Hola a todos:
Desde hace un par de semanas o tres se viene hablando del Diccionario Biográfico Español, realizado desde la Real Academia de la Historia, por iniciativa del Gobierno de Aznar y pagado, como no podía ser de otro modo, con dinero público. Y hoy mismo el egregio historiador Santos Juliá, que no participó en su realización, dice que debería ser destruído. Y a lo mejor no hace falta llegar a tanto.
En primer lugar, yo creo que, a estas alturas de la película y de la evolución tecnológica, hacer una monumental obra de cincuenta volúmenes en papel no sólo es innecesario sino absurdo. Debería hacerse digitalmente, para que pudiera ser consultada por internet por cualquier persona. Pero ése no es el mayor error de este diccionario.
Su mayor problema, y el que lo invalida desde el punto de vista historiográfico, es el hecho de que no se planteó hacerlo como una obra historiográfica seria, sino como un rollete entre colegas. Cuando se hace algo así, por ejemplo cuando lo hicieron desde la Universidad de Oxford, cada artículo se encarga a un especialista en el tema, y después, lo que escribre tiene que pasar por las manos de varios especialistas más para que lo corrijan y maticen, haciendo así que la obra sea lo más perfecta posible. Es lo que, en los ambientes científicos se llama "corrección por pares".
Y en este caso no hubo nada parecido. Hasta el punto de que la biografía de Franco la escribió un medievalista. Gran e importante medievalista, pero que no es experto en su biografiado. Es, eso sí, el historiador no sé si oficial, pero al menos sí oficioso de la Fundación Francisco Franco.
Visto todo esto, este diccionario no puede ser considerado como la obra de referencia que debería ser. Pero tampoco hace falta destruirlo. Porque sólo hemos escuchado hablar de las biografías de Franco (que, según esta obra, no fue un dictador) y de Negrín (que sí lo habría sido). Y no creo que en una obra de cincuenta tomos, de los cuales la mitad ya están terminados totalmente, todo lo escrito sea igual de censurable, pese a no haber pasado por los pertinentes filtros científicos.
Porque, como dijo el colega Cervantes por boca de uno de los personajes de su Don Quijote (creo que el cura, pero ahora mismo no estoy seguro), "No hay libro tan malo que no contenga algo bueno".
Y ahora sí, digo lo que habría que hacer con este diccionario: Terminarlo (pero bien, con métodos científicos acordes a lo que hay que hacer), digitalizarlo, y encargar los textos a expertos. Y lo que está mal hecho, rehacerlo para la versión digital. Ah, y que esas partes que no están bien hechas queden como ejemplo de lo que NO hay que hacer en esto de la Historia.
Nos vemos.
Desde hace un par de semanas o tres se viene hablando del Diccionario Biográfico Español, realizado desde la Real Academia de la Historia, por iniciativa del Gobierno de Aznar y pagado, como no podía ser de otro modo, con dinero público. Y hoy mismo el egregio historiador Santos Juliá, que no participó en su realización, dice que debería ser destruído. Y a lo mejor no hace falta llegar a tanto.
En primer lugar, yo creo que, a estas alturas de la película y de la evolución tecnológica, hacer una monumental obra de cincuenta volúmenes en papel no sólo es innecesario sino absurdo. Debería hacerse digitalmente, para que pudiera ser consultada por internet por cualquier persona. Pero ése no es el mayor error de este diccionario.
Su mayor problema, y el que lo invalida desde el punto de vista historiográfico, es el hecho de que no se planteó hacerlo como una obra historiográfica seria, sino como un rollete entre colegas. Cuando se hace algo así, por ejemplo cuando lo hicieron desde la Universidad de Oxford, cada artículo se encarga a un especialista en el tema, y después, lo que escribre tiene que pasar por las manos de varios especialistas más para que lo corrijan y maticen, haciendo así que la obra sea lo más perfecta posible. Es lo que, en los ambientes científicos se llama "corrección por pares".
Y en este caso no hubo nada parecido. Hasta el punto de que la biografía de Franco la escribió un medievalista. Gran e importante medievalista, pero que no es experto en su biografiado. Es, eso sí, el historiador no sé si oficial, pero al menos sí oficioso de la Fundación Francisco Franco.
Visto todo esto, este diccionario no puede ser considerado como la obra de referencia que debería ser. Pero tampoco hace falta destruirlo. Porque sólo hemos escuchado hablar de las biografías de Franco (que, según esta obra, no fue un dictador) y de Negrín (que sí lo habría sido). Y no creo que en una obra de cincuenta tomos, de los cuales la mitad ya están terminados totalmente, todo lo escrito sea igual de censurable, pese a no haber pasado por los pertinentes filtros científicos.
Porque, como dijo el colega Cervantes por boca de uno de los personajes de su Don Quijote (creo que el cura, pero ahora mismo no estoy seguro), "No hay libro tan malo que no contenga algo bueno".
Y ahora sí, digo lo que habría que hacer con este diccionario: Terminarlo (pero bien, con métodos científicos acordes a lo que hay que hacer), digitalizarlo, y encargar los textos a expertos. Y lo que está mal hecho, rehacerlo para la versión digital. Ah, y que esas partes que no están bien hechas queden como ejemplo de lo que NO hay que hacer en esto de la Historia.
Nos vemos.
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