Como bien sabéis, últimamente no tengo mucho tiempo para sentarme a escribir. Pero hoy me apetece hacerlo. El otro día descubrí un blog muy interesante, uno titulado Kurioso, que cuenta un montón de "kuriosidades" poco conocidas sobre nuestro perro mundo, algunas de las cuales me reconciliaron con la raza humana. Sin embargo, también me paré a pensar sobre todo aquello que no es interesante a nuestro alrededor, y me volvió otra vez la mala baba. Y por eso me senté a escribir de nuevo.
Porque hoy voy a intentar hacer unas reflexiones sobre algo que me pone de muy mala leche: el ejemplo que estamos dando a las próximas generaciones a través de la televisión (y lo grave del asunto es que no soy un tipo de cincuenta años, sino un chavalete de 29...).
Sí. Porque no me cuesta tanto recordar que hace algunos años se podía poner perfectamente un documental en horario de máxima audiencia. Seguramente no lo vería nadie, pero se hacía. Y ahí está la primera pregunta: ahora que esas cosas ya no se ponen en la tele y menos a esas horas, ¿se emite lo que la gente quiere ver o lo que se quiere que la gente vea?
Y así llegamos al meollo del tema: el ejemplo que damos. Porque si sólo se emiten contenidos de gusto que, siendo benevolentes, podríamos considerar muy relativo, será eso lo que se vea.
¿Y cuáles son esos contenidos de gusto relativo? Pues lo sabemos todos. Programas de cotilleo y esas cosas en los cuales los protagonistas son personas cuya único mérito consiste en haberse acostado con unos o con otras. Y lo más gordo del asunto es que se encumbra a algunos de esos personajes y se nos hace creer que son ejemplos para nuestra sociedad, personas que nos representan (no voy a dar ningún ejemplo porque seguro que todos pensamos en el mismo).
Pero la culpa no es de esas personas que se nos muestran como ejemplo. La culpa es de quien nos los presenta como tales, que les han hecho creer que lo son. Y son los mismos que nos ponen esos programas a horas en las que mejor harían poniendo alguna película reciente y/o interesante. Los mismos que, cuando esos que hoy son "nuestros ejemplos" dejen de ser rentables, se desharán de ellos y los reemplazarán por otros.
Y entonces, nuestras "princesas del pueblo" se mirarán al espejo, preguntándose cuál fue su error para ser ahora vagos recuerdos, sin darse cuenta de que han sido utilizadas por personas sin escrúpulos que sólo pensaban en los índices de audiencia.
Venga, colegas, nos vemos.
Porque hoy voy a intentar hacer unas reflexiones sobre algo que me pone de muy mala leche: el ejemplo que estamos dando a las próximas generaciones a través de la televisión (y lo grave del asunto es que no soy un tipo de cincuenta años, sino un chavalete de 29...).
Sí. Porque no me cuesta tanto recordar que hace algunos años se podía poner perfectamente un documental en horario de máxima audiencia. Seguramente no lo vería nadie, pero se hacía. Y ahí está la primera pregunta: ahora que esas cosas ya no se ponen en la tele y menos a esas horas, ¿se emite lo que la gente quiere ver o lo que se quiere que la gente vea?
Y así llegamos al meollo del tema: el ejemplo que damos. Porque si sólo se emiten contenidos de gusto que, siendo benevolentes, podríamos considerar muy relativo, será eso lo que se vea.
¿Y cuáles son esos contenidos de gusto relativo? Pues lo sabemos todos. Programas de cotilleo y esas cosas en los cuales los protagonistas son personas cuya único mérito consiste en haberse acostado con unos o con otras. Y lo más gordo del asunto es que se encumbra a algunos de esos personajes y se nos hace creer que son ejemplos para nuestra sociedad, personas que nos representan (no voy a dar ningún ejemplo porque seguro que todos pensamos en el mismo).
Pero la culpa no es de esas personas que se nos muestran como ejemplo. La culpa es de quien nos los presenta como tales, que les han hecho creer que lo son. Y son los mismos que nos ponen esos programas a horas en las que mejor harían poniendo alguna película reciente y/o interesante. Los mismos que, cuando esos que hoy son "nuestros ejemplos" dejen de ser rentables, se desharán de ellos y los reemplazarán por otros.
Y entonces, nuestras "princesas del pueblo" se mirarán al espejo, preguntándose cuál fue su error para ser ahora vagos recuerdos, sin darse cuenta de que han sido utilizadas por personas sin escrúpulos que sólo pensaban en los índices de audiencia.
Venga, colegas, nos vemos.
1 comentario:
Totalmente de acuerdo, Pablo. Alguien quiere idiotizar a los chavales. El otro día todavía vi un episodio de verano azul, la serie de nuestra infancia, un hit histórico de la tv española. Y Dios mío, cómo ha cambiado la ficción televisiva desde entonces, y a peor.
Hace unos años ví algo bello en tv: en una tertulia de Mª Teresa Campos se preguntó a la audiencia de qué querían q se hablase: de Belén Esteban o de la Constitución Europea; y la audiencia dijo q quería hablar de la Constitución Europea. A lo q la Campos contestó: ya se ve que nuestra audiencia es culta y se interesa por la realiad, felicidades, ahora vamos a hablar de Belén Esteban. Fue bello, esa es la imagen de la tv española.
Está surgiendo una generación destrozada y sin el menor mobiliario mental. Hay que trabajar por la siguiente.
Un abrazo y mucha suerte estos días, tienes una gran tarea por delante.
Publicar un comentario