No sé si lo habéis
leído, pero ayer, nuestro egregio Ministro de Educación dejó
claras las medidas que va a tomar para que su departamento, que tan
importante debería ser para salir de la crisis, pueda capearla.
¿Y cuáles son esas
medidas?, preguntaréis. ¿Tal vez retirar las subvenciones a los
colegios concertados, esos colegios privados que se sostienen con
fondos públicos, mientras se deja a los colegios públicos privados
de fondos? No.
¿Optimizar los recursos
para que no haya gastos innecesarios? No.
¿Perseguir el fraude
fiscal para aprovechar el dinero que se había “distraído” a la
Hacienda pública para financiar la educación? Por supuesto que no.
¿Bajar el sueldo de
Ministros, Secretarios de Estado, subsecretarios y demás cargos
puestos a dedo? ¡¡Por Dios!! ¡¡¡No!!!
La gran medida
consiste, ni más ni menos, que en despedir gente, en este caso
interinos. Claro que con la que está cayendo no se puede decir que
se hace eso, sino que se disfraza diciendo que los profesores que sí
trabajen van a tener que trabajar más horas y hacerse cargo de más
alumnos. Lo que no se dice es que eso supone hacerles asumir el
trabajo de aquéllos que se van a la calle (todavía hay quien no
entiende que la “desesperación de los docentes”, de la que esta
misma mañana me hablaba alguien que sabe más que yo de esto, existe
de verdad).
Y entonces, en una
maniobra digna del Ministro de Propaganda de la dictadura totalitaria
más abyecta que se os ocurra, se deja la puerta abierta a que se
pueda decir que los profesores se quejan por trabajar más. Malditos
insolidarios, se añadiría. Olvidando, claro, que de lo que se trata
no es de personas que no quieren trabajar, sino de personas que
quieren hacerlo, pero a las que se ha despedido.
Y así, se convierte
a la víctima en el chivo expiatorio, al que sufre los recortes de la
crisis en el culpable de dicha crisis, y se alimenta el mito de que
los funcionarios no trabajan, poniendo a unos ciudadanos contra otros
(si eso no es violencia estructural, ya me diréis).
Entonces, cuando el modelo
productivo de este país se reduzca a lo que decía Reverte en su
último artículo, en lugar de reírnos, que será lo que nos quede
por no llorar, habrá quien se queje, olvidando que tendremos
exactamente lo que nos merecemos.
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