero lo que más me
llama la atención de todo esto es que el ultra fallecido no era un
crío de diecisiete años que no era consciente de las consecuencias
de sus actos: era un tío de cuarenta y tantos años, padre de
familia, igual que la mayoría de los detenidos.
Y en ese caso, la
cosa va mucho más allá de animar a un equipo de fútbol. Aquí
estamos hablando de personas que han hecho del odio y la violencia su
forma de vida. Y que están enseñando eso a sus hijos.
Y luego nos
extrañamos…
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