Hola a todo el mundo.
Como todos sabemos, el domingo fueron las elecciones autonómicas en
Galicia y en el País Vasco, que tuvieron unos resultados que no por
esperados, son menos dignos de mención.
Resulta que en Galicia, el Partido Popular obtuvo una mayoría
absoluta, que pronto interpretaron como la muestra del apoyo a las
políticas de recorte y destrucción del Estado del Bienestar que se
están llevando a cabo desde el Gobierno central. Pero igual la cosa
no fue tan simple.
Porque, a pesar de lo que (no) nos dicen, el Partido Popular perdió
más de cien mil votos, que en una Comunidad Autónoma es mucho. La
suerte que tuvo Núñez Feijoo fue que el Partido Socialista perdió
muchísimos votos, que se repartieron entre la abstención y el resto
de partidos de izquierda, permitiendo ese resultado tan abultado del
Partido Popular.
Claro, que podríamos aplicar la lógica de Rajoy y apelar a la
“mayoría silenciosa”. En este caso, deberíamos recordar que, en
realidad, más del setenta por ciento del electorado NO votó al
Partido Popular, así que igual el apoyo a las políticas de recorte
no es tan evidente.
En el País Vasco pasó algo ciertamente distinto. Los partidos que
estaban gobernando, el PSOE y el PP bajaron mucho, quedando el PNV
como la fuerza más votada, con Urkullu como lehendakari, y con Bildu
como segunda fuerza, lo que da medida de la importancia del voto
nacionalista en el País Vasco. Y sin embargo, en este caso el PP no
cree que la pérdida de votos se deba a que no se apoya sus políticas
nacionales. Curioso, ¿verdad?
Ahora deberíamos reflexionar. Abrir un período en el que intentar
asimilar el panorama político en el que nos encontramos, y darnos
cuenta de los desafíos a los que nos enfrentamos. Y eso debemos
hacerlo los ciudadanos, porque parece que los partidos mayoritarios
no van a hacerlo.
Al PP se le pide que sea permeable a las quejas de la calle, y
responde con más dureza. Al PSOE que inicie un proceso de
refundación, o de transición hacia un nuevo modelo, o de vuelta a
la izquierda, y no se da por aludido. Ninguno parece tener una
voluntad real de solucionar la situación en la que nos encontramos.
Y mientras ellos se miran el ombligo, el número de parados llega
hasta los cinco millones ochocientas mil personas (que en realidad
sabemos que son muchas más, porque las que están realizando cursos
de formación no se contabilizan como parados), hay quinientos
desahucios diarios (algunos con trágicas consecuencias) y las
personas cada vez tenemos más miedo al futuro.
Y eso sí que no es aceptable.
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