Hola a todo el
mundo:
Supongo que a estas
alturas no digo nada nuevo si os comento que, al final, Madrid se
quedó sin los Juegos Olímpicos de 2020. Y, al margen de cuestiones
emotivas, creo que es lo mejor que pudo pasar.
No voy a hablar del
ridículo que hicieron nuestros representantes al hacer como que
hablaban inglés, porque eso ya se ha comentado hasta el hastío
(pero una cosa… ¿eso no daña eso que han llamado “marca España”?). Pero sí quiero referirme a, si en la situación en la
que estamos, es procedente liarse a organizar unas Olimpiadas. Y,
como ya dije anteriormente, creo que no lo sería.
En primer lugar,
porque como hizo notar un periodista de los que estaban en Buenos
Aires, con un paro de (bastante más de un) 25% y con una obligada
austeridad que se traduce en unos recortes salvajes, igual es mejor
dejarse de gastos inútiles.
Pero es que resulta
que si Madrid hubiera sido la ciudad elegida, las cosas no hubieran
mejorado tanto como nos querían hacer creer.
Por un lado, porque
si, en general, la organización de unos Juegos Olímpicos suele
terminar con unos gastos del doble de lo presupuestado, ¿de cuánto
sería el sobrecoste aquí, con la costumbre que tienen los
promotores de hinchar las facturas? ¿De un tiple? ¿De un cuádruple?
De lo que fuera, sería inasumible. Y el empleo que se creara para
terminar estas obras, sería un empleo con fecha de caducidad, serían
trabajos sin continuidad después de terminar esas obras. Y además,
con todo eso, lo que estaríamos haciendo sería reactivar la burbuja
inmobiliaria que nos ha traído hasta esta situación.
Por otro lado, se
crearían trabajos en la hostelería, claro. Pero que durarían solo
lo que duraran las Olimpiadas. Después, otra vez al paro.
Y falta que alguien
nos explique qué se pensaba hacer con esos estadios tan chulos
después de los Juegos.
¿Este “fracaso”
(lo entrecomillo, porque ya os dije que me parece que, en realidad,
esto es algo bueno) puede tener también una lectura política? Pues
sí, porque, al margen de que probablemente deje a Ana Botella fuera
de la candidatura por la alcaldía de Madrid en las próximas
elecciones municipales, el no haber retirado la candidatura es un
ejemplo de la falta de sentido común de unos políticos interesados
únicamente por logros inmediatos y electoralistas, sin importar que
esos “logros” hipotequen el futuro de todo un país.
Vamos a ver. Si en
estos tiempos a todos nos parece normal que quien se queda en paro
deje de renovar el abono para ver a su equipo de fútbol todas las
semanas, no porque quiera dejar de ir a verlo, sino porque no le
queda otro remedio, ¿no nos parece normal también que, con el país
en crisis, dejemos de gastar en tonterías (en “mamandurrias”,
como dijo aquélla)?
Y, como ya dije al
principio, creo que esto es bueno. Ahora tenemos la oportunidad de
replantearnos qué futuro queremos para este país. Si tan solo nos
interesa un crecimiento rápido, basado en el ladrillo y el turismo,
pero sin crear una economía articulada y diversificada, podemos
seguir aceptando que se gaste en tonterías de este tipo.
Pero si lo que nos
interesa es crear un país verdaderamente moderno, igual hay que
pensar que es mejor invertir en educación, sanidad o investigación
que en aventuras olímpicas.
Y digo yo. ¿Se les
ocurrirá a nuestros políticos invertir el dinero que iban a
destinar a las Olimpiadas en algo que redunde en el beneficio de
todos?
No lo creo.
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