Muy
buenas, queridos lectores:
La
noticia de estos últimos días es el asalto a un Mercadona que
llevaron a cabo varios sindicalistas el otro día para, según
decían, donar los alimentos que robaron a quienes más los
necesitaban.
Y qué
queréis que os diga. No voy a ser yo el que, a estas alturas,
defienda el que la gente entre a los supermercados y se lleve la
comida, sobre todo porque eso da argumentos a la ultraderecha
mediática para decir que los de izquierdas somos unos ladrones
resentidos, y porque además puede dar lugar a un efecto de imitación.
Pero
sí que podemos darnos cuenta del valor que tiene este acto como algo
simbólico. En un país en el que hay ciudades en las que se quieren
poner candados en los contenedores de basura para que nadie pueda
buscar comida en ellos, o donde se rumorea que ciertas cadenas de
supermercados rocían con lejía la comida que van a tirar para que
nadie la pueda aprovechar, en el que las tasas universitarias suben
hasta límites salvajes, en el que se quiere hacer que inmigrantes
sin recursos paguen un dinero que no tienen por acceder a la atención médica, o en el que se quiere eliminar la ayuda a los parados de
larga duración, mientras gente que llevó bancos a la quiebra tiene
finiquitos millonarios y ladrones convictos quieren fundar partidos políticos, no me parece tan raro que actos como éste puedan servir
para canalizar un descontento creciente.
Y
luego, nuestro Presidente cuando le toca hablar de la figura de
Peces-Barba, va y se le ocurre mencionar que era de una ideología distinta a la suya (¿realmente había necesidad de hacerlo?). Y
luego los sectarios somos los de izquierdas.
No sé. Yo creo que el día que nuestros gobernantes vean el mundo real, implosionarán.
Nos
vemos.
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