martes, abril 17, 2012

Ya veréis qué risa


No sé si lo habéis leído, pero ayer, nuestro egregio Ministro de Educación dejó claras las medidas que va a tomar para que su departamento, que tan importante debería ser para salir de la crisis, pueda capearla.
¿Y cuáles son esas medidas?, preguntaréis. ¿Tal vez retirar las subvenciones a los colegios concertados, esos colegios privados que se sostienen con fondos públicos, mientras se deja a los colegios públicos privados de fondos? No.
¿Optimizar los recursos para que no haya gastos innecesarios? No.
¿Perseguir el fraude fiscal para aprovechar el dinero que se había “distraído” a la Hacienda pública para financiar la educación? Por supuesto que no.
¿Bajar el sueldo de Ministros, Secretarios de Estado, subsecretarios y demás cargos puestos a dedo? ¡¡Por Dios!! ¡¡¡No!!!
La gran medida consiste, ni más ni menos, que en despedir gente, en este caso interinos. Claro que con la que está cayendo no se puede decir que se hace eso, sino que se disfraza diciendo que los profesores que sí trabajen van a tener que trabajar más horas y hacerse cargo de más alumnos. Lo que no se dice es que eso supone hacerles asumir el trabajo de aquéllos que se van a la calle (todavía hay quien no entiende que la “desesperación de los docentes”, de la que esta misma mañana me hablaba alguien que sabe más que yo de esto, existe de verdad).
Y entonces, en una maniobra digna del Ministro de Propaganda de la dictadura totalitaria más abyecta que se os ocurra, se deja la puerta abierta a que se pueda decir que los profesores se quejan por trabajar más. Malditos insolidarios, se añadiría. Olvidando, claro, que de lo que se trata no es de personas que no quieren trabajar, sino de personas que quieren hacerlo, pero a las que se ha despedido.
Y así, se convierte a la víctima en el chivo expiatorio, al que sufre los recortes de la crisis en el culpable de dicha crisis, y se alimenta el mito de que los funcionarios no trabajan, poniendo a unos ciudadanos contra otros (si eso no es violencia estructural, ya me diréis).
Entonces, cuando el modelo productivo de este país se reduzca a lo que decía Reverte en su último artículo, en lugar de reírnos, que será lo que nos quede por no llorar, habrá quien se queje, olvidando que tendremos exactamente lo que nos merecemos.


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